Sólo palabras

La mejor forma de conmemorar el Día Internacional de la Mujeres es con la defensa honesta, responsable y decidida de nuestros derechos y libertades, jamás nuestro silencio.
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Es marzo y no nos sorprenderá ver que, desde cualquier foro oficial, en esta semana celebrarán y difundirán mensajes triunfalistas por los simulados avances en materia de paridad e igualdad de género, que solo servirán para alimentar alguna egoteca del poder.

Suponemos que funcionarias, gobernadoras y legisladoras morenistas aparecerán de nuevo para vitorear al patriarca tropical, con la esperanza de recibir unas cuantas palabras o una mirada en reconocimiento de haber arrinconado sus trayectorias, mientras millones de mujeres a lo largo y ancho de este país padecen una realidad que las pone en riesgo cada segundo.

Han pasado tres años de la megamarcha y las condiciones no son mejores: todas las evidencias del gobierno indican que no se ha entendido, no se ha querido entender o se ha ignorado, el mensaje de las mujeres: respeto a nuestros derechos y libertades y el cuidado a nuestras vidas.

El miedo persiste ante las cifras oficiales de los 4,104 feminicidios registrados en lo que va de esta administración.  

Preocupa saber que vivimos en riesgo constante, sin autoridad alguna que aplique los distintos ordenamientos jurídicos para salvaguardar nuestra integridad.

De nada sirve que se diga que se han visibilizado las desigualdades que existen en  este país, si prevalecen distintas violencias hacia mujeres, jóvenes y niñas. 

Por si no fuera suficiente saber lo difíciles que son algunas situaciones que detonan agresiones físicas y verbales de hombres contra mujeres, es aún más alarmante observar la forma en que desde distintos espacios del poder público se violentan a quienes han sido reconocidas por su valía, su preparación, su ética profesional, su experiencia, su congruencia.

Nada importa.

Desde que se nombró a la ministra Norma Lucía Piña Hernández como presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación -y representante del Poder Judicial-, el Ejecutivo Federal se ha dedicado a descalificarla, aprovechando la situación para insultar a los jueces.

¡Vaya irresponsabilidad de estos ataques! Violentarla de esta manera ha propiciado una violencia digital que pone en peligro su integridad física, para nuestra desgracia no es el único caso.

Vale la pena hacer algunos cuestionamientos al autodenominado “gobierno más feminista de la historia”:

  • ¿En dónde quedó la igualdad entre poderes?
  • ¿Eso es respetar la autonomía?
  • ¿Eso es ser demócrata?
  • ¿La descalificación permanente es parte de su "cartilla moral"?
  • ¿Se piensa someter al poder judicial con violencia verbal?
  • ¿Los ataques son liberales y afines a su llamada "transformación" de la vida pública? 
  • ¿En dónde están las mujeres de izquierda morenista, en particular sus legisladoras, que ayer marchaban, manifestaban sus exigencias, luchaban por sus derechos y que hoy, sencillamente guardan silencio ante los atropellos presidenciales?
  • ¿Su silencio combate la violencia?
  • ¿Llegaron al cargo y comprometieron el encargo?
  • ¿Así se visibiliza el abuso de poder?

Es lamentable que sean parte de legislaturas reconocidas como de “la paridad”, que se digan feministas, que pregonen que "si tocan a una, tocan a todas" y hayan optado por callar ante los públicos ataques.

Sólo palabras que no son acompañadas con hechos para obtener reflectores... total, las morenistas también le apuestan a la estrategia electoral pura.

Lástima comprobar los retrocesos en política pública para las mujeres, avances impulsados y apoyados desde la pluralidad que se han desaparecido. Lo que tanto trabajo nos costó organizar, unificar, denunciar, obtener y defender, hoy es olvidado a conveniencia por aquellas que ostentan un cargo público, por miedo de ser tachadas del ánimo mesiánico, de ser señaladas como integrantes de la "politiquería", por eso se desdibujan y se guardan. 

A ellas no les preocupa el incremento de las violencias (callar, ignorar, insultar, lastimar, asaltar, golpear, violar y el peor, matar) hacia ministras, juezas, adversarias políticas, periodistas, maestras, defensoras de derechos humanos, intelectuales, empresarias, estudiantes, niñas... Más bien les ocupa tener todo listo para la próxima orden que reciban desde el palacio, aunque eso signifique normalizar conductas, violar leyes y mancillar trayectorias. Tampoco les quita el sueño la creciente impunidad porque, hay que decirlo, consideran que los beneficios personales que van a obtener son mayores.

Son activistas de temporal.  No encuentro otra explicación.

Durante años, muchas hemos dado la batalla por nuestro derecho a participar y estar en puestos de decisión -en espacios públicos y privados- e incidir en la toma de decisiones.

Estamos llamadas a no dar marcha atrás. A darnos la mano y acompañarnos unas a otras. A no dejarnos amedrentar y, en serio, mostrar sensibilidad, sororidad y valentía para alzar la voz ante las injusticias, incapacidades y atropellos que se dan desde el poder. No debemos ser cómplices de ningún tipo de abuso. Aunque tengamos formas de pensar diversas, eso no nos convierte en enemigas. Por lo mismo, es necesario anteponer las causas que nos unen para abatir la desigualdad y lograr el respeto para todas.

La mejor forma de conmemorar el Día Internacional de la Mujeres es con la defensa honesta, responsable y decidida de nuestros derechos y libertades, jamás nuestro silencio.
Adriana Dávila Fernández

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Altiplano del estado de Tlaxcala. Su trayectoria profesional y política la ha desarrollado en los Poderes Legislativo y Ejecutivo Federales, así como en organizaciones de la Sociedad Civil.

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