No camines con miedo porque me lo contagias y me rompo la madre.
¿Ha guiado alguna vez a un ciego? Quizá se haya preguntado: “¿Lo tomo de la mano? ¿Del brazo? ¿Que me tome del hombro o del codo? ¿Lo empujo de la espalda, lo cargo o que camine detrás de mí?” ¿Se imaginan guiar a una persona ciega por una caminata en la montaña por un terreno agreste?
El curso, si bien intensivo, fue simple y conciso: ¿quieres? En caso afirmativo, camina sin miedo y yo hago el resto.
Un poco de contexto. Me certifiqué en mindfulness durante un año. A lo largo de este tiempo tuvimos 4 retiros presenciales.
Como ya se imaginarán, a esta gente le gusta irse a lugares más o menos recónditos, bellos aunque tremendamente complicados de navegar si eres ciego.
ME ENCANTA CAMINAR EL CERRO.
EL último retiro fue en mi terruño, en las Cabañas de los Encinos. Una de las actividades era hacer algo de senderismo. Yo me apunté para ir porque me encanta caminar el cerro. El guía prometió un camino no tan difícil.
Llegué a donde estaba el grupo. Honestamente no conocía a todos y mucho menos que me hubieran guiado todos durante los retiros.
Comenzamos a caminar hacia el principio del camino. La mujer que me ofreció su brazo la conocía solo de nombre, pero jamás me había guiado, y ni siquiera habríamos intercambiado más de 10 palabras en ese año.
El camino “no tan difícil” desmentía al guía casi desde el principio: grandes rocas, terrenos inestables, suelos resbaladizos cubiertos de hojas y piedras tambaleantes.
“¿Estás segura de que quieres guiarme?”
Su respuesta fue afirmativa. “Solo hay dos cosas que tienes qué saber: la primera es que no camines con inseguridad ni con miedo porque me lo contagias y me rompo la madre; la otra, echa tu brazo para atrás si pasamos por un lugar angosto de forma que yo camine detrás de ti”.
El camino fue bastante entretenido: escalones irregulares y sinuosos medio excavados en la sierra, rocas y peñascos que tenía que trepar, un arroyo tremendamente resbaloso que cruzamos tomados a una cuerda, brincar sobre troncos caídos y avanzar por caminos donde teníamos que poner el pie exactamente sobre una roca para evitar huecos. El saldo fue blanco, solo un tenis que se me quedó dentro de un hueco.
Llegamos a nuestra modesta cima sin inconvenientes; ahí nos esperaban unos pequeños ojos de agua y un ambiente de calma absoluta.
CON EL FRENO DE MOTOR PUESTO Y BAJAR CASI DE NALGAS
Después de un rato iniciamos el regreso. En esos caminos es mejor bajar de lado, y como alguna vez una persona me dijo en La Estanzuela, “con el freno de motor puesto”.
Descendimos bien; uno que otro resbalón en los terrenos más húmedos y bajar casi de nalgas algunos de los terrenos más hostiles con peñascos y grandes piedras. Pero terminamos con saldo blanco y la ropa algo revolcada.
No sé qué opinó mi guía principiante, quien hizo un gran trabajo por cierto. ¿Se imagina guiar por primera vez a un ciego y en tales terrenos? Pero las instrucciones fueron simples: ¿Quieres? Y si quieres, solo camina sin miedo. Eso aplica para mil cosas y no solo para caminar en la montaña sin ver, ¿no cree?
Pepe Macías es Maestro en psicología organizacional y Coach. Vive con ceguera desde los 6 años debido a la leucemia. Es colaborador de Dialogue Social Enterprise en Hamburgo, Alemania, empresa matriz de Diálogo en la Oscuridad, y una de las empresas sociales pioneras y más reconocidas de Europa. Durante 10 años ha impartido capacitación en más de 15 países en todos los continentes. Pepe es escritor en sus ratos libres. Durante una etapa de depresión, descubrió que escribir disuelve los laberintos mentales, cura el espíritu y aceita las neuronas. “Escribo lo que veo cuando los ojos no funcionan”.