¿Quién soy?
Mi amigo Plácido Garza me invitó a escribir en su portal, e insiste en poner, como mi carta de presentación, que fui fundador de la "Liga Comunista 23 de Septiembre".
Recomiendo que lean estos dos artículos que Plácido publicó sobre conversaciones que tuvimos sobre el tema
https://www.sdpnoticias.com/columnas/guerrillero-dogmaticos-izquierda-lecciones.html
https://www.sdpnoticias.com/columnas/pacido-garza-esto-hable-ayer-liga-comunidta-eigenio-sada.html
Ahora sí, no fui “el” fundador, pero sí uno de ellos. Siento que esa sola carta es reduccionista, por ello, permítanme platicarles algo más.
En efecto, a la edad de 25-27 años fui presa de la pandemia ideológica que por aquellos años recorría varios continentes, en particular América Latina.
Tal pandemia enfermó a muchos jóvenes estudiantes, con el espejismo de que las cosas podían cambiar radicalmente con sólo que tuviéramos la testosterona para asumir la lucha armada, pues las demás formas de lucha desembocaban en el reformismo, esto es, en la claudicación.
De la mano de esa peregrina idea, nos sumimos en la clandestinidad y empezamos a desarrollar acciones armadas, sobre todo “expropiaciones”.
Algunos fuimos detenidos antes de que la Liga empezará a ejecutar sus “grandes acciones” (secuestros de empresarios, por ejemplo). Yo pasé casi 7 años preso en el penal de Topo Chico, en Monterrey.
En la cárcel leí, estudié, discutí, y a principios de 1975 (junto con otros compañeros) anuncié públicamente que habíamos llegado a la conclusión que la lucha armada no es el camino; es más, que asumirla había sido una equivocación.
Recibí críticas, insultos y hasta amenazas por parte de quienes seguían sumidos en la lógica sangrienta de la clandestinidad, pero pronto encontré nuevas convergencias y en 1977 reingresé al Partido Comunista Mexicano, que por esos años se disponía a luchar por su registro legal.
Salí de la cárcel en 1980, me incorporé al PCM y a la lucha política legal.
Recorrí todas las fusiones de la izquierda (PCM-PSUM-PMS) y, al llegar al PRD, decidí no ingresar. Cada vez veía con más desconfianza las proclamas “radicales” de esta izquierda.
Aspiraba a encontrar una izquierda moderna, socialdemócrata, que pudiera conjugar dos principios fundamentales: libertad e igualdad.
No la encontré y tampoco tuve fuerzas para encabezar su búsqueda, de modo que me quedé en un limbo de indefinición política y algunas certezas éticas derivadas de las lecturas de Albert Camus, Arthur Koestler, Edgar Morin, Jorge Semprún, Víctor Frankl, Primo Levi y un largo etcétera. De ellos aprendí que la lucha es legítima, pero que el fin no justifica los medios.
En el servicio público, estuve primero en el programa de Solidaridad y luego en el Instituto Nacional de Solidaridad (INSOL).
Posteriormente Jorge Carpizo me invitó a trabajar en la PGR, como Director General de Erradicación de Cultivos Ilícitos.
Apenas me iba a sentar en mi nuevo cargo cuando viene la insurrección del EZLN, Salinas designa a Carpizo secretario de Gobernación, y yo me voy con él a Bucareli, como asesor.
Luego, ya con Zedillo, fui asesor de la Delegación del Gobierno Federal a las Pláticas de paz con el EZLN.
En esta posición fui muy criticado por los izquierdistas que se habían colocado como “asesores” de los neozapatistas, pues cómo era posible –decían- que un ex guerrillero, en vez de estar con los nuevos guerrilleros, asesorara al gobierno.
Olvidaban que hacía 20 años yo había roto en definitiva con toda tentación maximalista o violenta. Por otra parte, yo tenía confianza en el talante democrático de Ernesto Zedillo.
Después trabajé en la CNDH, con José Luis Soberanes¸ luego fui asesor en la Cámara de Diputados (con Diódoro Carrasco), y finalmente volví a la CNDH durante la gestión de Luis Raúl González Pérez.
He escrito los libros “La Liga Comunista 23 de septiembre, orígenes y naufragio”, “Memoria de la Guerra de los Justos”, “El complot de Aburto”, “Camino a Acteal”, “Los desaparecidos de la Guerra sucia”, “México, ajuste de cuentas con la historia”, “Ayotzinapa, los mitos y los hechos” (inédito) y ahorita estoy terminando uno que lleva por título provisional “1994, el año que vivimos en peligro”. Además, el libro de poemas “Siempre de nuevo”. Durante 5 años tuve una columna en El Nacional y luego en el Uno más Uno. He escrito varios ensayos en Nexos y otras revistas.
No soy un exguerrillero arrepentido. Cuando tomé las armas pensaba que no había otro camino para luchar por la justicia y en contra de la opresión.
Es evidente que me equivoqué, que dañé a personas que no eran directamente parte de los opresores, llevado por una ideología redentorista que retomaba la firmeza de los dirigentes revolucionarios de la historia, pero que no entendió la importancia de la compasión humana.
Aprendí en cada etapa de este proceso, sobre mí, sobre mis compañeros, sobre la condición humana, la complejidad de la sociedad y la dureza de las resistencias al cambio.
No soy el mismo y, de algún modo, sigo siendo el mismo.
Muchos se extrañan de mi actual posición en contra del gobierno de la 4T, pero si se tomaran la molestia de revisar mi trayectoria, verían que hay una línea de congruencia.
Estoy contra todo intento de escamotear libertades y derechos, contra todo providencialismo y todo populismo, contra la demagogia, el despilfarro, la charlatanería y el engaño.
Soy un hombre libre, pues no tengo intereses particulares o especiales que defender, ni cadáveres en el clóset.
ghirales45@hotmail.com