Zedillo y la denuncia de un crimen
Cuando el tabasqueño no sabe qué decir toma el carril de la huida y utiliza el sarcasmo del burlador:
- “Traen a Zedillo a decir que hay una dictadura en México, es de risa”.
- “Sólo hacen el ridículo”.
Lo cierto, es que al tabasqueño le preocupó el discurso.
Era un presidente en retiro dirigiéndose a un presidente en funciones.
Un mensaje entre iguales.
Uno –Zedillo– diciéndole al otro: te has convertido en un abusivo dictador.
Más que una conferencia dictada ante los abogados del mundo, lo que hizo el expresidente mexicano fue desenmascarar al perpetrador de un crimen.
Un asesino de instituciones que “transformó su frustración” –“por no contar con una Corte sumisa”– en una “venganza brutal” para desbaratar al Poder Judicial, acabar con su independencia y consumar un golpe de Estado.
Periodistas, académicos, intelectuales nos hemos dedicado a calificar al obradorato como una dictadura y nuestros textos y palabras siempre han caído en el vacío.
Pero, en esta ocasión lo confirma un ex jefe de Estado:
“La reforma judicial aprobada por el Congreso “enterrará la democracia mexicana…”
Zedillo fue cuidadoso.
Utilizó la palabra tiranía para no excederse, pero en las partes medulares del texto la reforma judicial se convierte en la radiografía de un acto delictivo y dictatorial premeditado en el que participaron varios actores.
¿Quiénes?
- Principalmente los cerebros, los perpetradores de un crimen de Estado.
- Los verdugos nazis que planearon en los sótanos la demolición del Poder Judicial para eliminar el único contrapeso constitucional que quedaba y quedarse con el poder absoluto.
¿Qué otros actores?
- Los que echarán a andar la maquinaria oficial para elegir en las urnas a jueces, ministros y magistrados dóciles al régimen.
- Para realizar unas lecciones que califica Zedillo como una “grotesca farsa”.
¿Quiénes más?
- Los consejeros del INE y del Tribunal Electoral que otorgaron al partido oficial una absurda sobrerrepresentación, resultado de una interpretación “retorcida y mal intencionada” de las reglas para asignar escaños de más, a los diputados del régimen.
Zedillo esboza al huevo de la serpiente, la gestación acelerada de una dictadura que va tomando forma y fuerza. Deja ver un escenario dominado por políticos obscenos, simuladores y farsantes.
Por oportunistas que, bajo la tutela de un dictador frustrado, cargan la pala para enterrar la democracia.