Las filas del bienestar

Sostuve y confirmo ahora, que lamentablemente tenían razón quienes señalaban desde el 2006 que “López Obrador era un peligro para México”.

Desde antes de concluir el domingo 01 de Julio de 2018, el júbilo se desbordaba entre los miembros de MORENA y sus aliados electorales: Andrés Manuel López Obrador había ganado la elección por un amplio margen y la promesa de que todo cambiaría de la noche a la mañana -con su simple llegada al poder presidencial-, estaba todavía en el ambiente

¡Cuánta esperanza depositada en la transformación!

Recuerdo aún imágenes y videos de aspirantes al bienestar del obradorismo (candidatos), que repetían una y otra vez que México “sería infinitamente mejor” con ellos.

¡Vaya! Hubo quienes sin hacer campaña resultaron electos por el efecto del triunfador.

Para quienes ya conocíamos al tabasqueño, quedaba claro que la realidad sería completamente distinta: su incapacidad estaba demostrada en sus responsabilidades anteriores y fue, y seguirá siendo, un agitador profesional, siempre un personaje al que se le da más fácilmente la destrucción que la construcción. De hecho, dudo que en su ADN político, “construcción” sea un concepto que tenga intención de ejecutar. 

López Obrador no tiene, ni de lejos, madera de estadista, porque no sabe gobernar...

...lo suyo es ser jefe de partido, coordinador de campaña, movilizador territorial...

...y para desgracia del país, lo ha hecho la mayor parte de las veces con recursos públicos, producto de la extorsión política, la mentira y la traición constante a sus electores. Antes como opositor, ahora como mandatario.

Hay quienes dicen que el presidente siempre habló con sinceridad sobre sus intenciones; quizás tengan razón, sin embargo, la mentira fue el arma más poderosa que usó para atraer a sus votantes. En lo personal, al originario de Macuspana hay que leerlo, justo porque hace todo lo contrario de lo que promete. No abundaré en sus promesas de campaña, pues prácticamente no ha cumplido ninguna, pero me quiero referir especialmente a una que marcará su sexenio:

“La lucha contra la pobreza”.

Para permear su narrativa, escogió el término “BIENESTAR”, lo que en términos sociales incluye aquellas cosas que inciden de manera positiva en la calidad de vida: un empleo digno, recursos económicos para satisfacer las necesidades, vivienda, acceso a la educación y a la salud, tiempo para el ocio, etc.”.

Ninguna de las variables anteriormente mencionadas se han hecho realidad en su gobierno.

Se han perdido empleos, se eliminaron recursos y programas que antes funcionaban en beneficio de los mexicanos, en particular de los más necesitados y sí, lo único que aumentó fue la corrupción, la carestía, la pobreza y las filas, filas y filas para mantener cautivos a los beneficiarios de programas y servicios, sólo con objetivos nítidamente electorales y de dependencia gubernamental.

Los primeros meses de su gobierno se anunciaba, con mucha claridad, el declive de los indicadores del bienestar en México. Las filas iniciaron cuando surgió la figura de los “Siervos de la Nación”, que no son otra cosa más que los operadores electorales territoriales de Andrés Manuel López Obrador, bajo el mando de los “superdelegados”, quienes prácticamente aseguran su pase a las diversas candidaturas con el uso clientelar de sus facultades.

La elaboración de los padrones también se hicieron a través de esas filas: adultos mayores, jóvenes, personas con discapacidad, mujeres -a las que por cierto se les empezó a quitar todo lo anteriormente avanzado- que llevaban sus documentos para validar su identidad.

Todo se hacía y se sigue haciendo en la calle, el chiste es “que se vean las filas de la esperanza que otorgará el patriarca benefactor”.

Luego surgió la flamante idea de que se construirían, a través del ejército, los famosos Bancos del Bienestar, que, de acuerdo con los reportes oficiales, han consumido al menos 50 mil millones de pesos sin beneficio real para el país. Ahí también observamos como se amplían las filas y filas y filas de personas que en ocasiones se preguntan ¿por qué no se ha depositado el apoyo?

Durante la pandemia también había que formarse. Dos símbolos importantes de la mayor parte de los países populistas aparecieron: filas en la calle y la presencia de la Guardia Nacional, que para sorpresa de los mexicanos y del mundo, ocupan, por la falta de mantenimiento, el sistema de transporte colectivo más popular del país, para cuidar la candidatura de la “corcholata” favorita del presidente: el metro de la CDMX.

Recientemente, un reportaje de la periodista Miriam Moreno, en los noticiaros de Ciro Gómez Leyva, dio cuenta del calvario que padecen los usuarios del maltrecho sistema de salud pública. 

No son suficientes los esfuerzos del personal de salud, a quienes, desde el inicio del obradorato, se les responsabiliza por la falta de insumos en el sector y se les pide, incluso, que “cooperen” para cubrir las necesidades de los pacientes, cuando es el gobierno el que debe asumir ese compromiso y reflejarse en el presupuesto público, el cual, tristemente, ha sido desviado para satisfacer las necesidades electorales del presidente y los candidatos de su partido.

Las filas del bienestar aumentan peligrosamente ante la carestía y la falta de respuestas de un gobierno fallido, tanto como se incrementa en millones de personas la desilusión por el fracaso del supuesto bienestar.

Ante este panorama, sólo queda preguntarnos: ¿cuándo los mexicanos empezarán a formarse por las raciones de comida?

Sostuve y confirmo ahora, que lamentablemente tenían razón quienes señalaban desde el 2006 que “López Obrador era un peligro para México”.

Reitero que cualquiera de los candidatos presidenciales impulsados por el presidente y su partido, también lo son.

Evitar la instauración de “El proyecto de Demolición Nacional” de Morena y sus aliados, es una tarea que no debemos dejar de lado. 
Adriana Dávila Fernández

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Altiplano del estado de Tlaxcala. Su trayectoria profesional y política la ha desarrollado en los Poderes Legislativo y Ejecutivo Federales, así como en organizaciones de la Sociedad Civil.