Los límites de la deshonestidad
Desafortunadamente, la deshonestidad, como la gran mayoría de las pasiones humanas, no tiene límites.
Enseguida, con un solo ejemplo, explicaré esta desafortunada condición humana.
De alguna manera, conociendo la filosofía de nuestro actual presidente Andrés Manuel López Obrador, que profesa que tener un automóvil austero, como en su caso su Tsuru, no afecta en lo más mínimo a la grandeza de su propietario.
Yo manejo un coche Tiida de la compañía Nissan del año 2012, el cual por su misma duración y calidad dejaron de fabricar y comercializar.
Al igual que el Tsuru, y en su última afinación, que yo se la realizo cada 6 meses, coincidiendo con la verificación obligatoria de CDMX; al salir del taller de siempre, comenzó a sobrecalentarse.
De momento pensé que era por falta de anticongelante, pero el depósito del mismo se encontraba en buen nivel.
Decidí llevarlo a otro taller, donde encontraron un fragmento de manguera de plástico ocluyendo el ventilador de enfriamiento del motor.
Bajo ninguna circunstancia en estos renglones estoy haciendo una acusación, pero resultó una casualidad muy poco frecuente que esto sucediera, y, claro, si le hubiera llevado mi Tiida al taller inicial donde lo afinaron, me hubieran dicho que ya le fallaba todo el sistema de enfriamiento, y que el costo de reparación sería muy elevado.
Pero en el segundo taller, simplemente le quitaron dicho pedazo de manguera del ventilador, y el automóvil siguió casi perfecto, y ahorrando gasolina, como era su función desde su fabricación por parte de esta compañía japonesa tan reconocida.
La deshonestidad con fines de lucro y maliciosa siempre lleva a la avaricia.
Esta es una de las pasiones más graves que existen, misma que en profesiones tan nobles como la medicina, la abogacía, la política, el arte, y la arquitectura, por mencionar a las principales, es catastrófica.
Con esta última, vivimos en México todo el discurso anti-panegírico que surgió con el mal llamado “cartel inmobiliario”, ya que hace alusión a los carteles de las drogas ilícitas, pero, finalmente, fue una deshonestidad muy avariciosa por parte de los que ejercen la muy noble profesión llamada: “Arquitectura".