Pobreza en México
Las semanas pasadas, el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) publicó su reporte sobre la pobreza en México.
Los resultados no podían ser más desalentadores: la pobreza en México se incrementó un poco más de 7%, casi 4 millones de mexicanas y mexicanos más respecto al año 2018, lo que totalizó 56 millones de habitantes de nuestro país en situación de pobreza.
Este resultado exhibe la ineficacia de las políticas sociales de corte asistencial que se han seguido en los últimos dos años. Anterior a ese periodo, el modelo de política social que era perfectible, se caracterizaba por el diseño de herramientas focalizadas, es decir, se identificaba el sector poblacional que más carencias tenía y se diseñaba una política pública acorde a las necesidades y problemática que enfrentaba.
Esta política no estaba exenta de yerros, de duplicidades que evitaban una mejor administración y gestión de los recursos disponibles, sin embargo, este modelo era eficiente porque lograba reducir la pobreza extrema de la población.
Cabe señalar que, derivado de la formación del CONEVAL, se determinó desarrollar una metodología donde más que hablar de pobreza, se habla de nueve distintos tipos de pobreza, donde se comprende fundamentalmente pobreza alimentaria, pobreza laboral, pobreza salarial, educativa, entre otras.
Esta revisión permite medir y desarrollar instrumentos más eficientes y al mismo tiempo evaluar con mayor precisión cuáles son los programas más efectivos. La universalización de apoyos que en teoría permite brindar asistencia social a todos los integrantes de un colectivo humano, tiene el grave problema de que al no estar focalizada la población, se corre el riesgo de que sectores sociales que no son susceptibles de este apoyo, se les brinde estímulos que no necesitan, por lo cual va en detrimento de los sectores más necesitados.
Ejemplo de lo anterior es el balance que indica que la pobreza extrema en nuestro país pasó de 9 millones de habitantes a 11 millones; es decir, la mitad de los nuevos cuatro millones de pobres pertenecen a este sector.
Cabe decir que, por pobreza extrema, se entiende la inexistencia de recursos económicos para poder cubrir el costo de la canasta básica alimentaria, educación, salud y acceso a servicios públicos.
Al respecto, podrá señalarse que mucho de estos resultados son derivado de la contingencia sanitaria y la consecuente crisis económica, es verdad; sin embargo, es necesario señalar que en nuestro país, durante la contingencia sanitaria, los apoyos económicos fueron prácticamente inexistentes y los pocos que existieron fueron ineficientes para atender las necesidades.
La política de desarrollo social mexicana debe dar un viraje, renunciar a la universalización de los mismos.
Hoy en día, el nivel de recaudación fiscal se ha incrementado sustantivamente, es decir, se disponen de mayores recursos. Debemos recurrir a la técnica a metodologías más afortunadas en la distribución de estos recursos, pero también se debe impulsar el desarrollo económico, la inversión pública y privada y no desalentarla.
La generación de empleo es crucial, pero dicho empleo debe ser de calidad.
La contingencia sanitaria expulsó a una gran cantidad de trabajadores, en especial mujeres, al desempleo. La ligera mejoría que se ha registrado en los presentes meses es insuficiente, ya que aún no se recupera el número de empleados antes de la emergencia sanitaria y los que se han generado son de menor calidad.
El reto se encuentra ahí, la única manera de solventarlo es con trabajo, empeño y responsabilidad.