La invasión a México, en Churubusco
La semana pasada, tras visitar la sala sobre la invasión de México en el Museo Nacional de Historia Estadounidense, en Washington, ahora recorrimos el Museo Nacional de las Intervenciones, en Churubusco.
Tres siglos antes, entre los ríos Potomac y Churubusco, se trasplantó el antagonismo de dos potencias europeas en suelo americano entre dos países de distinta estirpe: anglosajona e hispánica, protestante y católica, superioridad racial y fusión mestiza, la cual evolucionó en la independencia de ambas naciones con sus propias características de origen.
NACE UNA POTENCIA
Con la invasión a México, Estados Unidos emergió como futura potencia mundial, capaz de prevalecer contra el enemigo en un vasto territorio extranjero, con una población expectante, pobre y alejada de sus gobernantes.
Mientras que a México la invasión armada perduró con el trauma posterior del fracaso de sus gobiernos inestables, la soledad internacional de un país encerrado, débil y endeudado.
La determinación expansionista del presidente Polk contó con la superioridad del nuevo armamento estadunidense como la artillería móvil de rápida repetición Ringgold o el revólver Colt, además de la elevada preparación militar en West Point de oficiales como Ulises Grant y Robert Lee, primero camaradas en México, enemigos luego en su propia patria.
En el museo de Churubusco se expone una bandera norteamericana con 15 estrellas en círculo: representan las 13 colonias más la compra de la Luisiana y otra más grande en el centro, símbolo de la anexión de Texas.
Esta bandera de EU podría ser intercambiada por el lábaro patrio exhibido en el museo de Washington, con motivo del bicentenario de las relaciones México-Estados Unidos.
En Churubusco hay por lo menos tres banderas mexicanas devueltas por el gobierno estadounidense, las cuales fueron capturadas por el ejército invasor.
Después de visitar el ex convento de Churubusco, admiramos el modesto monumento erigido en 1856 por el presidente Ignacio Comonfort, consagrado al culto “de los ilustres y esforzados mexicanos que combatiendo en defensa de su patria le hicieron el sacrificio de sus vidas en este mismo lugar el día 20 de agosto de 1847”.
En la trágica historia de México veneramos a los héroes derrotados que perdieron su vida por la patria, desde Cuauhtémoc a Hidalgo, desde Morelos a Madero, y así, se rinde homenaje a los Niños Héroes de Chapultepec.
Gran estatua tiene el general Pedro María Anaya en Churubusco, famoso por la célebre frase del agotamiento de las municiones, “Si hubiera parque, no estuviera usted aquí”, pero ningún reconocimiento existe al valeroso comandante, el general Manuel Rincón, quien a pesar de dirigir la heroica resistencia no tuvo la habilidad de pronunciar ingeniosas palabras.
La tragedia mexicana se nutre en buena medida por ciudadanos con defectos y virtudes, miedo y valor, traición y lealtad, de los cuales varios héroes se yerguen en estatuas de bronce y otros se hunden en el olvido.
El museo de Churubusco, creado a instancias de Gastón García Cantú, por instrucciones del presidente José López Portillo, refleja un nacionalismo sobrio, ajeno a excesos patrioteros, sin dejar de infundir un noble sentimiento patriótico.
Se reproduce el texto publicado en Milenio, con autorización del autor.