Llegó la hora de cambiarle nombre al PAN
Les platico algo de historia para darle contexto a esto: alejado del espectro militar que le dio origen en 1929, el Partido Nacional Revolucionario se transformó en 1938 para dar lugar al PRM, Partido de la Revolución Mexicana.
Bueno, más que transformarse, nada más cambió de nombre, porque Lázaro Cárdenas desmanteló el entramado que fue armado por su fundador, Plutarco Elías Calles y siendo militar el mismo Tata Lázaro, lo convirtió en un amasijo de caciques y caudillos, que a su vez Miguel Alemán cambió otra vez de nombre en 1946 para ser el actual PRI, que gobernó al País durante 70 años y nueve meses.
Hasta que en el año 2000 cedió el poder a los panistas, personificados por Vicente Fox, quien a su vez se lo dejó a Calderón y este lo perdió de nuevo ante Peña Nieto.
López Obrador llegó al extremo de mutar del PRI y del PRD para formar en el 2011 al Morena que gobierna hegemónicamente a México con una mano izquierda de demoledora rudeza innecesaria, que mantiene doblegada a la oposición económica, política y social de este vapuleado y pandémico País.
Y digo que es rudeza innecesaria, porque la blandengue IP (para mí, Iniciativa Pasiva) y los remedos de partidos políticos, con que les diera una cachetada tenían para irse de lado.
Tantas deserciones ha sufrido el PAN en los últimos años, que me resulta incomprensible que a ninguno de los ilustres nombres que han borrado su raya de ese partido, se le haya ocurrido -antes de tirar los bártulos- encabezar un movimiento nacional para cambiarle de nombre.
HUELE MAL
Es que el PAN como tal, huele mal. Despide un olor a panadería quebrada. Excreta tal tufo de descomposición que los mismos gorgojos le harían hoy el feo.
En prácticamente todos los estados del País, las “santísimas trinidades”, los caciques, los oportunistas, los vivales, los recolectores de moches, los matanceros de los ideales de Gómez Morín, le están dando cada vez más en la madre a este partido.
Por eso, ahora que en el próximo octubre será renovada la dirigencia nacional del PAN, Oj-Alá (quiera Dios) que no vayan a salir los panistas con que Marko Cortés heredará el trono blanquiazul a otro de su misma especie.
Para quienes se anden apuntando desde ahora para entrarle a ese picado y banderillado toro de la divisa azul y blanca, les sugiero respetuosamente que se vaya derechito por dos líneas de acción que de seguro les agenciarán no solo simpatizantes, sino votantes de la grey panadera.
A saber:
1.-
Promuevan un cambio de nombre al partido. El actual ya dio lo que tenía qué dar: dos presidentes, algunos gobernadores y minorías en el Congreso de la Unión y en la mayoría de los congresos estatales.
Uno que otro buen alcalde, amé de esos que salen ganones por la sola inercia que se ilustra en el municipio norteño del área metropolitana de Monterrey, San Nicolás de los Garza, donde cualquier escoba vestida de blanco y azul gana las elecciones, parejo, desde alcalde hasta senadores, diputados federales y locales.
O en éste otro que también lleva nombre de una Santa, Catarina, donde el feudo panista de Víctor Pérez, lo hizo alcalde a él y a sus aliados durante 15 años, y van por más.
2.-
Apenas le cruce el pecho con la banda azul y blanco, el nuevo presidente nacional del PAN debe meter al bote al tristemente célebre Madedito y a otros ex panistas -mujeres y hombres- que se construyeron sus casotas en la Sierra y en otros lugares de polendas de Monterrey, con dinero mal habido.
Esas solo dos cosas podrían hacer que el PAN vuelva a ser lo que era antes: una fuerza opositora de a de veras, y no de relumbrón, que hoy se vende al mejor postor y les vale madre a sus líderes perder alcaldías, senadurías, diputaciones y gubernaturas, con tal de forrarse los bolsillos del dinero que les cobran cual esquilmos a todos los que colocan en puestos públicos.
CAJÓN DE SASTRE
“Si escribes esto en la víspera del 6/6, ha de ser por algo”, dice la irreverente de mi Gaby, segura ya en su búnker a prueba de armas atómicas de San Antonio.