¿Qué secreto deben saber de Trump, Sheinbaum y Samuel García?
Muchos gobernantes de primer nivel han cruzado palabra y sufrido las de Caín con el próximo mandatario de EUA.
Dichos personajes ostentaron altas jefaturas, pero algunos no estaban dispuestos a resistir semejante presión.
Otros han sido muy diestros, pero son mujeres, y es sabido que Trump menosprecia a las mujeres investidas con cargos de primer nivel (es un misógino extremo).
Entonces, lo ideal sería preguntarle a una gobernante en retiro, experimentada, que haya tratado directamente a Trump, cómo domar a la fiera.
¿Existe esa persona?
Sí.
Se llama Ángela Merkel y acaba de publicar en alemán y en inglés su libro de memorias, titulado Der Tiegel.
Dado que aún no hay traducción al español, y se trata de un volumen de casi 800 páginas (áridas como la arena del desierto), lo ideal sería marcarle al celular de la excanciller alemana para intercambiar puntos de vista.
Pero, como es sabido que Merkel se encuentra alejada de focos mediáticos, decidí pedir por paquetería el libro a Barnes & Noble y dedicar el fin de semana pasado a leer este documento muy valioso y muy extenso, del cual extraigo un dato sorprendente.
Trump abrió su actuación frente a Claudia Sheinbaum de la misma forma en que procedió con Ángela Merkel.
Y embestirá a México de la misma forma (o mucho peor) que atacó a Alemania.
A Merkel la dejó con la mano tendida en una rueda de prensa en la Casa Blanca.
Frente a los directivos de BMW y Siemens, a puerta cerrada, la amenazó con aumentar un 25% los aranceles de los automóviles alemanes importados a EUA (“me retuerce la panza ver carros alemanes en las calles de Nueva York”), acusándola de prácticas comerciales desleales porque ensamblaba autos en México.
La insultó diciéndole que los migrantes habían destruido Alemania.
Ella le esquivó cada desplante con datos duros y él la rebatió con quejas, haciéndola sentir culpable.
Sin embargo, a Merkel le gusta repetir un dicho germánico: “una cosa es predicar y otra es dar el trigo”.
En su vuelo de regreso a casa, Ángela Merkel llegó a dos conclusiones: la primera, que Trump asume la diplomacia desde la perspectiva de un especulador inmobiliario: “si no me adjudico yo una propiedad, se la adjudica otro”.
La segunda conclusión es que Merkel no debió apersonarse con Trump.
Apenas aterrizó en Alemania, Merkel recibió una llamada de su homólogo norteamericano: EUA rescindiría todos los contratos con Alemania.
A eso se le llama saña.
Ildefonso Guajardo recomienda al equipo negociador de Claudia Sheinbaum que, por ningún motivo, se propicie un encuentro próximo entre mandatarios.
Sheinbaum sería ridiculizada, como lo intentó Trump con Merkel.
¡Es tan predecible!
Por eso, más allá de pugnas partidistas, Marcelo Ebrard debería integrar a Ildefonso Guajardo a su team de negociadores del T-MEC y tener muy cerca a expertos en materia político-empresarial, como Carlos H. Suárez.
Y más allá de su cargo como gobernador de Nuevo León, Sheinbaum debería contar con Samuel García y sus estrechos vínculos con altos inversionistas norteamericanos, como palanca de presión que rinda réditos.
A la mitad de su libro, Merkel alude a una frase atribuida a Deng Xiaoping: “Esconde tus puntos fuertes y espera a que llegue el momento”.
Digan lo que digan ciertos asesores fundamentalistas de Claudia Sheinbaum, ese momento no ha llegado.
Trump jurará como presidente de EUA hasta el próximo 20 de enero.