La Línea
Tijuana tiene la frontera con más cruces en el mundo
Y no me refiero solamente a las cruces de los inmigrantes muertitos, sino a los cruces legales que ocurren en las dos garitas.
Quienes van a pasar “del otro lado” ya saben que tendrán que formarse por más de dos horas (cuando no hay mucha “línea”) o hasta por 5 horas, en festividades, asuetos, con filas de más de mil automóviles.
La “Línea” de peatones también es otra historia.
Más de 2,500 personas formadas son leyendas de hasta 4 ó 5 horas a pie, no importa la edad o la condición física de la persona…
La fila es implacable y los “inmigration officers” amenazan en todo momento con retirarle la Visa a cualquier desordenado que no avance, que se equivoque de fila, que no declare lo que los agentes quieren escuchar, que sea moreno, chaparrito, que porte sombrero sucio, que traiga morral y no maleta.
Es un juego de adivinanzas dónde se tiene que ser...
- Un poquito “brujo” para poder leer las retorcidas mentes de los agentes de inmigración.
- Un poquito sumiso, para contestar sin alzar la voz.
- Un poquito pendejo para no despertar sospechas.
- Un poquito bicho correlón, para evitar que te desaparezcan de los Estados Unidos de un pisotón.
En la fila de automóviles, como el agua que se desliza calle abajo, toda una fauna de vendedores de mercancías y miserias ofrecen sus mercaderías a los cientos de resignados conductores con los pies cansados de hacer avanzar sus vehículos centímetros por tanto tiempo.
Es posible encontrar un “Tejuino” de Tijuana, bebida fermentada de maíz originaria de Jalisco, según juran los anuncios de las bicicletas estacionadas en medio de la fila.
Pide uno su Tejuino con mucho limón y el vendedor corre a alcanzar el vehículo, tras el lento avance, para concretar la operación.
Un hombre carga una gran tortuga multicolor a cuestas.
Es de yeso, pero está alegremente decorada.
El peso le dobla la espalda, pero no el ánimo de ofrecérsela a una pareja de asombrados gringos que están más impresionados por el medio de transporte de la tortuga que por la artesanía misma
Un acto similar de malabarismo lo hace un moreno bigotón que porta tres Niños Dios de tamaño bastante respetable y dos crucifixiones de yeso de dimensiones espectaculares.
El hace su “vía crucis” entre los autos, sin que ningún “romano” se digne azotarle con un dólar.
Muchos conductores y sus acompañantes tienen los bolsillos blindados a prueba de miserias. Las “Marías” de todas edades se arremolinan entre los prospectos más convenientes, agitando su vaso de plástico de una antigua promoción de Coca Cola, en busca de un penny.
Las hay muy jovencitas, de apenas unos 10 y hasta 15 años; ancianas que descubren sus canas y sus arrugas en buscando un corazón más blando.
No falta el viejo sombrerudo en muletas, el limpiador de vidrios con un brazo amputado, el tripulante de una silla de ruedas con su respectivo piloto, que lo empuja frenéticamente entre los autos,una mujer con un pequeño niño rentado y con una receta médica que sus dobleces explican los 10 años de ardua exhibición en búsqueda de compasión.
Los hijos de las Marías, de 5 años de edad, avientan con la torpeza propia de su existencia, dos pelotitas de esponja, buscando el showinstantáneo y conmovedor de la audiencia motorizada.
El negocio de la miseria es próspero en la línea.
También existen las transacciones financieras.
Algunos individuos cambian dólares por pesos a los olvidadizos que no pasaron a la casa de cambio.
Desfilan también individuos con 20 sombreros en la cabeza, matracas en las manos y en la cúspide de la torre de paja una máscara del hombre araña parece reinar en esas alturas.
Otro con la máscara del Santo, otro más con la de Blue Demon. “Tostilocos”, “churrilocos” todas las frituras padecen de sus facultades mentales.
Los “Bolis la morena” -agua congelada de sabores en un empaque de plástico en forma de cilindro pequeño- no dejan ninguna duda de qué color es la piel de la oferente.
Cientos de individuos de todas las modalidades y edades posibles asaltan la línea con charolas llenas de bolsitas de papel con 5 o 6 churros. Parecen salir entre las grietas de las banquetas.
Debe haber una planta de producción enorme de estos trozos de masa fritos y acanelados detrás de las calles, para satisfacer la demanda de vendedores, no de comensales.
Aquí la sorpresa –como en las guerras- es técnica de supervivencia.
Entre los vehículos, de pronto, aparece un joven tatuado de los brazos y con un trapo aceitoso e inmundo en cada mano y comienza a “limpiar” el automóvil del despistado.
No caben las protestas de las damas al volante, el “higiénico” personaje cumple su labor.
Cuando “termina” no pide, casi exige la moneda mientras se para junto al vidrio de la automovilista.
Camina insistente con el auto en su lento movimiento, hasta que por miedo y hartazgo la dama le escurre una “cora” (25 centavos, “a quarter dollar”).
El depredador de pintura automovilística continúa agazapado entre los matorrales de vehículos, asechando otra presa, sólo deteniéndose a beber con sus trapos aceite quemado en un apetitoso charco encontrado a media calle.
En verano no faltan los infartos directos al radiador, que casi matan a los vehículos más antiguos y que colaboran con mucha efectividad en el colapso general.
El invierno es generoso y permite que no existan muchos exabruptos de esos motores a prueba de relanti.
La línea está invadida por Corea. Muchos de los oficiales de inmigración son de origen coreano y son “los más perros” -según reza la fórmula popular de los simples mortales conocedores de “asuntos migratorios”.
Llegado a este punto es menester soportar la intolerancia, el desprecio, la falsa sospecha, el asalto de los perros entrenados para olfatear los deseos de trabajo “en el otro lado”.
Los agentes migratorios siempre parecen fastidiados y distantes. Revisan con su escáner la visa enmicada o el pasaporte mexicano que ya perdió el águila de la portada en tantos cruces o con tantos sustos ya huyó.
No obstante, de haber perdido varias horas, a veces a “sospechosismo” y capricho del agente en turno, manda a los autos y tripulantes a “revisión secundaria”.
Nunca se sabe la causa de este extraño fenómeno. Será por tener la mala suerte de no sonreírle, por contestar en español y no en inglés, por no haberse bañado ese día…
Es un misterio no revelado por “cuestiones de seguridad nacional”, argumento de todos estos especímenes para no decir la verdad.
Y es frecuente que el agente de “la secundaria” argumente que el tipo de la caseta de paso anotó que no se dijo la verdad en cuanto lo que el auto contenía.
Pues claro, si dice la persona no traer “nada” y en la cajuela se encuentra toda clase de objetos sin uso, como la llanta de refacción, el gato, eso es “algo” no “nada”.
- La Isla de Tijuana se aparta de la frontera.
- Unos cuantos afortunados pasarán este cedazo.
- La mayoría sólo escucha cómo su vecino fue rechazado.