Vivimos la tercera guerra mundial con el COVID
Nos hacemos preguntas eternas que nos hacen pensar en nuestra finitud.
Nosotros los Baby Boomers no vivimos ni la revolución, ni la gran Guerra, menos la mundial. Fue a través de nuestros padres y de creer en el Imperio americano, y el cine que hablábamos de buenos yankees, o malos yankees, alemanes malos, japoneses, chinos, a través de las mentiras que nos contó Hollywood en el que creíamos como la verdadera voz de Dios.
Resultó que todos éramos seres humanos con antipatías y simpatías, en fin, envueltos en una guerra eterna, que perpetuamos por ambición, de tierras, petróleo, oro, litio...qué sé yo.
Ahora que una pandemia nos dejó encerrados por miedo al contagio y a morirnos, valoramos "the gift of fear", ese temor que nos hace ser precavidos para sobrevivir, pero como todos los días surge algo nuevo.
Ahora añoramos el mar, las montañas, salir al cine, ir a meditar a la iglesia, convivir y cantar con los amigos, esos que dan sentido a nuestra vida y que nos hacen crecer, pero no podemos olvidar el sentido de este corto tiempo que estamos pasando en la tierra sabiendo que existen mujeres desafortunadas.
Nosotros seguimos luchando por nuestros derechos arriesgándonos por poder decidir en nuestras vidas y nuestro futuro.
Hay muchas mujeres que están cansadas, enfermas, violentadas o son drogadictas, ya no pueden con la vida. Cargan tantas penas que las olvidan en la droga o sus similares, y no pueden decidir ni siquiera en su propio cuerpo.
Vamos a darles la mano para buscar psiquiatras, clínicas, espacios que les den tranquilidad para su sanidad mental.
Ayudémoslas con lo que podamos. Están vivas y nos necesitan, nadie quiere apoyar económicamente y todo tiene un precio, tratamientos, techos para dormir, casas seguras, oportunidades para poder trabajar y educación.
Libros, espacio, comida, su techo. Las queremos tranquilas y trabajando, produciendo, pero no pueden. Alguien llama en el desierto, solo las Estrellas en la noche vuelven a encenderse. El sol y la luna nos acompañan también.
Yo decidí luchar por ellas, por tantas mujeres y niñas que nos necesitan, las abusadas sexualmente, las que abandonaron su hogar, sus padres, sus hijos.
Temo por ellas, no viven con solo rezos, necesitan, agua, luz, gas. Necesitan casas de acogida, manos que brinden ternura.
Me tardé tanto en pensarlo, pero nunca es tarde para apoyar a hermanas caídas.Nosotras tenemos que enseñarlas y darles esperanza para que vuelvan a sonreír, pues ellas son el verdadero teatro de la vida y de la historia del mundo.
Es hora de recapacitar y salir a un mundo nuevo, sin envidias ni competencias frívolas, de "yo sé más que tú" , como cuando éramos niños.
Menos religiones y partidos separatistas, vamos a gozar el sol, la luna y a los grandes clásicos.
A eso venimos, a aprender y a ser generosos, que las aguas del río de la vida nos bauticen como seres nuevos emanados del vientre universal sin pecado alguno y gritar "NI UNA MÁS" será mi petición y trabajo de año nuevo.