Debanhi
Nadie volvió a saber de ella desde el sábado pasado en el municipio de Escobedo. La zona es altamente peligrosa.
Debanhi no es un número más en la larga lista de personas desaparecidas en México.
Debanhi, como todas las demás personas desaparecidas, es nuestro prójimo.
Debanhi es una joven que como muchas de su edad salió a divertirse. Así de simple. Fue a una fiesta en una quinta. No regresó a su casa.
Hay dos imágenes que reflejan el más profundo sufrimiento humano.
Una imagen es la del padre de Debanhi. Está llorando por su hija ausente. Es su única hija. Compartimos su dolor. No es necesario ser familiar o conocido de ese hombre para darle nuestro total apoyo moral.
La otra imagen es una fotografía de Debanhi: está de pie, sobre una carretera solitaria; mira al infinito, entiende uno la angustia impresa en su difuminado rostro.
Por un instinto de seguridad, Debanhi usa un cubrebocas. Al fondo de la imagen se asoman dos pequeñas luces. Es la mirada de una amenaza latente. Es un animal que la acecha. Es el Mal.
El Comité de la ONU contra las Desapariciones Forzadas emitió ayer un informe sobre nuestro país.
Servidores Públicos y el crimen organizado son directamente los responsables.
Se registran 95 mil 121 personas como desaparecidas al corte del 26 de noviembre pasado. Durante la visita del comité de la ONU se agregaron otras 112 personas desaparecidas.
Destaco el aumento notable de desapariciones de niños y niñas a partir de los 12 años, así como de adolescentes y mujeres.
Este mismo informe enumera las entidades federativas que concentran 71% de los cuerpos no identificados en México. Nuevo León está entre los primeros siete.
Nuestro estado también se ubica en un vergonzoso segundo lugar a nivel nacional en número de casos de feminicidios. Algo estamos haciendo muy mal.
Los dos ojillos de fiera que acechan a Debanhi en la última imagen que le tomaron, no simbolizan únicamente los de un criminal en potencia; son también evidencia de que somos muy sensibles cuando leemos los casos de personas desaparecidas pero que cuando vemos a una joven en mitad de una carretera solitaria preferimos pasar de largo y fingir que no vimos nada.
La ética y la solidaridad son inútiles si no las aplicamos a casos concretos.