Vanidad de vanidades
Poco le damos importancia a la salud.
Evitamos con prisa a quien abre la puerta de la tienda de autoservicio.
En cambio, nos asombra Taylor Swift en su palco del Super Tazón.
Solo cuando visitamos la consulta anual.
Ante los enfermos crónicos.
Dializados con terapias infames.
Amputados sin familia.
Vagabundos al filo de la banqueta.
A todos ellos la necesidad los enfrenta al peor escenario.
En el internamiento dos vecinos expiraron.
Caminar sin necesidad de ayuda es un lujo.
Los alimentos magros apenas caen al estómago y salen por el colón.
Los aromas para quienes siempre hemos sido exigentes.
La ducha es todo un éxito.
Aprender a moverse causa rabia y nos enciende la ira.
A la par de una bolsa con desechos humanos y un flotador para sangre.
Más de 20 puntadas por encima del ombligo.
En el lecho, quienes visitaron en el 124 o en casa, repiten la pregunta sobre la eternidad.
Fuimos el quinto al bato en el quirófano.
Miedo. Solo al dolor....
Las cuatro horas de intervención pasaron a confirmar la bondad de un ejército de un reloj de amorosos.
Seis días escuchando y compartiendo silencios.
En la hiperactividad auditiva.
Las venas rotas por las agujas y las costuras.
Hemos prometido alentar a quienes pasan por el quirófano.
A las huellas de las cirugías.
Somos vanidad de la juventud entrando a la madurez.
Sin pretextar riqueza mal habida.
Tráfico de influencias o facturar en lo oscurito.
Eso le pasa al alcalde de San Pedro Garza García.
Miguel Treviño se sintió como Nabucodonosor.
Sus pies de barro van hacia abajo.
Ni Lorenia, ni Viviane, tendrán el privilegio de dirigir el municipio.
Su soberbia, como enfermedad social, es la nota negativa para seis años de improvisación.
En nuestra postración, vemos el ridículo de sus paladines del clima, mostrando ignorancia, sobre la contaminación de PEMEX.
Olvidan sus empresas, donde reciben el salario de la polución estilo club campestre.