¿Alguien sabe algo del canciller?

Riva Palacio DETONA: A la vista de muchos, Juan Ramón de la Fuente se ha convertido en un actor de reparto en la relación bilateral entre México y Estados Unidos.
El primer colapsado de la carta de Ismael El Mayo Zambada publicada el viernes pasado fue Juan Ramón de la Fuente.

En la mañanera de ese día, al responder a una pregunta sobre el escrito, la presidenta Claudia Sheinbaum reveló que ese mismo día le había informado el secretario de Relaciones Exteriores que el abogado de Zambada la había entregado al consulado de México en Nueva York.

El dato pasó desapercibido, pero subrayó lo que es de muchos conocido: la incompetencia de un canciller de papel.

La carta le generó un problema de opinión pública a la presidenta –muy importante en Palacio Nacional, donde, como sucedió con su predecesor Andrés Manuel López Obrador, el éxito de su gestión se mide en la popularidad, no en su efectividad como gobernante–, por la forma como respondió.

No tuvo Sheinbaum tiempo para que con su equipo político y jurídico la revisaran y prepararan respuestas, porque De la Fuente, metafóricamente hablando, se quedó dormido.

Si el horario de atención al público los lunes es de 7 de la mañana a 6 de la tarde, el abogado de Zambada, que llevó el escrito de su cliente al consulado, tuvo que haberlo dejado antes de cerrarse las puertas.

Si la diferencia de horario con la Ciudad de México en esta temporada es de una hora, pasadas las 5 de la tarde aquí debieron haber notificado a la Cancillería en México para alertarla de que acababan de recibir un documento de El Mayo Zambada.

Sin saberse si lo hicieron o no, el hecho es que la Presidenta se enteró más de 12 horas después.

¿Qué estaba haciendo el canciller De la Fuente?

Lo que sea, menos su trabajo.

La carta de Zambada reflejó mucho más.

Acusó a la Cancillería de no prestarle ayuda consular, lo que, más allá de los crímenes por los que lo imputan en Estados Unidos y México, es un incumplimiento de sus funciones.

Todavía más grave, en el señalamiento se deja ver que el consulado de México no ha estado atento al proceso que se le lleva en Brooklyn, como debería haberse hecho.

Incluso durante el juicio del exsecretario de Seguridad, Genaro García Luna, que rechazó la ayuda consular, un funcionario acudía regularmente a las audiencias.

Este episodio es el último de una serie de tropiezos que ha tenido De la Fuente como canciller, que han dañado al gobierno de Sheinbaum.

Por ejemplo, fue uno de los principales voceros del optimismo ante las amenazas del entonces presidente electo Donald Trump, asegurando que no iba a imponer aranceles y que blofeaba.

Su deficiente análisis fue resultado de su incapacidad para haber podido establecer comunicación informal y extraoficial con el equipo de transición de Trump, que le hubiera permitido medir mejor la temperatura en la que se encontraba Mar-a-Lago.

A la vista de muchos, De la Fuente se ha convertido en un actor de reparto en la relación bilateral.

Durante los dos anteriores gobiernos, las cabezas de la relación con los gobiernos de Trump y Joe Biden fueron los cancilleres Luis Videgaray, Marcelo Ebrard y, posteriormente Alicia Bárcena.

Hoy, De la Fuente no existe en esa categoría.

Ebrard lo ha arrasado y, en lo privado, la Presidenta ha estado recurriendo a Bárcena para asesoría.

Su estrategia para contener las deportaciones masivas, contratar a más de dos mil 500 abogados para defender a los mexicanos inmigrantes que fueran expulsados a México, no ha producido, por lo que se sabe, ni una sola defensa.

Salvo que oculte información a la opinión pública, ni siquiera se han dado cuenta cuando los suben a aviones y autobuses para ser deportados.

En otra pifia, la Presidenta le pidió la semana pasada preparar un análisis sobre lo que significaba que Canadá clasificara a los cárteles mexicanos como terroristas, que había anunciado el primer ministro Justin Trudeau que haría con dos semanas de antelación.

No parece haberlo notado De la Fuente, o si se dio cuenta, no trabajó un análisis.

No extraña.

Al día siguiente que capturaron a Zambada en Culiacán, De la Fuente voló a Nueva York con el empresario-compadre del expresidente López Obrador a pasear, en lugar de haber pospuesto ese viaje y preparar documentos informativos y analíticos a la entonces presidenta electa, que ya lo había designado como secretario de Relaciones Exteriores, sobre las implicaciones políticas y diplomáticas.

Durante el gobierno obradorista, cuando era el representante de México en las Naciones Unidas y formaba parte del Consejo de Seguridad, reuniones de emergencia sobre crisis internacionales lo llegaron a tomar desprevenido en la Ciudad de México, en conciertos de jazz.

De la Fuente goza de gran prestigio, pero parece ser más resultado de su enorme talento para las relaciones públicas, que por su eficiencia.

La Presidenta prefirió consultar al secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, sobre las implicaciones legales y políticas de la designación en Estados Unidos de los cárteles mexicanos como terroristas, que acudir por la asesoría jurídica de la Cancillería.

El ambiente en Palacio Nacional sobre la gestión de De la Fuente se ha ido deteriorando por sus desatinos.

Uno que tiene que ver con omisiones es que los cambios en el Servicio Exterior, naturales con los cambios de gobierno, se tuvieron que aplazar porque se les olvidó pedir recursos presupuestales para los menajes para el cambio de países.

El otro, con un comportamiento que empiezan a criticar en el entorno de Sheinbaum, que tiene que ver con la percepción de que el canciller trabaja menos de lo que se esperaría de un funcionario con su nivel de responsabilidad.

La victoria de Trump en las elecciones de noviembre colocó a la Secretaría de Relaciones Exteriores en una posición estratégica, pero De la Fuente no estuvo a la altura.

Ebrard y Altagracia Gómez, la amiga de Sheinbaum que encabeza el Consejo Asesor Empresarial, son quienes controlan la agenda bilateral con Estados Unidos, junto con el gabinete de seguridad.

  • Pero el canciller no tiene de qué preocuparse.
  • No hay nada en el futuro inmediato que sugiera un relevo.
Para efectos protocolares, seguirá siendo la cara de la política exterior.
Raymundo Riva Palacio

Periodista y analista político de larga trayectoria en México. Escribió en diarios como Excélsior, Reforma, El Independiente, 24 Horas y El Financiero. Fue director editorial de El Universal entre 2007 y 2008. Cofundó y dirigió el diario Milenio y fue director general de la agencia de noticias Notimex.