La mano que mece la cuna: una guerra que no vemos
Prometo solemnemente retar los dogmas, el statu quo.
María Fernanda García Sada
Todo mundo habla del conflicto palestino-israelí que, desde su comienzo, parece no tener fin al no haber resultados justos, satisfactorios para todas las partes, lo mismo pasa con Rusia y Ucrania.
Agradezcan la desgracia humana colectiva a una guerra que luchamos o, por el contrario, asimilamos día a día llamada “propaganda”.
Es importante reconocerla porque somos las víctimas; y, ¡oh, sorpresa!, también somos responsables al ser copartícipes de su propagación. La propaganda es un arma de guerra, pertenece a la llamada “psyops” u operaciones psicológicas, la esparcimos a nuestros familiares, amigos y conocidos a través de un simple click.
Hoy escribo con un corazón triste y pesado por los recientes acontecimientos bélicos y el escalamiento de la inseguridad mundial. Gracias a la avanzada tecnología algorítmica de la inteligencia artificial, las imágenes y audios generados por computadora, la censura de la libertad de expresión, la narrativa “conveniente” empujada a favor de políticas, ideologías y religiones preferentes, la capitalización de conflictos y las noticias curadas, la más alarmante propaganda es promovida por grandes corporaciones y su brazo derecho, el poder gubernamental, que a su vez, maneja instituciones de “inteligencia” (whatever that means) en nuestro detrimento. Tanto en el mundo corporativo como en el político hay sus excepciones, pero son pocas.
Se escucha con mayor frecuencia un temido y preocupante término que podría convertirse en una realidad; estamos a punto de ver estallar lo que creíamos distante e imposible: la Tercera Guerra Mundial.
¿Por qué ocultan y manipulan la verdad? La respuesta es obvia: si la supiéramos, no los apoyaríamos, más bien, los condenaríamos. Quien no ve que estamos siendo manipulados para un control total y masivo está miope. En todo conflicto hay vencedores y derrotados, just follow the money. Es casi certero dar con los criminales.
No se necesita ser Einstein para observar que los ganadores son las grandes corporaciones mafiosas en contubernio con sus títeres, los gobernantes, quienes han sido apoyados por ellos y puestos por nosotros en posiciones claves de poder o han sido sobornados para sus intereses económicos particulares. Como un juego de ajedrez, estas corporaciones acumuladoras de dinero son las manos que mueven las piezas: el rey, la reina, los soldados y los peones.
¿Quiénes son los perdedores? La sociedad civil: los trabajadores, gente común y de bien como tú, como el vecino, como yo, nuestras familias; sorprendentemente, también los policías y soldados, quienes muchas veces siguen órdenes sin cuestionar y dan sus vidas por ideologías equívocas.
La división y polarización son evidentes en los más recientes eventos geopolíticos. Los medios son parte del problema; la raíz: el mal.
Las escopetas disparan a los patos ingenuos, los ciudadanos, quienes somos ambos, bala y blanco, al ponernos de pechito, sin investigar a fondo. Somos copartícipes al tragar y diseminar la venenosa propaganda.
¿Cómo sucede? La información se transmite con indicadores previamente seleccionados, sesgados a las audiencias para inducir en sus motivos y razonamiento objetivo, influir en el comportamiento de la gente, de los gobiernos más débiles, de organizaciones, grupos y, ¿por qué no?, de otras grandes potencias extranjeras; influye en la actitud respecto a causas o posiciones al presentar solamente un lado o aspecto de un argumento, sin exponer todos los hechos, la verdad completa. Pretende inclinar la opinión general, no informarla, resumo lo que explica Wikipedia.
Su uso lo encontramos desde el siglo III a. C. con los edictos de Ashoka inscritos en piedra, aunque la palabra latina, propagare, aparece después con la institución de la Iglesia católica dedicada a la misión.
La propaganda la encontramos a través de testimonios, identificaciones, afirmaciones, estereotipos, repeticiones, vaguedades, uso de lenguaje eufónico, palabras emotivas y slogans. Actualmente, se transmite a través de panfletos, panorámicos, radio, internet, redes sociales, prensa, revistas, campañas, televisión y cine.
Ahora bien, ¿cómo funciona a nivel psicológico?
La propaganda hace uso de las emociones inherentes a los seres humanos al vincularlas con imágenes, audios, videos y palabras, un script, el famoso storytelling (falsos o curados), con el que simpatizamos y nos identificamos porque nos conmueve. La manipulación se enfoca con precisión en los valores, el historial, la cultura, el credo, nacionalidad, motivaciones, afiliación política, social y económica de grupos enteros.
Entre estos grupos, las inclinaciones pueden ser diametralmente distintas. Cada bando (con agenda propia) agrega los adeptos que a su vez pelean entre sí, desde gritos y palabras insultantes hasta la muerte. Somos usados como manada sin pensamiento para sus fines e intereses como lo expongo en el siguiente artículo:
En la política, compramos y asimilamos la venenosa narrativa de propuestas y candidatos que elegimos como gobernantes, nosotros somos responsables al colocarlos en puestos de poder.
Construimos nuestra propia prisión por perezosos, por ingenuos, porque no nos informamos, no leemos y no investigamos, sobre todo, con imparcialidad para formarnos opiniones propias a través de un pensamiento analítico; no nos importa al creer erróneamente que “no puedo hacer nada” o “el problema está lejos, a mí no me afecta”.
¿Crees que te salvas de ello? ¡Pregúntale a la inflación!
Lo cierto es que ignoramos, no nos detenemos a pensar antes de maldecirnos o peor aún, de destruimos los unos a los otros. ¿Quieres saber qué es la verdad y en qué consiste? Muestro un análisis de mi autoría donde incluyo un video al final que expone qué es y cómo funciona según el concepto de perspectiva:
“El arte de la guerra se basa en el engaño”, escribió Sun Tzu, general, estratega militar y filósofo chino. Una de sus grandes máximas fue: “la suprema excelencia consiste en romper la resistencia del enemigo sin luchar”.
Por miedo, muchos se quedan callados ante las injusticias, son políticamente correctos en extremo, a tal punto de ceder su integridad por una “seguridad” que tomará cualquier forma tergiversada y pronto se revirará para acosarlos. El miedo, el odio y la ira son malos consejeros, las chispas del fuego que, en conjunto, se traducen en impulsividad, estupidez, aniquilación de otros y de sí mismos.
En toda conciencia, yo no puedo hacer eso, soy respetuosa, diplomática de carrera, pero no políticamente correcta.
Esa frase toma diversos tonos dependiendo de las vivencias y costumbres de la época. Mientras es importante hacer sentir bien a los demás, actualmente, no pronunciarse a favor de la verdad, es un acto de complacencia, cobardía y sumisión, y no es congruente con los valores universales, la sabiduría, el amor, las brújulas certeras de la vida.
Las guerras que están sucediendo en el mundo, las peleas personales, de grupos manifestantes en las calles, hasta conflictos armados entre naciones, por lo general tienen que ver más con la ambición desmedida, la avaricia, la ocupación de territorios, el aseguramiento de recursos, el poder, la corrupción, la vanidad, el orgullo y el egoísmo, que con principios humanitarios, dignidad, respeto, libertad y sobrevivencia.
Las guerras no son razonables, sino emocionales.
El método de la propaganda es usado estratégicamente con una maquiavélica puntualidad y certeza quirúrgicas por individuos y dirigentes investigados por delitos y corrupción. ¡Qué mejor momento para usar la propaganda por aquellas corporaciones, figuras públicas y partidos en proceso de desmoronamiento que perderán la libertad, dinero, poder y elecciones!
El truco más viejo del libro: lograr la unión y solidaridad de una nación polarizada ante el distractor de una guerra contra un enemigo común. La política está llena de hipócritas y criminales.
Lamentablemente, pelear entre nosotros es alimentar el crimen organizado político al aceptar sus mentiras, sus manipulaciones, su propaganda social, religiosa, electoral y militar. México no está exento de este cáncer, especialmente cuando se acercan elecciones.
La propaganda es un circo; los taquilleros, las grandes corporaciones apoyadas por los gobiernos que venden los boletos; nosotros, los espectadores que pagamos.
¡Veo al mundo pelearse y me repugna, no me sorprende que Elon Musk desee irse a vivir a Marte! Llegamos a un punto en donde no se le puede creer ni a uno ni al otro, se lavan las manos como Poncio Pilato, se pasan la papa caliente, se culpan unos a otros y se convierte en un cínico juego macabro de he said, she said gracias a la maléfica propaganda.
Que no les sorprenda la censura cada vez mayor de la verdad.
Si cedemos ante la propaganda, pronto acabarán con los últimos bastiones de este valor y del periodismo independiente. Detona ha sido blanco de numerosos ataques. Ahora mismo, Elon Musk lucha una batalla por mantener la plataforma de X (antes Twitter) abierta y libre. Una de las profesiones más peligrosas del mundo es el verdadero periodismo. Plácido Garza nos platicó sobre este oficio tan difícil:
Depende de los ciudadanos unirnos todos contra la manipulación, las mentiras, el engaño, la tiranía. La diversidad que tanto anhelamos es para una humanidad madura, inteligente, consciente, no para una bola de orates. Hay una justicia casi poética en la categorización de los humanos y los animales porque, biológicamente, no hay diferencia; conscientemente, es un misterio y espiritualmente, es de común acuerdo generalizado que sí hay desemejanza.
¿¡Qué nos pasa!? ¡Vergonzoso, cada vez que elegimos el mal! Les recuerdo que, si se desata la III Guerra Mundial, todo se acaba: Game over! We´re seriously f☹ck3d, and not in a good way!
Te cambio la perspectiva de enjuiciar y tomar partido por otra más sabia a través de una invitación: pronunciémonos a favor, no de un grupo o de una nación, sino de los principios universales, de la humanidad.