Aristóteles y la ciudad ideal
Bueno, Aristóteles también lo notó… hace 2,300 años.
Y no lo publicó en “X”, lo escribió con pluma y tinta en Política, donde soltó una bomba silenciosa: una ciudad demasiado grande no es una ciudad, es un caos con Wi-Fi.
El tamaño (de la ciudad) sí importa
Para Aristóteles, la ciudad ideal era una comunidad humana en la que todos pudieran conocerse, participar y crecer.
Pero no crecer como esas apps que prometen mejorar tu vida y solo te roban tus datos.
Crecer en serio: como persona, como ciudadano, como parte de algo más grande (pero no demasiado grande).
O sea, no estamos hablando de una megápolis tipo CDMX donde puedes pasar 10 años sin cruzarte al mismo taxista.
Él pensaba en una ciudad más tipo colonia Millenial… pero sin las rentas de Airbnb.
Animal político, no influencer
Cuando Aristóteles decía que el ser humano es un zoon politikón, no se refería a que todos queríamos ser políticos ni mucho menos community managers.
Se refería a que necesitamos vivir en sociedad, interactuar, tener voz, convivir.
Piensa en eso que pasa cuando te mudas de ciudad y no conoces a nadie.
Aunque tengas Netflix, comida a domicilio y Google Maps, hay algo que falta.
Porque por más moderno que sea tu depa, si nadie te pregunta cómo estás o te invita a una carne asada… algo está mal.
Y eso, justamente eso, es lo que Aristóteles consideraba como “estar fuera de la ciudad”: vivir pero sin pertenecer.
Una ciudad no es una lista de colonias, es una comunidad
Según Aristóteles compara la ciudad con un cuerpo humano: si le cortas las partes o se las pegas al azar, ya no funciona.
Una ciudad debe tener cierta medida para funcionar.
Ni tan chiquita como para que te falte todo, ni tan grande como para que pierdas el sentido de comunidad.
Traducción millennial: No necesitas vivir en un pueblo de 50 personas donde todos se saludan en la tiendita, pero tampoco en una ciudad donde tus amigos viven a 1 hora de distancia… y cada salida se vuelve logística digna de NASA.
La belleza, para los griegos, no estaba en lo infinito sino en lo proporcionado.
Sí, la palabra "bello" la usaban para lo bien hecho, no para lo que tiene más luces LED.
De ahí que una ciudad sin límites claros no era bella, era simplemente incontrolable.
Y no hay nada menos motivador que vivir en un lugar donde todo es ajeno y lejano.
¿Y qué tiene que ver esto contigo?
Mucho.
Porque, aunque no vayas a fundar una ciudad (a menos que estés en un startup con complejo de utopía), sí decides cómo vives en tu ciudad.
Y Aristóteles te tira varias indirectas:
- ¿Vives donde puedas participar, o solo donde te alcanza el sueldo?
- ¿Conoces a tus vecinos o tu vida se limita a stories y reseñas de Google Maps?
- ¿Tu ciudad te hace mejor persona o solo te exprime y te lanza al tráfico diario?
Una ciudad no debería ser solo el fondo de tus fotos. Debería ser un espacio para construir vida en común.
Para ser parte de algo.
Para coincidir con otros más allá del algoritmo.
La ciudad como grupo de WhatsApp (pero que sí sirve)
La ciudad ideal para Aristóteles sería como ese grupo que no silencias: donde hay orden, propósito, y todos saben qué están haciendo ahí.
Porque todos los que viven en esa ciudad tienen un papel, una función, un lugar… y eso se nota.
No es una suma de edificios y coches.
Es un organismo vivo donde hay tiempo y espacio para lo importante: la comunidad.
Hoy podríamos aprender mucho de eso: construir barrios, espacios y relaciones donde podamos volver a ver al otro.
Tal vez no reducir el tamaño de la ciudad, pero sí reducir la indiferencia.
Porque cuando todo es demasiado grande, lo humano se diluye.
En fin …: Aristóteles sí sabía de urbanismo (y de humanidad)
La idea no es que todos nos mudemos a un pueblito mágico ni que pongamos límites a la ciudad con postes de concreto.
La idea es rescatar el sentido original de vivir en comunidad.
Así que la próxima vez que sientas que la ciudad te come, que todo queda lejos y nadie te conoce, recuerda al griego que creía que una ciudad debe tener la medida justa para que nadie se pierda dentro de ella.