La ofrenda del señor
La ofrenda, la ofrenda, la ofrenda del señor, quien da un peso el señor le da dos.
Ese era el canto para dar el diezmo, jamás pudimos comprobar si existía esa situación de réditos, supongo sí.
Seguimos con aliento a pesar de visitar los umbrales de expirar por minutos en la mesa de cirugía.
Sensacionalismo fascinante las formas de cuadros políticos internacionales, ofrecer soluciones o prerrogativas en el concierto de las masas principales del crimen organizado.
En un solo día trasladan, extraditan, les dan seguimiento, a los procesos penales en el extranjero, de los mexicanos con presente marcado.
Ahí viajan capos grandes y algunos de menor jerarquía.
Contra entrega negociada por el secretario de economía, Marcelo Ebrard, con los contactos en Washington, la administración del presidente Trump aprieta las tuercas por encima de la diplomacia.
Desconfía de los centros de rehabilitación social, nuestras prisiones.
También de los jueces, los agentes ministeriales, los investigadores, la milicia, los marinos y de la sombra de algunos funcionarios públicos en el poder.
Quiere más ofrenda.
Desacralizar hasta el poder judicial impregnado de prácticas poco sensibles, la soberanía nacional o la buena vecindad le valen tres cacahuates, el populismo plutócrata, de derecha de Donald Trump, requiere de víctimas propiciatorias para el altar de la megalomanía.
Ofrendados a los estadunidenses, la promesa de pena capital parece lejana, no lo es.
En México continuaremos la sangría, con armas fabricadas del otro lado del río Bravo, pacto quebrado.