“Es la economía, estúpido”
El mensaje era claro, lo que exigían los estadounidenses era una economía abierta, en crecimiento, que generara empleos y bienestar para la ciudadanía.
Clinton supo interpretar correctamente el sentir del electorado y, gracias a ello, encabezó el período de expansión económica en tiempos de paz más prolongado en la historia de Estados Unidos.
Tres décadas después, el presidente Donald Trump parecería ir en sentido contrario.
Al imponer aranceles sin una lógica clara a los mercados que se le antojaban, comenzó a afectar seriamente los intereses económicos de su propio país.
Las grandes empresas vieron desplomarse su valor accionario en las bolsas de valores alrededor del mundo.
La política arancelaria de Trump no solo incrementó los precios de los productos de consumo en Estados Unidos, generando presiones inflacionarias, sino que también ha motivado a la Reserva Federal a considerar aumentos en las tasas de interés.
Las consecuencias negativas de esta política se han sentido tanto en el mercado bursátil como en el cambiario.
Si el presidente estadounidense persiste en negociar con el resto del mundo con el garrote de los aranceles en la mano, pronto impactaría directamente en las cadenas de suministro globales, elevando los costos de insumos clave para industrias estratégicas como la tecnológica y la automotriz.
Esto podría generar un efecto dominó en múltiples sectores, ya que ambas industrias dependen de una red de proveeduría sumamente amplia.
A mediano plazo, los aranceles provocarían una reconfiguración de las cadenas de suministro.
Las empresas se verían obligadas a diversificar proveedores o trasladar operaciones a países exentos, si quedase alguno, o bien incrementar su producción dentro de Estados Unidos, con el consiguiente aumento en los costos laborales.
Sin embargo, no todas las empresas tienen la capacidad para adaptarse rápidamente, ya sea por falta de capital o de tiempo.
Esto podría derivar en una desaceleración económica global, con una contracción de las exportaciones y de la inversión extranjera directa, afectando el empleo en sectores clave para países como el nuestro, particularmente en el ámbito manufacturero.
A largo plazo, el sistema comercial global se colapsará, dando paso a esquemas regionales, lo que afectaría especialmente a las economías emergentes.
Si Trump no rectifica su política arancelaria, China y Rusia podrían consolidar alianzas estratégicas para eliminar barreras comerciales con el resto del mundo, excluyendo a Estados Unidos.
Entonces, como decimos en mi tierra, Estados Unidos se estaría dando “un balazo en el pie”, dejando atrás el imperio económico que ha ostentado por más de un siglo.