Día de Muertos en Oaxaca: una tradición de raíces profundas
Las festividades dedicadas a los muertos tienen sus raíces desde mucho antes que los españoles colonizaran América. Al respecto hay registros de celebración a los muertos en las culturas totonaca, mexica, zapoteca, purépecha en los que se les rendía tributo a finales de octubre y principios de noviembre. Dichas festividades, que estaban fuertemente arraigadas en los pueblos indígenas (como es el caso del viaje hacia el Mictlán), se fusionaron con las fiestas católicas impuestas por los españoles generando una nueva visión más amplia y rica al unirse dos mundos. En este contexto de sincretismo cultural se obtienen las diversas formas de celebrar a los muertos en nuestro país, que en el caso de Oaxaca presenta ciertas particularidades.
Oaxaca tiene una riqueza cultural muy amplia y específicamente con respecto a los muertos cubre diversas actividades que se inician en el mes de octubre con la adquisición de productos que se colocaran de ofrenda en el altar. Además en estas fechas continúan los preparativos en diferentes barrios de la capital, y en otras poblaciones oaxaqueñas para las comparsas, que son carnavales nocturnos que en cierta forma parodian la realidad de la sociedad.
Otras actividades que se realizan son los arreglos de las tumbas en los panteones como es el caso del Panteón General que es adornado con más de 2 mil veladoras, así como también la llamada “llevar a los muertos” la cual consiste en regalar a los parientes y amigos una parte de los alimentos que integran la ofrenda y este obsequio se realiza casa por casa.
Altares de muertos
Las celebraciones de Día de Muertos son la oportunidad que tenemos los vivos para convivir con los seres queridos que se han ido.
Su visita entre nosotros obedece a un permiso obtenido desde el más allá para que las ánimas de los difuntos puedan visitarnos. Por ello, las familias procuran tener en sus hogares todo aquello que al difunto le gustaba, y aquí tiene un lugar muy especial la comida. Así tenemos en los altares el mole, los dulces, las manzanitas de tejocote, el nicoatole, el chocolate, el pan de muerto.
Los altares de muertos son instalados en las casas de los familiares, en los panteones sobre las tumbas y en lugares públicos diversos como escuelas, museos, restaurantes, etc. Estos altares son levantados generalmente sobre una mesa forrada con un mantel blanco o bien con papel china picado. En las patas frontales de la mesa se amarran cañas de azúcar o carrizos y se forma un arco triunfal por donde se les dará la bienvenida a los fieles difuntos.
Los altares se estructuran en distintos niveles, que representan los estratos de la existencia.
Hay altares de dos niveles (el cielo y el infierno), de tres niveles (el cielo, el infierno y el purgatorio) y de siete niveles (que representan los pasos necesarios para llegar al cielo), siendo este último el altar tradicional por excelencia. En dicho altar el primer escalón va la imagen del santo al que se es devoto; el segundo se destina a la ánimas del purgatorio; el tercero se coloca la sal que simboliza la purificación del espíritu para los niños; el cuarto se pone el pan, que es un alimento para la ánimas; el quinto se utiliza para ubicar los platillos y frutas preferidas por el difunto; en el sexto se ponen las fotos de los ya fallecidos; y en el séptimo se coloca una cruz formada por semillas y frutas.
Hay algunos otros elementos simbólicos que también son incorporados en los altares. Entre ellos se encuentran las inevitables flores de cempasúchil que representan al sol y que sirven para crear senderos y guiar a los difuntos al altar. Otros elementos que se acostumbran son las velas y veladoras que sirven para que las ánimas se alumbren en su camino. Finalmente está el copal que era ofrecido por los indígenas a sus dioses y que servía para limpiar el lugar de los malos espíritus y que al ser quemado genera un ambiente muy característico de estas fechas.
Comparsas de días de muertos
Las tradicionales comparsas oaxaqueñas son desfiles jocosos y sarcásticos en las que los participantes se disfrazan y bailan acompañados de una banda de música en un recorrido que efectúan por las principales calles de su barrio en una fiesta netamente popular. Durante su recorrido se van lanzando cohetes para anunciar la llegada de los difuntos y al final de la caravana se va recolectando comida que obsequia la gente y que forma parte de los altares. Las comparsas son un espectáculo que principalmente se realizan entre vecinos y que pone en juego la creatividad de los participantes que durante varios días fabrican máscaras y disfraces muy peculiares utilizando cascabeles, zancos, flores y vestidos tradicionales.
En este colorido carnaval nocturno dedicado a los muertos, que en cierta forma parodia la realidad y que puede durar hasta la madrugada, se conforma un mundo mágico de personajes fantásticos que tienen un motor lúdico que los hace entrañables. Es como jugar a una especie de “lotería de la muerte” en la que aparecen La Catrina, El Diablo, La Muerte, El Borracho, La Enfermera, El Nahual, La Viuda, La Momia, etc.
Cada barrio de la capital oaxaqueña organiza una comparsa impregnándole su sello propio con los personajes que consideran pertinentes.
Así se tienen las comparsas en los barrios de El Polvo, La Trinidad de las Huertas, la de Cinco Señores, la de Jalatlaco y otras más. De esta forma por ejemplo, en la comparsa de Cinco Señores, que data de 1890, se escenifica una parodia de lo que es un enfermo que está a punto de morir y está dejando a una mujer embarazada con tres “muchitos”. El doctor no lo puede curar por lo que le pide al espiritista que le ayude. Sin embargo, éste no puede resolver la situación por lo que viene el padre a echarle los santos óleos y es en este momento cuando el diablo y la muerte se pelean al desahuciado. Termina la parodia con un baile festivo de los personajes y con un rico chocolate, pan, tamales y mezcal.
A manera de conclusión
Para concluir, podemos decir que la visión e iconografía sobre la muerte en nuestro país son muy peculiares debido a su carácter festivo, lúdico, religioso, sarcástico, divertido y a su persistencia hasta nuestros días. Esta tradición de la cultura popular mexicana es considerada por la UNESCO como patrimonio cultural de la humanidad, y su preservación y difusión es una responsabilidad que tenemos todos los mexicanos.