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¡Dejemos la simpleza, el engaño y la estupidez!

En política son los medios, no los fines, los que cuentan. “Nunca se ha mentido tanto como ahora. Ni se ha mentido de una manera tan descarada, sistemática y constante”, escribió Alexandre Koyré, que bien puede aplicarse a la frase “el fin justifica los medios”. La frase ya no nos revela, más bien nos oculta; el contenido del lenguaje se convierte en un fin para ocultar las intenciones y lograr nuestros fines solo con los medios, defraudando y engañando a los demás. El engaño es un elemento habitual en muchas interacciones humanas, aunque esta sea una realidad perturbadora y desagradable. Decía Sören Kierkegaard: “Existen dos maneras de ser engañados: Una es creer lo que no es verdad, la otra es negarse a aceptar lo que sí es verdad"; y una frase de Pio Baroja: "A una colectividad se le engaña siempre mejor que a un hombre”. Pero como todo en la vida, llega un momento en que el o los engañados se percatan de la mentira, la comunicación se enturbia, se oscurece... y la relación termina.