Adiós, profesor José Luis Esquivel Hernández
Gotemburgo, Suecia.-
Dos grandes maestros han marcado mi vida como estudiante y periodista:
El profesor José Luis Esquivel Hernández y Agustín Serna Zamarrón.
Sin ellos no habría siquiera logrado estudiar Periodismo ni haber tenido una oportunidad en los medios de comunicación.
Hoy concierne hablar de mi querido profesor José Luis, que ha fallecido esta madrugada
Recibo la noticia al leerla del muro del Profesor Agustín Serna.
Me entristece enormemente, me duele mi corazón y mi mente se llena de todos los recuerdos.
Siempre me consideré doblemente afortunada porque el profesor José Luis fue mi maestro en 2 etapas
Lo conocí en el Instituto Fray Margil de Jesús, donde estudié toda mi educación básica.
Cuando estaba en segundo de secundaria, él ingresó como maestro de Historia Universal.
Eran un agasajo sus clases, ahí descubrí mi gran curiosidad por los hechos de esta época.
Nos contó que estuvo presente en la caída del muro de Berlín, nos llevaba películas, nos hacía discutir temas, investigar, nos contaba sus anécdotas en los lugares históricos que visitó y vivió en Europa.
Incluso, cada vez que voy a una feria del libro, sigo buscando títulos de la segunda guerra mundial.
Uno que les recomiendo es: "El guardaespaldas de Hitler".
Es una entrevista al último que tuvo Hitler. Lo escribió un periodista, es impresionante, te deja pensando mucho.
Estaba fascinada, quería que siempre nos contara más y más.
A veces en el receso iba con una de mis amigas a preguntarle alguna curiosidad que tenía de la época y él siempre muy entusiasmado nos compartía sus conocimientos.
Una vez en clase, nos puso un reportaje y en los créditos decían los nombres de los alumnos de la carrera de Periodismo.
- ¿Es usted periodista? Pregunté entusiasmada.
Con la humildad que lo caracterizaba, respondió que sí.
- Maestro, desde que tengo 8 años decidí estudiar Periodismo.
- "En 4 años nos vemos en la facultad". Contestó.
Le regalé una tarjeta de despedida cuando se retiró de dar clases en el Instituto Fray Margil de Jesús.
Le agradecí todo lo aprendido y le dije: "espero algún día verlo nuevamente en un aula".
Y así fue, 4 años después nos encontramos en un salón de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, en la materia de Periodismo cultural.
Recuerdo que un día en clase lo dijo:
- "Tengo alumnos que conozco desde la secundaria".
Igualmente me marcó esa materia, algún tiempo me dediqué al Periodismo Cultural, me encantaba.
Él y el maestro Agustín Serna nos llevaron a la feria del libro de Saltillo en 2008.
Previamente había pactado que platicáramos con Vicente Leñero y Lidia Cacho en el hotel donde se hospedaban.
Lo chistoso de esto es que al llegar al hotel, el maestro José Luis vio que Leñero se encontraba desayunando con otras personas, se acercó a presentarse y supiera que estábamos ahí.
Leñero sorprendido le dijo:
"Si usted es el profesor José Luis, entonces 'quién es él?" Y señaló a la persona con la que desayunaba.
Sí, alguien más lo saludó y Leñero preguntó si era José Luis y ese alguien dijo que sí y estaba desayunando con él.
Aclarado el asunto al terminar de desayunar con quien se hizo pasar por el profesor José Luis, Leñero nos atendió.
Recuerdo que nos reíamos mientras nos contaba y el maestro decía:
"O sea que me perdí un desayuno con Leñero, cualquiera lo hubiera hecho con tal de desayunar con él".
Esa fue su manera de perdonar a aquel cristiano.
Gracias al maestro José Luis -quien sembró la curiosidad de vivir en el extranjero- busqué nuevos horizontes y he vivido y experimentado nuevas culturas.
Siempre nos decía:
- "No se queden aquí, salgan a donde quieran pero salgan a conocer el mundo, otras culturas y formas de vida".
De las cosas que le admiraba, además de su experiencia como periodista y talento, fue también su matrimonio tan ejemplar con Doña Iris.
Siempre hablaba maravillas de ella; nos contaba sus anécdotas tan bonitas como matrimonio.
Cómo se apoyaban y superaban desafíos juntos.
Cuando estudiaba, un semestre salía los martes a las 8AM y y me iba al Nuevo Mundo de Padre Mier a desayunar.
Varias veces lo encontré ahí con ella. El trato tan amoroso que le daba, me causaba mucha ternura.
De aquellas veces que los observaba me dije que cuando tuviera a mi esposo así quería que se dieran las cosas y ahora que lo tengo tratamos de llevar de esa manera nuestro matrimonio.
En otra ocasión conocí a su hija Iris; nos vimos en el Sanborns. Me estaba compartiendo los temas de su clase. Lo iba a cubrir en la materia de filosofía que impartía en una universidad privada donde era rector.
Se estaba ausentando porque su esposa se había agravado y quería dedicarse 100% a ella.
Finalmente, Iris se le adelantó en el camino y el profesor sufrió mucho su pérdida.
Tenía mucho amor y devoción hacía su esposa; yo lo admiraba, en todo sentido, era un gran esposo, padre, hijo, profesional y profesor.
Hoy me embarga la tristeza de saber que ya no volveremos a tener una plática pero me quedo con saber que fui muy pero muy afortunada de conocerlo por 20 años y haber aprendido no solo de sus conocimientos sino de su actuar tan ejemplar.
Porque hoy, yo no estaría donde estoy sin su apoyo.
Hasta luego mi querido profesor, nos volveremos a ver algún día en el más allá.
Seguro tendrá un aula y un asiento para una alumna más cuando me llegue el momento.
Mi agradecimiento profundo y para siempre, querido profesor.