¡Remember the Maine!
El 3 de octubre de 1863, en Trieste, Italia, un grupo de mexicanos llegó al castillo de Miramar.
Iban encabezados por el experimentado diplomático José María Gutiérrez de Estrada, un acaudalado junior de la hermana república de Yucatán, emparentado además (por el clásico “braguetazo”) con la rancia aristocracia española (condesado de La Cortina).
La misión: ofrecer el trono de un imperio mexicano a Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena, heredero a la corona de Austria.
Maximiliano se lo creyó, renunció al trono imperial austriaco y a más de media docena de tronos reales, vino a México, y murió fusilado.
Eso de buscar apoyo extranjero para imponer al grupo político conservador contra el liberal no era novedad, ya se había intentado en España y Francia.
El Partido Conservador, con todos sus avatares hasta la fecha, no ha cambiado mucho con los siglos.
Básicamente conservan una mentalidad virreinal y una mítica añoranza transfronteriza, con variantes adecuadas a los cambios mundiales, pero, invariablemente, con la nostalgia por el sistema de castas que también han adaptado a los nuevos tiempos. Así que siempre tenemos conservadores en nuestra alacena social; unos conservados en salmuera, otros en vinagre, otros en melaza: Mumm-Ra.
Cuando don Andrés habla de “conservadores” se refiere a esta subespecie política.
Exagera a conveniencia, por supuesto.
Creo que la delegación en Miramar no hubiera tenido éxito si Max hubiese entendido a los americanos, y especialmente a la política mexicana.
No se hubiera tragado el cuento del plebiscito que le dijeron que lo aclamaba.
Ya instalado en el falso trono imperial mexicano, debió incomodar a muchos conservadores tener un “emperador” liberal.
La derecha mexicana siempre ha sido obsolescente.
La ingenuidad, que tal vez sea una tara genética, los hace vulnerables a todo tipo de vivales, sean gobiernos nacionales o extranjeros, sean intereses económicos nacionales o trasnacionales… ¡hasta un predicador con labia como Marcial Maciel les puede dorar la píldora! Un discurso político diseñado con enfoque sicológico, no social, es suficiente.
No divago.
Hace poco, en un grupo privado de mensajería, un tipo nos anunciaba que el Congreso de los Estados Unidos acababa de autorizar al presidente Joe Biden a intervenir militarmente en México.
El dato era válido y oportuno.
Bien, salvo por un comentario suyo que festejaba la decisión de los congresistas.
La resolución 18 no habla de acuerdos conjuntos, ni de cooperación con el gobierno mexicano, sino de emplear el Armagedón militar de Estados Unidos para combatir al narcotráfico dentro de México.
En otras palabras, Joe Biden puede decidir balcanizar a México cuando se le pegue la gana.
Un arma cargada para Biden. Puerta abierta hasta para una declaración de guerra.
No me extraña el desplante de los legisladores gringos.
La mismísima marcha de “intocables” del 26 de febrero tiene antecedentes y réplicas externas, no sólo en el financiamiento de algún líder, también en declaraciones de funcionarios, exfuncionarios y hasta del gobierno gringo, advirtiendo contra cambios en el INE.
PERIODICAZOS Y LA GUERRA DE LOS PASTELES.
El paso siguiente debe ser la misma estrategia de Joseph Pulitzer, o de W. R. Hearts para intervenir en Cuba, o para tratar de mantener en el poder a Porfirio Díaz, primero (vid. Gaspar Estrada González, Herman Whitaker), y a Victoriano Huerta después: periodicazos.
- ¿Qué tal titulares reiterados sobre el secuestro de cuatro ciudadanos estadounidenses en Matamoros, de los cuales dos murieron?
- ¿Qué tal hacer carambola con esta nota en medios y columnistas?
“Remember the Maine”, la guerra de Hearts contra España.
No está de más tener un pretexto a la mano para que el arma que dieron a Biden pueda ser detonada; encañonada ya está.
No sería la primera vez que potencias usen cualquier argumento para intervenir en México, como la queja de un pastelero, los pagos suspendidos de una deuda externa, colonos texanos separatistas, etc.
Si hoy nos quejamos de la polarización, aquellas polarizaciones no sólo fueron igual o más radicales, también fueron violentas y sangrientas.
Vivir colindando con Estados Unidos tiene sus ventajas, pero también es estar expuesto a sus ingeniosas modalidades de expansionismo, que ya hemos sufrido durante décadas.
Si no pueden sustraer territorio, porque ha pasado de moda y ya no es práctico, sí pueden intentar manejar gobiernos o economía a su antojo.
De alguna manera nos protege la cercanía; no es conveniente para ellos hacer una guerra tan cerca de su territorio.
Pero la ambición no tiene límites, sobre todo cuando empata con la de mexicanos como las de aquel fulano que festejaba la resolución 18.
Como él, muchos, y del mismo corte cortesano virreinal:
Lloran por Ucrania, pero la invocan en casa.
El secuestro en Matamoros es horrible, pero no es insólito.
Hechos también horribles han sucedido más acá y más allá del Río Bravo (migrantes), lesionando la integridad o la dignidad de ciudadanos de ambos países, cuando su seguridad estaba bajo la responsabilidad de México o de Estados Unidos.
Las declaraciones oficiales al respecto son de formulario.
DESCEREBRADOS QUE ATIZAN EL ANAFRE...
Los matices los dan la presión de facciones políticas, de comentócratas oportunistas; de descerebrados que atizan el anafre dentro de un polvorín.
Celebrar la resolución 18 en México; usarla como arma en política interior, es lo mismo que declinar nuestra soberanía.
La crítica por el secuestro de cuatro ciudadanos estadounidenses es válida, tan válida como la crítica por la desaparición de miles de ciudadanos mexicanos durante décadas y hasta la fecha… ¡en México!
No valen más cuatro que miles.
Uno son todos.
Pero si hay que presionar al gobierno mexicano en el tema de la seguridad y la delincuencia organizada, primero, antes que cualquier otra cosa, hay que delimitar muy bien las fronteras de responsabilidad.
Ceder en este tema es lo mismo que refrendar el tour decimonónico de Gutiérrez de Estrada por Europa y su abyecta misión en Miramar.
Fortalecer a facciones políticas poniendo a una potencia extranjera por encima de la soberanía nacional no sólo es vergonzoso, también es traición a todos los mexicanos. ¿Eso vale una presidencia?
No, las intervenciones directas o indirectas de Estados Unidos en otros países no han solucionado ningún problema, los han empeorado.
Invariablemente han costado sangre y destrucción.
Políticamente, tampoco es una buena idea para la oposición alinearse a la resolución 18 para fortalecerse en México.
¿GUERRA DE MÉXICO CONTRA EEUU?
Me contaba una tía abuela que cuando en Monterrey se anunciaba la entrada de México en la Segunda Guerra Mundial, muchos regiomontanos festejaron la noticia… porque creyeron que la guerra era contra Estados Unidos.
Así son nuestros rencores atávicos, bastante bien justificados, por cierto.
Y si hay algún iluso local que recuerde que Santiago Vidaurri se impuso a la federación y luego reconoció a Maximiliano, debería recordar que quien derrotó a Maximiliano también fue nuevoleonés.
Insisto: