El último grito
El Zócalo de la Ciudad de México retumbó una vez más con el tradicional grito de independencia, pero esta ocasión tuvo un significado especial: fue el último de Andrés Manuel López Obrador como presidente.
La figura que ha marcado profundamente la política mexicana en la última década, se despide del balcón presidencial tras seis años de un gobierno tan celebrado como criticado.
López Obrador llegó al poder en 2018 tras una contienda histórica, impulsado por un discurso que prometía una "Cuarta Transformación" de la vida pública en México.
Su narrativa se basó en un cambio profundo en el manejo de los recursos, la lucha contra la corrupción y la promesa de poner al pueblo en el centro de las decisiones políticas.
Durante su mandato, su estilo de gobernar fue polarizante: un presidente cercano a la gente, con conferencias matutinas diarias (las “mañaneras”) que ofrecían transparencia a su base, pero que también se convirtieron en un espacio de confrontación con la prensa y críticos.
Su legado es diverso y contradictorio.
Por un lado, el fortalecimiento de los programas sociales se tradujo en beneficios directos para millones de mexicanos en situación vulnerable, como las pensiones para adultos mayores y las becas para estudiantes.
Su política de austeridad, aunque celebrada por muchos, también tuvo efectos colaterales.
Sectores como el de la salud, la educación y la ciencia experimentaron recortes que afectaron su desempeño, generando inconformidades.
Quizás su mayor apuesta fue la construcción de grandes obras de infraestructura como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya.
Estas obras han sido vistas por algunos como un impulso necesario para el desarrollo del país, pero también han sido duramente cuestionadas por sus costos elevados y los impactos ambientales.
En materia de seguridad, su estrategia de “abrazos, no balazos” fue uno de los aspectos más controversiales.
La violencia y el crimen organizado continúan siendo una realidad ineludible en el país, y si bien AMLO buscó reducir el uso de la fuerza militar, la paz sigue siendo un desafío pendiente.
La relación de México con el mundo bajo su administración fue más pragmática que ideológica.
A pesar de su discurso nacionalista, mantuvo una relación cordial con Estados Unidos y fue un actor clave en negociaciones comerciales, como el T-MEC.
Sin embargo, su alejamiento de foros globales y las críticas al manejo de la política exterior muestran su preferencia por un enfoque más introspectivo.
Al cerrar este ciclo, López Obrador deja un México profundamente marcado por su estilo personalísimo de gobernar, que rompió con muchas convenciones tradicionales, para bien y para mal.
Su liderazgo ha sido uno de contradicciones:
Un presidente que rechazó privilegios y vivió de manera modesta, pero que al mismo tiempo ejerció el poder con mano férrea.
Al escuchar su último grito, los mexicanos se enfrentan a una reflexión inevitable:
¿Fue su mandato el inicio de una verdadera transformación o quedará como una etapa de promesas a medio cumplir?
El tiempo y la historia darán su veredicto, pero una cosa es clara:
El México que Andrés Manuel López Obrador deja no es el mismo que recibió.
Para muchos, el verdadero reto será saber si el país avanzará hacia una consolidación de esa transformación o si, por el contrario, tomará un rumbo distinto, más allá del populismo y las personalidades carismáticas.
El grito de este año no solo celebró la independencia del país, sino que también simbolizó el fin de una era, dejando en el aire la pregunta de si, bajo el liderazgo de Claudia Sheinbaum, el rumbo trazado por López Obrador seguirá su curso o si México tomará una nueva dirección en su proceso de transformación.