Enterados
La noticia es, sin duda, la caída de Bashar al Assad en Siria.
Desafortunadamente, en México hay muy poco interés por lo que ocurre en el mundo.
Es curioso, pero la lectoría de esta columna se reduce a la mitad cuando el tema es económico, en lugar de político; y cuando la perspectiva es internacional, con suerte llega a la cuarta parte.
Simplemente, no hay interés.
Aprendimos en la escuela una historia patria que omitía referencias al mundo.
Así, no nos damos cuenta de que la Intervención Francesa ocurrió porque Francia quiso aprovechar la Guerra de Secesión en Estados Unidos, y terminó cuando fue Francia misma la que tuvo que entrar en guerra, con Prusia.
Mucho menos nos enteramos de que México y España celebran su independencia en el mismo año: nosotros de ellos, y ellos de la Francia de Napoleón.
Del impacto de la Primera Guerra en la Revolución, o de la Segunda Guerra en la estatización del petróleo, ninguna idea.
Eso fue cuando teníamos un mal sistema educativo.
Ahora es peor, así que si llegan a escuchar de otros países los niños de primaria, será de Cuba, Venezuela, Nicaragua, y les será difícil ubicar en un mapa incluso a países europeos.
Ya no hablemos de encontrar a Siria, Líbano, o peor: a Georgia (que lleva una semana luchando contra la intervención rusa), o a los países del Sahel: Chad, Mali, Burkina Faso, Senegal, que hace diez días expulsaron a Francia para quedar en manos de Rusia, con la mala suerte de que ahora Rusia a duras penas puede mantener el control de su propio territorio.
Habrá quienes piensen que no tiene mucho caso preocuparse por Rusia, tal vez porque no saben que hace ya un par de años ese país depende de China.
De China sí se enteran de vez en cuando, porque lo que compran viene de ahí, ahora incluso los autos, y medio habrán visto que ese país se ha convertido en un tema entre México y Estados Unidos.
Si se informan con los medios gubernamentales, ya estarán en pie de guerra contra los gringos y pidiendo que nos unamos a China y a los BRICS.
En el imaginario, alimentado no sólo por esos medios gubernamentales, sino por otros que son muy optimistas, el siglo XXI es el siglo de China, y conviene cambiarse de vecindario.
Apenas algunos se habrán enterado del estallido de la burbuja inmobiliaria en ese país, hace ya tres años, que los tiene tan atorados que han tenido que incrementar sus ventas al exterior, por debajo del costo, con tal de no reconocer la crisis.
Por eso pueden comprarse hoy autos chinos tan baratos en México.
Habrá un puñado de personas que sepan que China pierde población en edad de trabajar desde hace diez años, y que al ritmo que va (que no puede cambiarse de pronto), en dos décadas habrá perdido 300 millones de trabajadores. La ilusión del crecimiento sostenido en una dictadura, una vez más, resultó sólo eso.
Pero China es el gran comprador, casi el único, para todo el resto de América Latina.
Sólo nosotros vendemos manufacturas, y a Estados Unidos.
La desaceleración china puede ser una hecatombe para Sudamérica.
En los últimos tres años, las importaciones chinas han caído casi 20%, desde un máximo que se alcanzó justo después del estallido de la burbuja: noviembre de 2021.
Como ocurrió con esas “transformaciones” de México en los últimos dos siglos, el contexto internacional resulta determinante.
Desde 2009 en todas las democracias del mundo los partidos tradicionales han perdido apoyo y han surgido demagogos, apoyados por los autoritarismos asiáticos.