Vida breve
En las últimas décadas, hemos vivido un profundo cambio tecnológico.
anto, que ya no lo percibimos, y nos cuesta trabajo imaginar cómo era la vida sin celular o computadora.
No nos detenemos a pensar que, sin estos avances, sería imposible el funcionamiento de la economía como la conocemos.
Aunque todo mundo se queja, buena parte de las personas vive mejor de lo que vivían los reyes hace 200 años, cuando todavía mandaban, o los magnates de hace 100.
Al menos seis mil de los ocho mil millones de seres humanos tienen acceso a bienes y servicios que aquellos poderosos del pasado, un puñado, no pudieron siquiera imaginar.
Sin embargo, este proceso de avance acelerado tiene algunos efectos que pasan aún más desapercibidos.
Uno de ellos es la necesidad de actualizar con más frecuencia las herramientas.
También de esto se quejan mucho, porque “necesitan” cambiar su celular o computadora cada pocos años.
Incluso se ha creado el término “obsolescencia programada” para culpar a las empresas de estos cambios.
Aunque eso pueda ocurrir en algunos casos, este fenómeno resulta de dos procesos.
Uno es precisamente este acelerado cambio, que deja atrás lo que un par de años antes era un avance espectacular; el otro es el uso de materiales más baratos para que los productos sean accesibles a esos seis mil millones de personas.
Pero siempre es más fácil culpar a otros, como usted ya sabe.
Bueno, esta necesidad de reemplazar las herramientas con mayor frecuencia tiene un efecto muy importante en economía que, sin embargo, no he visto que los colegas tomen en consideración.
Me refiero a lo que en economía llamamos “consumo de capital fijo”, que es algo parecido a lo que los contadores denominan “depreciación”.
Este concepto es la traducción de una inversión de largo plazo en flujos de corto plazo.
Si usted construye un edificio, puede aspirar a que funcione muy bien durante 20 o 30 años.
- Más allá de eso, tendrá que darle mantenimiento y poco a poco actualizar diversos componentes (tuberías, electricidad, pisos, etc.).
- Por eso, para calcular cuánto cuesta ese edificio, se “deprecia” cada año en un 3%, con lo que al cabo de los 30 mencionados, su valor desaparece.
- Se va uno comiendo poco a poco el activo.
- Para los vehículos se estimaba una vida de diez años, y de cuatro para las computadoras, por poner ejemplos.
Cuando uno revisa las cuentas nacionales, se encuentra con que ese “consumo de capital fijo” que tradicionalmente se estimaba en una cantidad fija del orden del 10% del PIB ha crecido notablemente en los últimos treinta años, y ahora se encuentra claramente por encima del 16%.
Así, cuando vemos que la inversión nacional está en 20 o 22% del PIB, en realidad apenas 4 o 6% es realmente inversión; el 16% restante se ha ido en depreciación.
Por eso, una inversión del 22% del PIB es hoy la mitad de lo que era a inicios de los 90.
Más interesante aún, esto significa que las inversiones tienen un plazo de vida relativamente breve.
Si antes uno podía confiar en que al instalarse una fábrica en el pueblo eso podía significar décadas de empleos, ahora no hay garantía más allá de cinco años.
En ese lapso, todo lo instalado ha dejado de tener valor, y el reemplazo puede ocurrir en el mismo lugar… o en otro.
Creo que es importante que este tema se empiece a discutir, porque las grandes inversiones que llegaron a México con el TLCAN tienen una vida más breve en el TMEC, y a falta de éste, apenas algunos suspiros.
Creo que seguimos aplicando lo que aprendimos antes a un mundo totalmente distinto.
De ahí la gran cantidad de errores que vemos en todos los ámbitos públicos, desde la política hasta la academia.