¿Cómo empiezo a incluir a las personas distintas a mí?

Es una pregunta esencial pero difícil de responder.

El encuentro entre personas distintas ha sido nuestra propuesta en Diálogo en la Oscuridad desde hace 33 años, y la cual se desprende de la frase del filósofo Martin Buber: “la única forma de aprender está en el encuentro”.

Hoy hay evidencia científica de que el encuentro promueve la inclusión.

En el caso de la comunidad LGBTQ+, minoría hacia la cual ha mejorado substancialmente su percepción en EEUU, y lo cual se debió a que la comunidad LGBTQ+ incrementó su contacto con gente que no pertenecía a su grupo.

La teoría de la psicología social que sustenta esto se llama la hipótesis del contacto, y fue propuesta desde los años cuarenta por el psicólogo Gordon Allport de la universidad de Harvard.

Esta teoría sostiene que al entrar en contacto con personas cuyas características percibimos como inusuales, sean personas de la comunidad LGBTQ+, que profesen una religión distinta, con una orientación política distinta… nuestros prejuicios disminuyen y somos capaces de desarrollar una serie de nuevas actitudes más constructivas hacia estas personas.

¿Qué sucede cuando nos permitimos conocer a alguien?

En primer lugar lo o la sacamos de su grupo contenedor, es decir, si yo me refiero a los haitianos, los tengo categorizados en un grupo al cual le asumo características como: son de piel negra, no hablan mi idioma, son pobres y sus rasgos son más bien africanos.

Este proceso generaliza y le otorga las mismas características a todas las personas del grupo, a las cuales no percibimos ni siquiera como personas, sino más bien como personajes caricaturizados.

En segundo lugar, cuando entramos en contacto con las particularidades de una persona, la o lo humanizamos y les otorgamos individualidad al sacarlos de la caricatura que nos hicimos sobre su grupo.

En un estudio se demostró que al pedirle a gente blanca que viera las fotos de varias personas negras y las categorizara en rango de edades, las personas blancas mostraron una actividad significativa en la amígdala, lo cual quiere decir que percibían amenaza al ver las fotos de este grupo.

Luego se les pidió tomar la foto particular de una persona negra, y tratar de adivinar detalles simples de esa persona: cuál sería su fruta favorita, lo que más disfruta en la vida, algo que le moleste mucho, su color favorito…

E este caso, al enfocarse en la persona como individuo, la actividad en la amígdala cesaba.

Hay 3 pasos para prepararnos y fomentar estos encuentros:

  1. Dale un nombre para sacarlo del grupo. El primer paso es acercarnos y saber su nombre. Nunca es lo mismo haber tratado con Roberto que con una persona en silla de ruedas.
  2. Imagínate alguna particularidad de su día a día. ¿Le gustará madrugar o levantarse tarde? ¿Ver televisión o escuchar música? ¿Cuál será su fruta favorita? ¿Qué le causará enojo y qué le causará alegría? Se ha demostrado que este ejercicio que puede ser meramente imaginativo tiene efectos benéficos incluso si lo hacemos a solas, sin interactuar, solo imaginando vívidamente la imagen de la persona en particular.
  3. Acércate y pregúntale. Por mucho, esta es la mejor opción. Si nutres tus imaginaciones con información verdadera no hay lugar a equivocaciones. Cuida que tu encuentro sea con una mente abierta, despierta tu curiosidad y haz preguntas respetuosas, y, muy importante, no intentes convencer a la otra persona de nada, acércate solo para conocerla mejor.
Debido a mi contexto, abogo por el encuentro con la gente con discapacidad, no obstante, estos pasos aplican para cualquier persona que percibimos como ajena a nosotros.
Pepe Macías

Maestro en psicología organizacional y Coach. Vive con ceguera desde los 6 años debido a la leucemia. Es colaborador de Dialogue Social Enterprise en Hamburgo, Alemania, empresa matriz de Diálogo en la Oscuridad, y una de las empresas sociales pioneras y más reconocidas de Europa. Durante 10 años ha impartido capacitación en más de 15 países en todos los continentes. Pepe es escritor en sus ratos libres. Durante una etapa de depresión, descubrió que escribir disuelve los laberintos mentales, cura el espíritu y aceita las neuronas. “Escribo lo que veo cuando los ojos no funcionan”.