Robbie Williams: el chango en el espejo
Fue como cuando pides sushi sin muchas ganas y terminas teniendo una experiencia casi espiritual con el surimi: inesperadamente buenísima.
La película, que más bien parece una videollamada íntima con el Robbie del presente —ese que ya no tiene six- pack, pero sí más paz mental— es un documental/terapia/exorcismo emocional donde el cantante se sienta, en bata, a ver su vida pasar en una pantalla. Literal.
El Robbie cuarentón convive con sus versiones pasadas, las ve, las comenta, las juzga (con toda la pena y todo el orgullo del mundo), y de pasada nos da una clase magistral de cómo sí se puede tener éxito, talento, millones de fans… y seguir sintiéndote como un chango atrapado en una jaula.
Y justo ahí, en esa metáfora simiesca, está el corazón de la historia. Robbie se representa a sí mismo como un mono.
No por azar, ni por estética animalista.
Lo hace porque así se sintió gran parte de su carrera: observado, aplaudido, juzgado, lanzando trucos y poses al público mientras por dentro se iba desmoronando.
Como esos chimpancés de zoológico que se ven graciosos hasta que notas que tienen ansiedad y comen con desesperación.
Glamour en la superficie, caos en el fondo.
La pelicula es como un TikTok largo pero con presupuesto y trauma real: muestra su infancia complicada, su salida de Take That, sus altibajos creativos, las adicciones, el amor, los escándalos, la lucha interna con la autoimagen, la salud mental, y una pregunta constante: ¿quién soy yo cuando nadie me está viendo?
- Lo interesante es que Robbie no se presenta como víctima.
- No llora para que lo perdonemos por haber sido un desastre (o varios).
- Más bien, se muestra con una honestidad casi incómoda, como ese amigo que en la peda te cuenta sus verdades más crudas sin importar si es Año Nuevo o si hay suegros presentes.
Y eso, en esta era de filtros, coachings, y publicaciones donde todos somos "nuestra mejor versión", es un golpe de autenticidad que se agradece.
Porque sí, todos somos un poquito Robbie Williams.
No porque sepamos cantar (aunque nos lo creamos en la regadera), sino porque todos hemos sentido que la estamos rompiendo por fuera mientras por dentro no sabemos si vamos o venimos.
Todos hemos querido bajarnos del escenario un rato, quitarnos el disfraz, y decir:
"¿Alguien más se siente como un chango confundido o solo soy yo?"
- Y esa es la verdadera belleza de la película.
- No glorifica la fama, no victimiza la tristeza.
- La expone.
- La normaliza.
- La disecciona con música de fondo, con humor ácido, con nostalgia, y con una sinceridad que incomoda y sana a la vez.
Así que si eres de los que creen que "las estrellas ya lo tienen todo resuelto", ve esta película.
Spoiler: el único lugar donde Robbie realmente encuentra paz es cuando deja de actuar para otros y empieza a vivir para él mismo.
Y si no te convence, por lo menos te llevarás la imagen de Robbie bailando en calzones con su perro de fondo.
Porque sí: incluso los changos necesitan reírse de sí mismos para sobrevivir.