Venezuela en la encrucijada
El domingo 28 de julio se celebraron elecciones presidenciales en Venezuela.
Se presentó por tercera vez a reelección Nicolás Maduro, heredero de Chávez.
A su alrededor opera una camarilla de corruptos. Entre ellos, Diosdado Cabello, los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez y varios generales acusados de integrar el Cártel de Los Soles.
Desde el inicio del gobierno de Maduro han abandonado su país más de 7 millones de venezolanos.
El mayor éxodo en América Latina. Ironía de un régimen que dice que trabaja para el pueblo.
La oposición presentó como candidato de unidad al diplomático retirado Edmundo González, tras la inhabilitación de la principal líder opositora María Corina Machado.
Una conocedora de la situación en Venezuela me comentó que María Corina era la opositora más extrema, pero la única que valientemente permaneció en Venezuela.
A diferencia de otras ocasiones, la oposición se mantuvo unida.
Las elecciones se celebraron después de negociaciones entre el gobierno y la oposición sobre las condiciones para celebrar elecciones limpias y libres, con la mediación de Noruega.
Algunas de las conversaciones se llevaron a cabo en México, otras en Barbados, donde se suscribieron los acuerdos finales.
Maduro y su gobierno los violaron en diversas ocasiones, pero la oposición siguió adelante, haciéndose eco del hartazgo de los venezolanos.
EU retiró algunas sanciones al régimen de Maduro.
Este se alineó con Rusia, China e Irán y el apoyo irrestricto de Cuba y Nicaragua.
Los que pensamos que los Acuerdos de Barbados sentaban las bases para una elección limpia y libre, pecamos de ingenuos.
Nos equivocamos. El régimen venezolano no solo inhabilitó a María Corina Machado, sino que controló todas las instancias involucradas en la elección, incluyendo el Consejo Nacional Electoral.
Hizo casi imposible la votación de los venezolanos en el extranjero; limitó la presencia de observadores electorales no favorables, acosó a la oposición, no entregó las actas de muchas casillas de votación.
En suma, una elección sucia y manipulada.
Pese a ello, todas las encuestas previas favorecían a la oposición por amplio margen, cerca de 30 puntos.
Maduro y sus secuaces difundieron que ganarían por alrededor de 8 puntos porcentuales.
Diosdado Cabello proclamó una hora antes que el propio CNE el supuesto triunfo de Maduro.
El domingo, el CNE se tardó más de 4 horas en anunciar resultados, no entregó todas las actas de casilla a la oposición, el régimen expulsó observadores electorales, hubo denuncias de robo de urnas.
Las encuestas a boca de urna, si bien con margen de error, daban una ventaja de 2 a 1 al candidato opositor.
Pero cuando el CNE informó que Maduro había ganado con el 51% de los votos contra 44% de Edmundo González, pocos lo creyeron.
El resultado fue impugnado por la oposición con base en las pocas actas en su poder.
Al momento, solo China, Rusia, Cuba, Irán, Nicaragua, Bolivia y Honduras han felicitado a Maduro.
Otros países, la mayoría de los latinoamericanos, entre ellos Colombia y Chile, así como europeos y Estados Unidos han pedido el recuento de votos, como diríamos en México, “voto por voto y casilla por casilla”.
El gobierno de México mantuvo un silencio ominoso que más que prudencia parecía complicidad con Maduro.
Final y tardíamente se pronunció el lunes reconociendo el carácter pacífico de la jornada electoral y en espera del conteo final transparente de actas e informes. Afortunadamente no felicitó a Maduro.
Venezuela está al borde del abismo y la violencia.