Make a wish
Cambiamos de lado a lado desde hace un año.
Volvimos a la vida después de ir de salida, tenemos fe o la perdimos.
Es la realidad inconfesada, la generación siguiente, la postrera, resulta cruel y apática.
Brinca directo al vacío.
Tampoco las condiciones les permiten porvenir de dicha o felicidad.
Pedimos un deseo, despertar a la conciencia, abandono de estigmas lisonjeros o extremismo de relajación.
En la sinfonola, pues la orquesta prefirió salvarse, plantar los segundos de fama o éxito, sin tranza, es como heredar la vivienda descascarada, mayor problema a cargar la posibilidad de ascenso social.
Tan limitada cumbre por subir.
En corto, mediano y no tan lejano, largo plazo, las clínicas de rehabilitación de adicciones, para superar la depresión crónica o toda la gama de variaciones de trastornos psíquicos.
Bailamos el slam, mosh pit y death wall de cotizaciones para una vejez inalcanzable.
Cimientos de papel en terrenos fangosos y de desahucio, los honrosos sueños de la niñez, de astronauta, futbolista, rockero o presidente del país rinde réditos escuetos.
Embriagarse en la absolución de carreras profesionales apócrifas.
Debemos detener la poda del suicidio colectivo retornando al humanismo necesario; la fe es trabajosa.
Quienes somos en realidad.
Pasar conectados en la matrix, la internet, inconscientes horas.
Abre los ojos. Cierralos.
Escuchamos en la sala de cuidados intensivos a la pareja de sado extremo, la congoja al caer el telón del show, agonizantes.
Al salir en bolsa gris rumbo al olvido, a la morgue.