¿Quién cura a quien?
Ante un entorno aparentemente normal, bien controlado de despertar, sonreír, saludar, ir al baño, pesarte, desayunar, de ser posible, proceder a una introducción saludable, de, la de hacer gente, ya con fines recreativos y placenteros y no tanto reproductivos, trabajar brevemente en el correspondiente campo de la ciencia, incluida la historia, que ha resultado ser el motivo de inquietud y desarticulación más reciente, debido a que nuestra historia está plagada de mitos, muy acendrados mitos o verdades a medias, mentiras explícitas, historias controladoras, maquilladas, manipuladoras ( Desde que se inició la migración en la mítica Aztlan hasta el centro del Lago de Texcoco y la roca en su centro con un águila devorando una serpiente), que atentan contra la más sencilla expresión de la manifestación del sentido común, como son:
Nuestros orígenes individuales y grupales, nuestros desarrollos, nuestras culturas, nuestras riquezas, nuestros recursos físicos, mentales, materiales, económicos, políticos y sociales, además de nuestras riquezas y recursos naturales, muy abundantes por cierto.
Que han despertado la ambición y la avaricia, de muchísimas personas en todo el mundo, con los fines más inconfensables, pavorosos y carroñeros qué uno se pueda imaginar, como son robo, saqueo, esclavitud y explotación de personas y gurrionas sin fin, además de nuestras preferencias, inclinaciones y gustos.
Con el fin de aclarar y señalar lo anterior, es decir analizar y aclarar nuestra historia personal, de pareja (o parejas, a como va la cosa y como así indican los poetas [aunque no quieras tú, ni quiera yo, lo quiso Dios]), recreativa, ahorradora o gastadora, de salud, no solo de ausencia de enfermedad, sino de presencia de bienestar, familiar, comunitaria social, laboral, religiosa, municipal, estatal, federal, sindical, partidario, como país, pues nos dimos a la tarea de documentarnos ampliamente, solo que la presencia de controversias, desacuerdos y trastornos de la personalidad e ideas ya señaladas al principio de esta impactante perorata, nos obligan a entrar en conflicto, rasgándonos las vestiduras, recurriendo a epítetos devaluadores y llegando a desacuerdos desarticuladores qué no permiten un desarrollo normal, permitiendo una separación por incompatibilidad de caracteres y métodos de resolución de problemas, cuyo abordaje y consolidación, parecen imposibles, a la luz de los conocimientos y recursos disponibles al momento.