La prostitución de las encuestas
Las casas encuestadoras lo sabemos. Antes de salir a la calle a seducir al ojo crítico, hay quien vende su encuesta al mejor postor, aunque usted, no lo crea. Su peligrosidad y lindeza es tanta que los interesados en su notoriedad, le ponen precio para que salga al mercado electoral bien emperifollada.
No se necesita mucha sapiencia para distinguir una encuesta virgen de otra maquillada.
Una encuesta tiene valía si conlleva metodología y ética. La metodología es un tema que se analiza en foros nacionales desde hace 80 años; un problema técnico tiene una solución técnica, así de sencillo. Mi preocupación es la ética.
ÉTICA, con mayúsculas.
Se necesitan códigos de ética para el buen uso de la investigación.
La Asociación Mundial para la Investigación de la Opinión Pública (WAPOR, por sus siglas en inglés), de la cual soy miembro vitalicio, tiene un Código de Ética que enumera las responsabilidades de los investigadores y patrocinadores, las reglas en el resguardo de reportes y resultados de las encuestas, los formalismos entre investigadores, así como los principios entre encuestadores y encuestados.
Existen casas encuestadoras que siguen estos códigos y merecen todo el respeto internacional; no obstante, subsisten otras, las menos, que se prostituyen por los intereses de patrocinadores, ya sean candidatos, partidos políticos, coordinadores de campaña, grupos de poder o periodistas que buscan verse beneficiados económicamente, incluso, por simple amarillismo; porque el amarillismo, vende.
¿Cómo saber si una encuesta es neta?
Antes de echarnos un clavado en los resultados, cuatro recomendaciones:
- Advertir el prestigio de la casa encuestadora.
- averiguar la línea editorial del medio que la difunde.
- Sondear al patrocinador de la misma.
- Consultar la metodología.
Si la encuesta no incluye metodología, no vale la pena tomarse en serio los resultados.
- En la metodología, mínimamente, observar qué tipo de muestreo se utilizó, cuál es su cobertura, cuántos casos fueron aplicados, cuál es el nivel de confianza y el margen de error estimado; si notifican los rechazos, mejor aún.
- Si los datos metodológicos no se difunden, es probable que una mano negra esté intentando manipular a la opinión pública.
- O bien, que la ignorancia o barbarie demoscópica esté atrás de los resultados que, para el caso, es la misma gata revolcada.
- Los partidos y actores políticos conocen el enorme protagonismo e influencia de una encuesta.
- Y aunque a veces, todas yerren, porque ha sucedido, seguirán siendo imprescindibles.
No falta mucho para que la Inteligencia Artificial (IA) nos lea la mente, cuando no lo está haciendo ya.
Mientras eso no suceda, la encuesta seguirá viva, buscando los entresijos de la opinión pública.
La encuesta es el único camino para tantearnos, siempre y cuando hable desde la ética y la metodología, dos ingredientes que le dan credibilidad y confianza.