Adiós Notimex
Empieza en la Secretaría de Gobernación la eutanasia de la agencia Notimex, que difícilmente llegará a cumplir sus 55 años en agosto.
Es muy triste cuando muere un medio de comunicación, pero en este caso el pesar es mayor por las circunstancias de su extinción, la notoria desinformación del presidente López Obrador sobre la agencia y su carente visión de Estado, y el terrible error de haber nombrado a una protegida de su familia, Sanjuana Martínez, como directora, una periodista que como administradora fue una troglodita autoritaria, incapaz de resolver una huelga durante tres años.
Pero más grave que padecer a la incompetente Martínez al frente de Notimex, es la forma como López Obrador percibe a la agencia.
El viernes dijo que era un instrumento de propaganda, que ya no era necesario porque tenía a la mañanera.
Cándidamente reconoció que lo que realmente tiene en aquello que llama “un diálogo de comunicación circular”, es un instrumento de propaganda.
La mañanera es su espacio de gobierno cuyo componente central, disfrazado de conferencia de prensa, es utilizado para disparar obuses a todos los que lo critican o disienten, amenazar y mandar a la plaza pública para ser linchado.
Notimex fue creada en 1968 como una sociedad anónima con participación mayoritaria del gobierno, para proveer información organizada y centralizada sobre las Olimpiadas, que iniciaron el 12 de octubre de ese año.
La información era oficialista, pero al mismo tiempo, desde un principio llenó los enormes vacíos de información que había.
Casi desde sus inicios produjo contenidos para la televisión mexicana y para periódicos, cuando no existían noticieros o no tenían posibilidades de generarlos.
Años después transmitió programas de radio y más adelante fotografía.
Durante casi dos décadas perduró el enfoque oficialista en la información, hasta que al ganar la elección presidencial Carlos Salinas, en un proceso lleno de opacidad y sospechas de fraude, su equipo vio la necesidad de legitimarse.
La información fue una vía.
Su vocero Otto Granados invitó a varios profesionales a dirigir los medios públicos.
Pensó en mí para Notimex, pese a que sabía que había votado por Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones de 1988.
Para aceptar el cargo, planteé escenarios de cobertura como condición, que eran impensables en Notimex hasta ese momento, y por experiencia, en los medios privados.
No habría censura, aseguró.
Lo cumplieron cabalmente y aceptaron informaciones negativas para el gobierno, algunas incluso que periódicos influyentes habían optado por no publicar.
Por primera vez se transmitieron acciones y declaraciones de Cuauhtémoc Cárdenas y se cubrió a la izquierda.
Se dejaron de consultar informaciones delicadas y se trabajó bajo criterios periodísticos, que permitieron tener noticias exclusivas como la detención de Joaquín Hernández Galicia, la Quina.
Habían prometido recursos para una expansión, y se otorgaron: se crearon cinco agencias de noticias para fortalecer la integración regional y hubo una expansión internacional con corresponsalías, como en Estados Unidos, que en un año creció de dos a 35, y en Centroamérica, zona de influencia mexicana, que se cubrió en su totalidad.
En 1989 se planteó transitar hacia una agencia de Estado y se dieron los primeros pasos, aunque se concretó hasta 2006, en gran parte porque los presidentes Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox tuvieron una visión de Estado sobre Notimex, y continuaron el respaldo presupuestal para que todos los directores que me sucedieron siguieran ampliando la cobertura y la calidad periodística.
Muchos de sus periodistas obtuvieron trabajos con medios internacionales; otros avanzaron hacia puestos ejecutivos de medios mexicanos.
No era propaganda lo que se hacía, era periodismo.
Hasta que llegó la señora Martínez, era consabido que al ser una agencia con recursos públicos, por definición debía de ser plural y abierta.
Notimex era una agencia de noticias, cuya función era registrar todo lo que sucedía que tuviera interés público, que reportaba de manera justa y balanceada.
Llenaba los vacíos de información que dejaban los medios privados, que estaban ausentes de mercados que no daban audiencias suficientes para lograr buenos ratings o circulación, y por tanto, publicidad, sin entrar a la importancia estratégica que tendría hoy ante tantas mentiras y desinformación en las redes sociales.
De eso se trata una agencia de Estado, y el apego al derecho a la información y a ser informado.
Notimex tenía un sindicato combativo, profesional y responsable.
Quienes tratamos con ellos reconocemos su calidad y compromiso con sus agremiados, sin ser unos aventureros temerarios que pusieran en peligro su fuente de trabajo, pero sin líderes charros o cómplices, que traicionaran a los trabajadores.
Por la experiencia de muchos de nosotros, es inconcebible que Martínez haya sido incapaz de llevar a resolver un conflicto con el sindicato al que acusa de corrupción, y evitar que la empresa se pudriera.
Fueron sus limitaciones prácticas y conceptuales, expuestas en una entrevista en Los Periodistas, con Álvaro Delgado y Alejandro Páez, donde señaló, entre otras cosas, que cerrar Notimex “era la decisión más adecuada”.
La enterradora de Notimex quiso lavarse la cara diciendo que había sido un botín “durante décadas”, cuyos actos de corrupción eran públicos y notorios, lo que es una falacia para justificar sus torpezas.
“Era una agencia secuestrada por una mafia que ya no era un sindicato… saqueada, vilipendiada”, justificó. “La mayoría no eran periodistas. Había una lista de 60 aviadores. Pasaban seis meses y veíamos personas y preguntábamos quiénes son esos”.
¿Por qué no hizo nada en medio año para frenar esa irregularidad?
Afirmó que hay más de 150 denuncias por presunta corrupción.
Aun si fuera cierto, ¿no pudo eliminar las frutas podridas y hacer un trabajo profesional?
Lo que hizo, como escribió Alejandra Escobar en Etcétera a un año de su gestión, fue “un periplo… plagado de anomalías:
Trabajadores despedidos injustamente, una huelga desconocida por la directiva que, por ello, conculca derechos laborales y un sinfín de desatinos e imprecisiones en la información proporcionada por la agencia…”.
Ni administrar ni hacer periodismo pudo hacer Martínez.
Pero que duerma tranquila.