Arrivederci, Roma
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Luego supe que eran misioneras heroicas en tierras de tenebrosidades.
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Vi también a fornidos alemanes con rosarios
Al final, y después de sólo 20 minutos en la fila, vi en la Basílica de San Pedro el cadáver de Francisco, quien amarilleado, pero impecable para la ocasión, parecía decirnos a los miles que lo mirábamos sin poder detenernos a observarlo:
Gracias por venir, no os olvidéis de rezar por mí
Un cardenal italiano que parecía acabar de ser elegido en el casting de la secuela de Cónclave, de Edward Berger, bendecía a un grupo de hindúes al lado de la Capilla del Coro de la majestuosa, ostentosa, intimidante catedral.
Vi llorar a octogenarios filipinos y sonreír a italianos silenciosos, elegantes incluso en la precariedad de la ocasión.
Lo que no hallé fue disneyficación
La conocí lo mismo en Nueva Orleans que en Auschwitz.
De Roma me marcho con el aprendizaje de que occidente se reserva, al menos, un evento que congrega a cientos de miles de visitantes sin degenerar en un parque de atracciones: