La Chuya sí que era feminista
Mi comadre, “La Chuya”, quien desde pequeña supo que era mujer, aunque la vida le hizo una mala jugada, metiéndola dentro del cuerpo equivocado -que poco a poco y con sus ahorros se encargó de modificar- era feminista.
Tenía senos prominentes y nalgas pronunciadas, y muchos al estilo de Gabriel Quadri, en aquel debate a la Presidencia con AMLO, Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota, la seguían con la mirada.
Ella era muy parecida a Julia Orayen, la chica del vestido blanco encargada de entregar las preguntas; todos desviaban su mirada hasta verla perderse en lontananza.
A “La Chuya” la conocí en Monterrey; una vez me pidió ayuda para redactar cartas que iba a entregar a varias empresas, pues cada año conseguía juguetes para los niños de escasos recursos de la colonia San Ángel sur, además de que se hacía cargo de un comedor de ancianos, donde diariamente alimentaba a más 20 personas.
La recuerdo con mucho cariño… Si cumplía años, me llevaba un regalo; si me llamaba y le decía que me sentía mal, me compraba un té y me lo entregaba con todas las instrucciones; si estaba triste, me invitaba a salir; si le contaba mis sueños de crecer, me daba ideas para hacer negocios.
Quisiera conocer más mujeres feministas que les guste hacer el amor...
...y no me refiero al delicioso contacto de los cuerpos desnudos y vibrantes; sino a las acciones concretas a favor de otras mujeres.
Es decir, me refiero a aquellas que tienen por objetivo promover la igualdad, equidad, paridad; evitar la violencia; fomentar la participación ciudadana, cuidar de otras mujeres, apoyarlas para que crezcan en el ámbito educativo, laboral.
Me refiero a las que trabajan para estar en el centro de la toma de decisiones en los tres poderes de gobierno, legislativo, ejecutivo y judicial y que piensan en construir y no en destruir.
Lamentablemente “La Chuya” fue asesinada a golpes por un adicto a las drogas, y yo cada 8 de marzo pienso en ella y en todas las chuyas feministas.