El desprecio de la norma

Alberto Martínez Romero DETONA: El sello de la actual administración ha sido el de favorecer la lealtad por encima de la capacidad.

Una de las características de la actual administración es el voluntarismo, el ejercicio implacable del deseo y la imposición; ello, más que convicción y carácter, muestra un profundo desprecio por las formas jurídicas y los procedimientos administrativos, que por más engorrosos que puedan parecer, buscan limitar la arbitrariedad.

Este voluntarismo tiene una de sus manifestaciones más deleznables con la descalificación e insultos hacia quienes emiten algún comentario crítico o señalamiento sobre los posibles defectos o posiciones contrarias a la voluntad manifestada.

La tribuna presidencial, así como las iniciativas jurídicas, se convirtieron en las herramientas que buscan limitar la independencia y autonomía de decisión y de gestión de organismos como INE, el extinto INEE, hoy Mejoredu, el INAI, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el IFETEL, las fiscalías generales de justicia y demás actores políticos.

Durante este periodo, el poder ejecutivo federal invirtió su capital político enfortalecer su imagen y en colocar su figura como un factor implacable y donde los demás agentes políticos y factores de poder político, económico o social sean incapaces de mostrar oposición o resistencia a sus deseos.

En este sentido, se observa que el estilo personal de gobernar del presidente, se caracteriza por acompañarse de sujetos políticos que más allá de sus virtudes y a pesar de sus defectos, muestran una total aceptación de las directrices determinadas a desarrollar.

Esto ha hecho que el círculo de gobierno del cual se acompaña el presidente, sean personas dispuestas a aceptar sin atisbos de crítica las instrucciones presidenciales.

Esto ha hecho que personas que realizaban tareas logísticas y de apoyo en giras de trabajo, terminen desempeñando funciones de gestión y alta dirección, incluso sin importar si cumplen con el perfil profesional y académico que establecen los manuales, perfiles de puesto e incluso distintas normatividades.

Caso concreto el de la ministra de la SCJN, Lenia Batres Guadarrama y Ulises Lara, hoy encargado del despacho de la Fiscalía General de la Ciudad de México, quien en un trámite exprés consiguió acreditar una licenciatura en derecho; ambos personajes caracterizados más por la lealtad que por sus destrezas profesionales.

Sin embargo, el sello de la actual administración ha sido el de favorecer la lealtad por encima de la capacidad.

La ocurrencia de la actual clase gobernante ha sido un sello donde se ha despreciado y vilipendiado el conocimiento y el esfuerzo.

Si bien es cierto que el conocimiento puede derivar en arrogancia y un desdén por la ignorancia, lo que asistimos hoy es una suerte de revancha, donde se aprecia la irreflexión, donde el conocimiento cede su lugar al ímpetu y el voluntarismo, situación que ha desembocado en una polarización que divide a la sociedad.

Durante 2024, presenciaremos eventos políticos capitales, procesos electorales ríspidos y caracterizados por el insulto y la desinformación.

El panorama exige compromiso y rigor metodológico; nuestro país exige ciudadanía y seguramente muchos de los perfiles políticos que vienen corresponden a una generación permeada por la ética y rectitud, pero las viejas prácticas no se terminarán en la próxima elección.

Alberto Martínez Romero

Licenciado en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM. Tiene un MBA por la Universidad Tec Milenio y cuenta con dos especialidades, en Mercadotecnia y en periodismo de investigación por el Tec de Monterrey. Tiene diversas diplomaturas en Habilidades Gerenciales por la Universidad Iberoamericana y se ha especializado en Relaciones Públicas y Atención de Crisis en Comunicación. Ha sido reportero y editor en medios como Reforma y El Universal. Fue corresponsal en Centroamérica para Reforma y Notimex. Colaboró en la realización del libro “La Huelga del Fin del Mundo”, de Hortensia Moreno y Carlos Amador, primer libro que se escribió sobre la huelga estudiantil de 10 meses en la UNAM en 1999.