La disimulada queja de Ebrard ante el personaje santificado y sacralizado del Palacio Nacional
Cuando todo indicaba que la 4T constituía un bloque monolítico, una indestructible formación pétrea, salta Ebrard de golpe fuera de la caja, se mueve sin importarle salir o no en la fotografía y abandona, en apariencia, las posibilidades de pertenecer al carro completo junto con un nutrido grupo de correligionarios. ¿Sí...?
El ex Canciller se deslinda como si intentara desafiar al gran elector con la ingrávida seguridad de saberse invulnerable ante la UIF, el SAT y la FGR.
Ebrard no parece mostrar miedo ante una factible represalia orquestada por el poderoso extorsionador que habita en el palacio de la pureza, desde donde ha chantajeado, con notable éxito, a una cáfila de ex Gobernadores de la oposición amenazados de ser privados de la libertad al poder ser acusados de lavado de dinero o de enriquecimiento inexplicable, de no ceder la plaza a los candidatos de Morena.
Ebrard afirma con su actitud, por la vía de los hechos, no.
En su sorprendente discurso crítico en relación al movimiento al que pertenece, porque de partido político no tiene nada, Ebrard se dirige, en silencio, a una figura invisible imposible de localizar en el organigrama, pero que gobierna, impone, ordena y manda como en los años de la Dictadura Perfecta, cuyo nombre sólo AMLO desea recordar.
A ese personaje sacralizado, santificado, Ebrard eleva en silencio sus plegarias en forma de una disimulada queja, para informarle lo ocurrido en la 4T en los últimos meses, como si esa figura omnisciente ignorara la realidad.
Ebrard se negó a firmar un acuerdo sobre el sorteo de las encuestadoras para elegir al aspirante a coordinar los comités de defensa de la 4T: coordinador, no "candidato", para no caer en los supuestos de los actos anticipados de campaña, una burda chicana electoral.
Además de lo anterior, el ex Canciller presentó una petición formal ante el Consejo Nacional para descartar a dos casas encuestadoras que, según él, no reunían los requisitos de objetividad para cumplir con su tarea luminosa.
AMLO tampoco habrá visto ni oído nada relativo a la compra de los dictámenes de esas empresas ni habrá intervenido en la cancelación de los debates entre los candidatos de Morena para cuidar la imagen de Sheinbaum.
Algún operador perverso lo estará haciendo a sus espaldas.
Ebrard exigió la cancelación de acarreos y brigadas a favor de la ex Jefa de Gobierno, demandó la cancelación inmediata de una elección de Estado y exhortó a suspender el uso ilícito de recursos públicos provenientes del banco y de la Secretaría del Bienestar.
Pidió airadamente denunciar a un número telefónico la existencia de bardas y anuncios espectaculares a nombre de su adversaria, para borrarlas y así respetar la libre voluntad popular.
El ex Canciller está también en contra de las innombrables cuadrillas creadas para amenazar a las personas con la consecuencia de retirarles sus apoyos de no votar por Claudia.
Hace bien Ebrard en protestar para que un AMLO enceguecido imponga el orden, ya que éste debe encontrarse dedicado a resolver los terribles problemas nacionales, por lo que difícilmente podría estar al tanto de los acarreos y de las brigadas de apoyo para favorecer a una candidata, así como de las consecuencias económicas que padecerían las personas humildes de no votar por ella.
¡Claro que el titular del Ejecutivo castigaría con el debido rigor ético si alguien intentara llevar a cabo una elección de Estado!
Ebrard tiene la razón al tratar de informar a López Obrador de que se usan ilícitamente recursos públicos para acarrear gente, pintar bardas, camiones y espectaculares a favor de Sheinbaum.
¿Cómo no darle la razón a Marcelo, cuando él mismo afirma que "es lo peor que ha visto en la materia?".
Ya es hora de que AMLO sea informado de lo que ocurre en el ámbito electoral de su propio movimiento para que no haya mano negra y se respete la voluntad política de los suyos, porque la ley, siempre sí es la ley, ¿no...?