La raíz de todos los males
En México, siempre culpamos a los líderes políticos por los problemas del país.
Sin embargo, ¿Qué tal si el verdadero problema somos todos?
Por desgracia los ciudadanos suelen depositar su confianza y esperanza en los políticos sin cuestionar sus acciones.
Esto ha ocasionado una falta de rendición de cuentas y una ausencia de crítica constructiva.
Los políticos, por su parte, se benefician de esta dinámica y aprovechan la lealtad ciega de sus seguidores para mantener su poder.
La falta de crítica y cuestionamiento hacia los políticos ha llevado a una serie de problemas, incluyendo la corrupción, la impunidad, la ineficiencia y falta de resultados.
Es fácil caer en la tentación de señalar a figuras políticas como la raíz de todos los males.
Sin embargo, vale la pena reflexionar si el verdadero problema no reside en ningún político en particular, sino en la propia ciudadanía y su relación apática y disfuncional con el poder.
México tiene una cultura de idolatría política que daña gravemente los fundamentos mismos de la democracia.
Esta adoración ciega a los políticos se manifiesta en diversas formas, todas igualmente dañinas para el desarrollo de una sociedad crítica y participativa.
Desde el inicio del sexenio pasado existe una tendencia alarmante hacia la veneración política.
Los ciudadanos, en lugar de ver a sus representantes como servidores públicos sujetos a escrutinio, los elevan a un estatus de Dioses perfectos.
Esta actitud fomenta un culto a la personalidad que desvanece la línea entre el líder y el mesías, entre el funcionario y el salvador.
Asimismo, la confianza y esperanza depositadas en los políticos a menudo rayan en lo irracional.
Los votantes, desesperados por soluciones rápidas a problemas sistémicos, proyectan sus anhelos en figuras carismáticas que prometen el cielo y la tierra.
Esta fe ciega no solo es ingenua, sino peligrosa, pues exime a los líderes de la responsabilidad de rendir cuentas y cumplir sus promesas.
Quizás lo más preocupante sea la falta de pensamiento crítico y cuestionamiento por parte de la ciudadanía
En una democracia saludable, los votantes deben ser vigilantes activos, dispuestos a cuestionar, criticar y exigir resultados a sus representantes.
Sin embargo, en México, existe una cultura de sumisión y adulación que elimina el debate constructivo y el desacuerdo necesario para el progreso.
Esta situación se ve afectada por un sistema educativo que no fomenta adecuadamente el pensamiento crítico y la participación cívica.
Desde niños los mexicanos no son suficientemente instruidos en la importancia de la participación ciudadana activa, ni en las herramientas necesarias para evaluar críticamente las propuestas y acciones de sus líderes.
La adulación política ha causado mucho daño a México
Debemos encontrar nuevos mecanismos que nos obliguen a exigir resultados y prohibir la adulación y el culto a la personalidad.
Para romper este ciclo vicioso, es muy importante un cambio de mentalidad colectiva.
Los ciudadanos deben entender que nosotros somos los patrones y los políticos nuestros trabajadores.
Es necesario fomentar una cultura de participación ciudadana activa, donde el cuestionamiento y la crítica constructiva sean la norma, no la excepción.
La solución a los problemas de México no vendrá de un líder mesiánico ni de un partido político en particular. Surgirá de una ciudadanía informada, crítica y comprometida, que exija transparencia, rendición de cuentas y resultados tangibles.
Solo cuando los mexicanos dejemos de buscar salvadores y empecemos a asumir nuestra responsabilidad cívica, podremos construir la nación que merecemos.