Lo de siempre, por favor
Lo he discutido tantas veces, en tantas meses, que sería difícil hacer cuentas de las ocasiones en las que he mencionado esto.
Todo parte de la costumbre de ir al restaurante en familia.
Desde hace años, en un lugar icónico en Monterrey, en el que nunca me han llevado un menú; he escuchado como a mi padre los meseros le decían “lo de siempre”, y siempre le hice a mi padre la misma pregunta: “¿Papá, qué es lo de siempre?”
En general, la respuesta no cambiaba de lugar a lugar, y en cambio, al centro de la mesa llegaban sus platillos favoritos, típicos del lugar en el que estábamos.
Analizando esto y platicándolo con diversos personajes de la gastronomía Norestense, he observado que hay una especie de zona de confort que se activa cuando abrimos un menú. No importa si es una taquería de la esquina, una cafetería de confianza o un restaurante al que no veníamos desde hace años: ahí está el platillo de siempre, esperándonos como una chamarra vieja que no deja de quedarnos bien.
—¿Ya sabes qué vas a pedir? Claro. Siempre sé.
No importa cuántas novedades haya, cuántas opciones suenen prometedoras, cuántas veces haya dicho que esta vez sí voy a probar otra cosa.
Al final, terminas pidiendo lo mismo de siempre.
Y no estás solo.
La mayoría de nosotros somos criaturas de costumbre más que exploradores culinarios.
Y en la rutina de pedir lo mismo hay una mezcla de nostalgia, miedo y fidelidad.
Es raro, porque en muchos otros aspectos de la vida celebramos el cambio.
Queremos nuevas series, nuevos gadgets, nuevas experiencias.
Pero cuando se trata de comida, sobre todo de esa que nos toca el corazón, somos profundamente conservadores.
He entendido que no es solo una cuestión de sabor.
Es una cuestión de identidad. Pedir “lo de siempre” es pedir un momento de certeza.
Es decir: “hoy, al menos aquí, todo sigue como debe estar”.
La salsa sabe igual, el arroz tiene la misma textura, y el mundo no se ha salido de control del todo.
Pero hay algo que también me inquieta:
- ¿cuántas cosas te estás perdiendo por no atreverte?
- ¿Cuántas recetas no descubiertas, cuántas versiones mejores del mismo platillo que no has probado, solo por quedarte con lo conocido?
- ¿Cuántas veces confundimos la lealtad con la pereza?
No tengo una conclusión.
Solo un reto: la próxima vez que veas el menú, quiero que te tiemble un poco la costumbre.
- Que pidas lo que no sabes pronunciar bien.
- Que permitas que el mesero te haga una sugerencia.
- Que te atrevas a sorprenderte.
Porque si no te sorprendes, ¿cómo sabrás cuándo un lugar te cautivó de verdad?
¡Salud!