José Luis Galván Hdz. DETONA: Salgo de mi departamento en Arizona 35, colonia Nápoles. Decido caminar sin rumbo, solo para hacer un poco de ejercicio en la mañana. 

Con la portentosa creatividad de esta publicidad de IBERIA, anunciamos orgullosamente que a partir del 2025, la aerolínea oficial de España se suma a los patrocinadores de DETONA. Tal selecto grupo lo integran -entre otros- los municipios de Apodaca, Escobedo, Monterrey, Santa Catarina, San Pedro Garza García; la UANL; el Despacho de Abogados Martínez Guillén -encargados de la protección y defensa de nuestros articulistas- y marcas como Rolex, DHL, Pirelli, Chokis, Amazon AWS, a las que ahora se suma IBERIA. Gracias a nuestra creciente audiencia (15.5 millones) y a los suscriptores, que por más de 100,000 hacen de DETONA la alternativa de periodismo libre e independiente de México.

Plácido DETONA un ejemplo del interés individual, por encima del comunal.

Plácido Garza DETONA que las promesas de miel, se convirtieron en realidades de hiel.

Ceremonia es presidida por el Dr. Santos Guzmán López, Rector de la UANL. DETONA logra su tercer galardón en un año.

Entregan Premio Anual de Periodismo 2023, "Francisco Cerda Muñoz"

Es -sin duda- el más grande cartonista de México e incluso del continente americano. Sus imágenes son un dechado de ingenio y creatividad. En Europa y Asia se habla de él y si ya era famoso, AMLO lo ha hecho aún más. El presidente lo cataloga como adversario del régimen, cuando lo único que hace Paco es acrecentar las "miserias" físicas e ideológicas del presidente de México. Estuvo en Nuevo León acompañando a Cayetana Alvarez y a María Scherer Ibarra en los eventos organizados para despertar a los jóvenes con miras a las elecciones del próximo 2 de junio. Mientras Monter se daba vuelo en su entrevista EXCLUSIVA con Cayetana, yo platiqué sabrosamente por alguien a quien he admirado siempre, desde mis tempranos años en mi Alma Máter, el periódico El Norte. Paco es fluido, sagaz y muy gracioso para decir las cosas. Esta conversación es dos veces buena, pues además es breve. No les digo más. Aquí la tienen; disfrútenla, como yo disfruté tener cerca a este genio de la crítica política y social, el gran Paco Calderón.

Paco Calderón agradece a AMLO hacerlo más famoso

Plácido DETONA que la empresa regia de la que ha escrito en éstos días es... Proeza.

Ahora sí, agárrense: van los nombres de los depredadores. Episodio III

Lecturas del día:

<h5 class="handdrawn subtitle">Evito las grandes avenidas, Insurgentes y Viaducto.</h5>

No quiero perderme en el ruido, solo quiero quedarme aquí, en este cuadrante de calles pequeñas, de edificios de departamentos y alguna que otra casa que resiste el paso del tiempo.&nbsp;

<ul>
	<li>Unas voces agudas, infantiles, me llaman.</li>
	<li>Me llevan a una esquina donde una jacaranda desafía al invierno con sus primeras flores moradas.&nbsp;</li>
	<li>Su sombra, su presencia me arrastran en un viaje sensorial a mi primer hogar en la Ciudad de México, hace más de treinta años.</li>
	<li>Sin querer, ya estoy ahí, frente a Illinois 11.</li>
	<li>Ahí viví con Arturo, un gran amigo.</li>
	<li>Sonrío al recordar esos días compartidos.</li>
	<li>Mi mirada se posa en el colegio La Florida, que sigue ahí.</li>
	<li>Luego, mis ojos regresan al jacarandá y, sin darme cuenta, suben hasta el cielo.</li>
	<li>Allá, entre las nubes, donde vive ahora Arturo.&nbsp;</li>
</ul>

<h5 class="handdrawn subtitle">Hace unos meses volví a esta inmensa ciudad.</h5>

Un nuevo trabajo me trajo de regreso.

Si antes me parecía caótica pero hermosa, hoy lo confirmo y lo sufro a partes iguales.

El caos es más denso, el cielo más lejano, atrapado entre rascacielos.

Pero la belleza persiste: en los árboles, en los jardines verticales que trepan por los edificios, en las flores que siguen embelleciendo las calles.&nbsp;

Mi olfato me guía a los mercados.

Ahí, los aromas se entrelazan: el aceite caliente, las fritangas, las especias, las flores.

Todo me sabe a&nbsp;pasado.

Me siento a comer una quesadilla –sin queso, como es en la Ciudad de México– rellena de huitlacoche y otra de longaniza.

A mi lado, en un eco de la memoria, Arturo brinda con una cerveza.

La marchanta me lee el pensamiento:

—Si quieres, puedes traer una chelita de la tienda y tomársela aquí. Sonrío.

Como si el destino jugara con los recuerdos, como si la ciudad me susurrara al oído.&nbsp;

<h5 class="handdrawn subtitle">En estos días de febrero, caminé y me reencontré con la CDMX.</h5>

No solo con sus sabores y olores, sino con sus fantasmas.

Porque aquí todo cabe: el smog, el ruido de los cláxones, los murmullos del viento que arrastra memorias. Aquel día, sin pensarlo, llegué a Illinois 11.

Lloviznaba.

Mientras cubría mi celular de la lluvia, apareció una notificación en la pantalla: Facebook me recordaba que era el cumpleaños de Arturo. Sonreí.

Pero no pude evitar que una pequeña lágrima se mezclara con las gotas de agua en mi rostro.&nbsp;

La inmensidad de la CDMX no se mide solo en kilómetros ni en millones de habitantes.

Se mide en los recuerdos que alberga.

Y esos, a veces, llegan hasta el cielo. Justo ahora, mientras escribo este artículo, me entero de que un alma ha partido hacia las estrellas.

<ul>
	<li>En algún rincón del cielo, Arturo sonríe, porque su madre, Doña Osvelia, ha llegado a reunirse con él. </li>
	<li>Bailan juntos sobre el cielo de la CDMX. </li>
	<li>Ahí donde ella vio la luz por primera vez. </li>
	<li>Ahí donde Arturo cerró los ojos por última vez.&nbsp;</li>
</ul>

Opinión

CDMX, Arturo y Doña Osvelia

José Luis Galván Hernández DETONA: Digna... En su nombre lleva impresa su esencia, su carácter, su fortaleza.  

<h5 class="handdrawn subtitle" lang="ES-ES">No conozco otra mujer cubana con tanto orgullo por su pueblo, por su patria, por su Revolución. &nbsp;</h5>

<ul>
	<li lang="ES-ES">La conocí hace más de veinte años, cuando vivía en esa preciosa isla. &nbsp;</li>
	<li lang="ES-ES">Había ido a estudiar y me hospedé en su casa, en el barrio de Nuevo Vedado, en La Habana. &nbsp;</li>
	<li lang="ES-ES">Tenía dos hijos adolescentes, Álex y Mandy. &nbsp;</li>
	<li lang="ES-ES">Acababa de enviudar; su esposo había sido un revolucionario que luchó junto a Fidel y el Che en la Sierra Maestra.&nbsp;</li>
	<li lang="ES-ES">De alguna manera, la adopté como “mi madre cubana”.&nbsp;</li>
</ul>

<h4 class="subtitle">“¿Qué bolá, hermano?” —decían— “En la lucha”.</h4>

<h4 class="subtitle">En la lucha… Así se saludaban entonces los cubanos. &nbsp;</h4>

La lucha contra las carencias, contra el bloqueo, contra los apagones que, en ese tiempo,solo ocurrían una tarde a la semana. &nbsp;

Pero también era la lucha con orgullo, con la satisfacción de haber vencido a Batista, de haber erradicado el analfabetismo, de contar con educación gratuita hasta la universidad y con un sistema de salud que asombraba al mundo. &nbsp;

Un pueblo de grandes atletas, de médicos que viajaron a salvar vidas en otros países, de cultura, arte y resistencia.&nbsp;

<h5 class="handdrawn subtitle">Me tocó estar ahí en el 40 aniversario de la Revolución. &nbsp;</h5>

Las calles bullían de vida y de consignas. &nbsp;

Marchas para exigir el regreso del niño Elián González, de exigir el fin de bloque económica de Estados Unidos. &nbsp;

Pero la música no paraba en el Malecón, en La Habana Vieja, en Centro Habana. &nbsp;

En la calle Obispo la gente reía, bailaba, la recorría&nbsp;desde el bar El Floridita (donde, dicen, Hemingway inventó el daiquirí) hasta la Plaza de Armas, para luego dar la vuelta a la Bodeguita del Medio y tomarme un mojito.

Aunque Celia Cruz no era revolucionaria, en las calles sonaba su voz: "La vida es un carnaval". &nbsp;

Regresé hace unos días por cuestiones de trabajo, pero la Habana que encontré ya no era la misma. &nbsp;

<ul>
	<li lang="ES-ES">Calles oscuras, silencio en el Malecón, restaurantes vacíos. &nbsp;</li>
	<li lang="ES-ES">Los turistas dejaron de llegar. &nbsp;</li>
	<li lang="ES-ES">Las fábricas dejaron de producir. &nbsp;</li>
	<li lang="ES-ES">Los hospitales se llenaron de enfermos, pero no había medicinas. &nbsp;</li>
	<li lang="ES-ES">La pandemia no solo golpeó los cuerpos, también quebró los sueños.&nbsp;</li>
	<li>Siempre hubo edificios que se derrumbaban, pero había esperanza de reconstrucción con inversiones extranjeras. &nbsp;</li>
</ul>

Hoy, lo que se desmorona no son solo las paredes, sino la esperanza del cubano. &nbsp;

<h5 class="handdrawn subtitle" lang="ES-ES">Ya no creen en la Revolución. &nbsp;</h5>

En el Malecón, en el aeropuerto, no se respira el olor del mar, sino el de las lágrimas.&nbsp;

Es ahora un puerto de despedidas, donde madres, padres, hijos y hermanos se abrazan por última vez antes de marcharse en busca de un futuro que su isla ya no les ofrece.&nbsp;&nbsp;

Caminé por las calles de La Habana con Digna. &nbsp;

Su sonrisa sigue ahí, su resistencia también, su nostalgia por la revolución intacta. &nbsp;

Pero ella lo sabe: es la última.

Sus amigas se fueron, sus vecinos también. &nbsp;

Y lo más doloroso, sus hijos… Uno en Europa, otro en Estados Unidos. &nbsp;

<h5 class="handdrawn subtitle" lang="ES-ES">Me despedí de ella con el corazón apretado, con el eco de una canción de Silvio Rodríguez en la cabeza: &nbsp;</h5>

“Si me dijeran, pide un deseo/ yo preferiría un rabo de nube...Un barredor de tristezas/ Un aguacero en venganza/ Que cuando escampe/ Parezca nuestra esperanza” .

<h6 class="subtitle underlined" lang="ES-ES">Pero hoy, en Cuba, solo quedan los ojos estoicos y de esperanza de Digna, “mi madre cubana”, la última revolucionaria.&nbsp;</h6>

Digna: La última revolucionaria cubana

José Luis Galván DETONA: ¿Qué pasa en Washington? La noche se quiebra en un estruendo.

Sugerimos leer:

<h5 class="handdrawn subtitle">Dos sombras se cruzan en el cielo, y en un instante, la colisión. </h5>

<ul>
	<li>Un avión y un helicóptero se encuentran donde no debían. </li>
	<li>La explosión ilumina la noche, la nieve en las calles refleja el fuego y el metal ardiente. </li>
	<li>Lo que desde la ventanilla del avión parecía un paisaje hermoso, un río congelado como pista de hielo, se convierte en la tumba de los pasajeros que cayeron tras el impacto.</li>
</ul>

<h5 class="handdrawn subtitle">En la Casa Blanca, otra colisión se gesta. </h5>

No es de acero y combustible, pero su impacto es igual de brutal. 

Las decisiones caen como esquirlas: aranceles, deportaciones, muros invisibles que se alzan en el aire. 

Se derrumban tratados, se estrellan acuerdos. 

Los migrantes que levantaron con sus manos el sustento de una nación, son ahora criminales en los discursos del poder.

En medio de esa turbulencia, Guillermina Alvarado, directora del CONOCER, aborda un avión rumbo a la capital estadounidense con una misión encomendada por la presidenta de México. 

La acompaña Miguel Tamayo, de CIEES, pionero en la fundación del CONOCER, el Consejo Nacional de Normalización y Certificación de Competencias Laborales. 

Hace treinta años, él gestionó un crédito del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, para dar vida a esa institución, clave para la capacitación y certificación de los trabajadores. 

Ahora, ellos van a tocar puertas en Washington, a proponer proyectos a favor de los migrantes.

<h5 class="handdrawn subtitle">Washington los recibe con el filo de su frío. </h5>

Tocan puertas en la embajada de México, en la OEA, en el BID y en el Banco Mundial. 

Ellos saben que la diplomacia es un juego de paciencia, de buscar las rendijas por donde la luz aún se filtra. 

En los organismos internacionales, aunque el ambiente es frío, aún quedan manos dispuestas a tender puentes. 

No solo para México, sino para toda Latinoamérica.

<h5 class="handdrawn subtitle">Ya de regreso “literal” están en contra los vientos del norte. </h5>

Inclusive en el velo donde ambos abordaron, el piloto interrumpe el silencio: 

<ul>
	<li>Hay un problema, debemos aterrizar de emergencia. </li>
</ul>

Guillermina se pregunta: 

<ul>
	<li>¿Qué pasa con los vientos de Washington? Reza. </li>
</ul>

Miguel duerme y no se entera del descenso forzoso. 

Aterrizan sanos y salvos, como esperan hacerlo con los programas de certificar a los migrantes.&nbsp;

Porque, a veces, los vientos del norte traen turbulencia, pero no derriban los sueños. 

Porque en los cielos de México, aún se espera que el choque de Washington no deje más escombros, ni en el aire, ni en la esperanza de quienes cruzan la frontera buscando un mejor futuro. 

<h6 class="subtitle underlined">A pesar de este invierno crudo y de los vientos de Washington.&nbsp;</h6>

José Luis Galván Hernández

CDMX, Arturo y Doña Osvelia

Digna: La última revolucionaria cubana

Los vientos de Washington