Claudia y los cazadores de la ciencia perdida

Francisco Sepúlveda Cañamar DETONA: Se queja un contacto de que “criticó mucho a las minorías”

Dos puntos de aclaración:

El primero: solo a las minorías que se quieren imponer sobre las mayorías, por la razón que sea.

Segundo punto: todos somos minoría, en algo.

Por ejemplo, yo soy científico. Y la cantidad de científicos en el país es irrisoria: 23 por cada 100 mil habitantes, cuando el número debería de ser de unos 400 por cada 100 mil habitantes.

Vamos, en todo el planeta, se calcula que hay alrededor de 7 millones de científicos.

Sí, 7 millones, para una población de 8 mil millones de personas.

¿Debo de salir a las calles y exigir qué la gente se “vuelva científica”, así como ahora muchos exigen que nos volvamos inclusivos?

¿Debo de exigir qué “me traigan a los niños para leerles cuentos”, perdón, textos científicos?

Si un tipo de 100 kilos y 57 años, como yo, no pide, exige eso ¿no les va a rondar la palabra “pederastia” en la cabeza?

Entonces ¿por qué muchos lo permiten con otros adultos? Y no entró en detalles, por temor de que me tachen de alguna “fobia”.

Esto es sencillo: si yo les pido que piensen en un científico, sé sin preguntar que alrededor del 90% de ustedes pensaron en Einstein. Y lo digo sin temor a equivocarme.

Si les pido que piensen en un científico malévolo, sé que el 90% de ustedes pensaron en automático en el Dr. Víctor Frankstein. Igual, sin temor a equivocarme.

Pero ¿por qué no pensaron en el Dr. Indiana Jones, arqueólogo?

Porque ¿cómo puede un científico ser tan “aventurero”, y estar tan “guapo” (verdad, compañeras)?

Peor, como escribí “científico”, mucho menos pensaron en “Bones”, una hermosa rubia (ahora, ¿verdad compañeros? Hay que ser igualitario), que es científica médica forense.

Aún peor: muchos no pensaron en nuestra actual presidenta, la Dra. Claudia Sheinbaum.

Muchos pueden pensar: “Es que ustedes los científicos no han sufrido persecución y opresión, como muchas otras minorías” (sic).

Error: desde Hipatia de Alejandría, pasando por Miguel Servet y Giordano Bruno, siguiendo con Galileo Galilei, y terminando con Einstein y Oppenheimer. Porque ¿muchos ya olvidaron el motivo por el cual Einstein tuvo que huir de Alemania, y terminó viviendo en los EUA? ¿Muchos ya olvidaron el final de Oppenheimer, cuando renegó de su creación? Y eso por no mencionar a Nicolás Tesla, fallecido en la más oprobiosa pobreza.

Pero esa es la diferencia entre los científicos y el resto de las minorías: nosotros no exigimos que todos se vuelvan científicos.

Y no es una actitud “soberbia”, o “pedante”.

Es, simplemente, que nuestro entrenamiento nos obliga a saber respetar la autonomía y las preferencias del resto de las personas.

Pero, igual: nos obliga a luchar contra la infodemia, y contra las injusticias. Y si todos los científicos no realizan esta lucha, entonces, no son científicos de verdad.

Le pueden preguntar a nuestra actual presidenta.

Qué más quisiera yo que hubiera más contenido científico en los medios audiovisuales y en redes sociales.

Pero llevamos el riesgo de que pase lo mismo que le ocurrió a los que quisieron imponer la inclusión: el público terminó saboteando sus productos y/o propuestas, al percibirlas como una imposición.

Y es que, como científicos, no olvidamos las leyes de la ciencia del mercado, empezando por la primera: la gente no va a consumir un producto con el cual no se siente identificada, menos, si dicho producto no es algo prioritario.

Así que la ciencia la dejamos para el que verdaderamente quiera saber ciencia.

Ahora, me extraña muchas veces la reacción de la gente con la ciencia.

Verán: voy a poner dos ejemplos.

El primero: los antivacunas. En México tenemos alrededor de un 11% de la población que, sinceramente, piensa que las vacunas se utilizan para “perjudicar” a la población.

El problema es que ese 11% influye de manera negativa en el resto de la población, sobre todo los jóvenes.

Segundo: pero muchos están de acuerdo en el cambio climático, y yo tengo mis dudas.

Porque, hay situaciones que no se han explicado, como, por ejemplo, el “período cálido de la Edad Media”: un par de siglos medievales donde hubo un aumento más que significativo de la temperatura del planeta, pero mucho antes de la Revolución Industrial.

Ahora, estamos en un período donde estamos saliendo de una glaciación.

Y, yo no sé ustedes, pero yo he revisado la cantidad de hielo en el Ártico en los últimos 40 años. Y resulta que, viendo la proyección (lo pueden hallar en YouTube), el hielo aumentó en invierno, y disminuye en verano. Algo esperado.

Pero sin una disminución significativa, y real, en los últimos 40 años.

Simplemente aquí en la entidad: tuvimos una sequía (algo que ya ha sido registrado). Pero ahora, tenemos tanta agua, que el gobierno del estado de Nuevo León teme que lleguen más lluvias, porque no hay manera de que el suelo absorba las precipitaciones.

Sin embargo, muchos tienen el argumento de que “es que las farmacéuticas se beneficiaron con la pandemia”, y reniegan del beneficio de las vacunas.

Pero ¿no hay acaso compañías, y hasta países qué se benefician del “cambio climático”? Sin ir más lejos: los EUA todavía codician el petróleo venezolano, y siguen intentando derrumbar el gobierno sirio, así como lo hicieron en su momento con Libia e Irak.

Si hay un “cambio climático” ¿por qué seguir buscando combustibles fósiles?

Puse dos ejemplos de lo más emblemático, porque me resulta no increíble, pero sí muy risible, de que haya gente que realmente piensa que los científicos del área de la salud, somos como Víctor Frankstein, mientras que los científicos del área medio ambiental, son todos como Einstein.

Y no me mal interpreten: claro que quiero energías más limpias. Pero, siendo científico, quiero también la verdad.

Porque un científico que no respeta la autonomía de las personas, y no exige la verdad, no es un científico.

Y sí: seguiré despotricando contra minorías que busquen imponerse sobre la mayoría.

Porque pienso, es más, soy un convencido, de que ese estilo de cosas fueron las que tuvieron oprimida a la mayoría de la población en el pasado: cuando una minoría se impuso sobre los demás.

Claro, eso me llevaría hasta los albores de la civilización, cuando un puñado de vivales se autoproclamaron “reyes por derecho divino”, y otros “los únicos autorizados a hablar con los dioses”, o la casta sacerdotal.

Y los últimos: los que dijeron que te “iban a defender”, y, con tal de no trabajar la tierra, mejor se fueron a hacer la guerra.

Si no hemos aprendido del pasado, vamos a seguir cometiendo el error de “aceptar” que minorías nos sigan imponiendo, y oprimiendo, en el futuro.

Por lo menos yo, no pienso aceptarlo. Y sí, pienso hacer divulgación científica. Aunque muchas veces tenga que ser sociológica, para poder preservar nuestra sociedad democrática.

Por lo pronto, espero que, con la Dra. Claudia Sheinbaum, haya un “boom” de nuevos científicos en nuestro país. Y que la ciencia mexicana, deje de estar “perdida”. 

Que así, sea.
Francisco Jesús Sepúlveda Cañamar

Médico oftalmólogo. Nacido y criado en Monterrey, N.L (1967). Maestro en ciencias por la UJED. Premio a la productividad científica del IMSS en 2013. Miembro de la Sociedad Mexicana de Oftalmología, y de la Real Sociedad de Medicina de Inglaterra. Miembro fundador de MORENA. Activista político y médico (Movimiento Médico 22 de junio).