Las mujeres que amo

Conmemoro hoy, Día Internacional de la Mujer, recordando a las mujeres que han marcado mi vida.
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Viene a mi mente el recuerdo de mi abuela Josefina en Reynosa Tamaulipas dando de comer a las gallinas que encajaban sus picos afilados en los granos de maíz. En las mañanas íbamos por huevos y en la tarde ella despescuezaba a la más gorda para luego desplumarla con fuerza y preparar la comida a todos sus nietos.

“Pollo y arroz”.

¡Nada fue más impactante en mi infancia, como el día en que vi correr un gallina sin cabeza!

Enseguida de la casa de mi abuela había un templo, donde ella solía orar por cada uno de sus nietos, así lo hizo hasta sus 97 años, cuando Dios la mando llamar. 

En aquel patio enorme de la casa de mi abuela me divertía atrapando chicharras que mi tía Mine y mi hermana Juany amarraban de un hilo que se ataba a mi muñeca y que yo llevaba a todas partes como si fueran globos. 

Recuerdo que en una ocasión el viento soplaba con fuerza y desdibujaba los trazos que mis hermanas Esthela, Martha y yo habíamos hecho jugando con palos secos en el piso de arena; había tan pocas casas a la redonda que el rumor del viento imprimía un cierto misterio, que nos invitaba a contar historias de miedo, como aquella, de una mujer de blanco que aparecía y desaparecían detrás de la cerca de madera.

Entrada la noche nos sentábamos a contemplar las luciérnagas, y Esthela y yo fantaseábamos con la idea de atrapar algunas y depositarlas en un frasco de vidrio que más tarde pondríamos junto a la cama para iluminar la habitación, cosa que no sucedió. 

Mis hermanas y tías “Chayo, Rosita y Mine” a veces recordamos estas y otras historias de la infancia y reímos. Ellas siempre han estado a mi lado y yo se los agradezco infinitamente.

A mi hermana Laura, la mayor, le debo el empezar a escribir, recuerdo que me gustaba leer poesía y ella me decía mejor escribe… y le hice caso y anduve de poeta.

Nada me gustaba tanto como sentarme en el regazo de mi madre; Esther es su nombre. Sentir su aroma y el latido de su corazón me da paz desde pequeña. 

Recuerdo un día que mi abuela y mi madre estaban en la cocina platicando, ella acariciaba mi cabellera y de cuando en cuando besaba mi frente, hasta que finalmente el sueño me venció y tuvo que llevarme a la cama cargada.

En Monterrey la vida era más agitada; después de la escuela, teníamos clases de natación, guitarra y basquetbol; en mi adolescencia hice grandes amigas, como Diana Valero, amistad que conservo desde los 11 años; juntas estuvimos en el coro de la Iglesia y luego fundamos un grupo llamado “Misiones” con la asesoría de un sacerdote Comboniano. 

 A los 16 años conocí a Angelina Oseguera, quien quedó viuda con dos hijos y salió adelante convirtiéndose en una exitosa empresaria. Desde entonces siempre hemos estado una para la otra. Me tocó estar a su lado cuando murió su madre y luego ella me acompañó en el velorio de mi padre. También estuvo en mi despedida de soltera, y mi boda y luego yo en la de su hijo.

Juntas compartimos la emoción de haberme convertido en madre y luego llegaron sus primeros nietos y el bautizo del más pequeño…la quiero muchísimo.

Mi más grande tesoro, mi alegría, mi fortaleza y mi debilidad es mi hija Roberta, el más grande amor, el más puro. Nació un 26 de octubre de 1997 y desde entonces ha sido mi maestra de vida, la admiro y amo profundamente.

Como dice la canción, ¡la quiero a morir! 

Hace un momento estaba pintando un cartelón que dice “Libres para decidir”, el año pasado hizo otro que decía “Libres, no valientes”. Se prepara para la marcha, y yo quiero estar con ella, y juntas conmemorar en el Día Internacional de la Mujer, exigir justicia para las desaparecidas, que no haya más mujeres asesinadas, violadas ni abusadas o vejadas; que se pueda erradicar la violencia laboral, el matrimonio infantil, el acoso.

Es un día para visibilizar la desigualdad, reivindicar nuestros derechos y reconocer las grandes contribuciones que se han hecho en México y el mundo. 

Finalmente, solo quiero decirles a las mujeres de mi vida gracias, gracias, gracias. Ustedes son las mujeres que más amo.
Teresa Sepúlveda Elizondo

Licenciatura en Comunicación egresada de la UANL. Maestría en Procesos Electorales por la Escuela Superior de Procesos Electorales y postulante al Doctorado en Educación por la Universidad Humanista de las Américas. Periodista, catedrática, comentarista y observadora de los procesos electorales y la vida cotidiana. 

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