¿Qué busca Banxico?
En tiempos recientes, el Banco de México parece tener una meta extraordinariamente clara: reducir las tasas de interés en magnitudes importantes con la mayor rapidez posible.
Su objetivo oficial, alcanzar y mantener una inflación de 3%, parece haber pasado a un lugar secundario.
La minuta de la reunión del pasado 6 de febrero, publicada ayer, muestra a una Junta de Gobierno optimista en conseguirla, aunque rara vez se ha logrado desde que se estableció en los inicios del siglo.
Un miembro de la Junta de Gobierno (que las minutas nunca nombran) apuntó acertadamente que la inflación había regresado a su promedio histórico, pero que este nivel no era el objetivo que tenía Banxico –porque parece ser que ese “promedio histórico” es la nueva meta, o al menos un nivel ya satisfactorio, para alguno (o varios) de sus colegas.
Ese miembro dio también en el blanco, al establecer que Banxico tiene un mandato único, que es una inflación baja y estable.
No es que no deba atenderse la realidad de la clara desaceleración económica, sino que esta no puede tener la misma prioridad que la inflación.
Esto último puede parecer ilógico para ciertos observadores, y de hecho así lo consideran también muchos políticos.
Porque abunda la creencia de que un banco central debe tener como metas, por lo menos, un crecimiento económico elevado y sostenido del PIB, así como un crecimiento reducido y sostenido de los precios.
No faltan, por ello, los creyentes en un “mandato dual” que parece ofrecer hasta una simetría atractiva e inversa entre PIB e inflación.
¿Por qué no se estableció así cuando se concedió la autonomía al Banxico en 1994?
Porque la fuente del crecimiento económico es el aumento de la productividad, no el nivel de las tasas de interés.
Una inflación baja fomenta tasas de interés también reducidas, que entonces crean certidumbre e incentivan la inversión.
Esto es, el mandato único de inflación baja sí implica una condición necesaria (más no suficiente) para lograr un crecimiento elevado.
Incluso la Reserva Federal de los Estados Unidos, que legalmente tiene un mandato triple (inflación, desempleo y tasas de interés de largo plazo bajas) ha entendido perfectamente que lo prioritario, en el ámbito de su competencia, son los precios.
Ese miembro de la Junta de Gobierno que tiene claro el objetivo parece, sin embargo, estar en minoría.
En la minuta aparece reiteradamente la noción de una “nueva etapa” en la conducción de la política monetaria (esto es, de recortes relativamente agresivos), al tiempo que se reitera (y al parecer se festeja) que la inflación ya se encuentra en ese “promedio histórico”.
Un miembro de la Junta de Gobierno tuvo la audacia de decir, en otras palabras, que podían ignorarse las acciones que ya había tomado Trump y que el banco central debía continuar con la estrategia ya establecida.
Así, un Banxico que se trasluce complaciente.
La retórica se mantiene (hablando de la meta de 3%), mientras que las acciones transmiten un cuadro más confuso.
Un banco central que parece ignorar la realidad cuando esta no se acomoda a lo esperado.
Lo que se dijo de Trump hace días bien puede aplicarse al precio del huevo en el futuro, entre tantas otras sorpresas.
Hace casi 40 años, en octubre de 1985, el secretario de Hacienda de Reino Unido, Nigel Lawson, dijo sobre su manejo económico (el Banco de Inglaterra no era todavía autónomo): “la inflación es juez y jurado”.