Que venga Don Quijote a México
Bajo ningún escenario me hubiera imaginado la debacle sexenal que, a poco más de un mes del cambio de gobierno, vivimos los mexicanos ¡en un cambio de poderes entre gobernantes del mismo partido político!
“Andan entre nosotros siempre”, decía Don Quijote a Sancho Panza, “una caterva de encantadores que todas nuestras cosas mudan y truecan, y las vuelven según su gusto y según tienen la gana de favorecernos o destruirnos”.
Andrés Manuel está empeñado en superar las hazañas de fines de sexenios de los presidentes Echeverría y López Portillo juntos, faltaba más, con su obsesión por capturar al Poder Judicial, Tribunales y Supremas Cortes, eliminar organismos autónomos y, de paso, pelearse con los gobiernos de Estados Unidos y Canadá.
Todo ello en medio de las muestras de cínica impunidad que personalmente otorga el presidente de México a personajes como, por ejemplo, al Gobernador Rubén Rocha (Sinaloa), a Javier Corral, Rocío Nahle, Mario Delgado y varios morenistas más que no padecerán investigaciones judiciales.
Mientras López Obrador elabora cada mañana sus “encantamientos” desde las conferencias de prensa en Palacio Nacional, la realidad nos dice que nos acercamos, si no es que ya rebasamos, la cifra de 200 mil homicidios dolosos durante el sexenio de Andrés Manuel (2018-2024), pero él sigue tan campante.
No sólo eso, sino que ha desplazado a Claudia Sheinbaum, presidenta electa, a un segundo plano gris en donde sólo le queda a ella repetir y apoyar cada barbaridad presidencial sobre cualquier tema.
Ni una diferencia mínima, ningún criterio propio, vaya, ni siquiera un lenguaje diferente emplea Sheinbaum en su desempeño público diario.
Aceptó ya, por lo que se observa, su papel de mujer sumisa al “encantamiento” de López Obrador.
Después de haber visto devaluaciones sorpresivas, expropiaciones de tierras y bancos, suspensiones de pagos de México, impotencia ante desastres naturales en otros sexenios, yo observo que AMLO agrega al final del sexenio un toque personal: la expropiación de la democracia mexicana.
Adiós al Estado de Derecho, a tribunales independientes y garantías de amparo;
- “bye, bye” al acceso a la transparencia necesario para la rendición de cuentas.
- buen viaje al diálogo y la negociación en las cámaras legislativas.
Ese es el verdadero “regalo” de las huestes morenistas a su líder supremo, nada menos la degradación de las instituciones y leyes en México.
El Caballero de la Triste Figura perseguía ideales fantásticos:
“hender gigantes, descabezar serpientes, matar endriagos, desbaratar ejércitos, fracasar armadas y deshacer encantamientos”.
Cuatrocientos años después de sus andares sobre la manchega llanura, nada mal le vendría a México que Don Quijote (como fuente de inspiración) nos ayudara a descabezar a la serpiente morenista que devora al país entero y a buscar a los más de 100 mil ciudadanos desaparecidos y enterrados en fosas clandestinas.
No nos salvaría, sin embargo, la ayuda de un Caballero Andante si los mexicanos no aprendemos de nuestros errores y rompemos, por nuestra cuenta, el influjo de “la caterva de encantadores” que Andrés Manuel lidera en su afán de poder y riquezas.
La resistencia civil no ha terminado con la derrota electoral de Xóchitl Gálvez el 2 de junio, en medio de una elección inequitativa y, ahora lo sabemos, de la traición de los partidos que la impulsaron.
Los 16 millones de votos genuinos y limpios que los mexicanos depositaron en las urnas en contra de la incipiente tiranía morenista que se nos viene encima, son el sustento de la oposición de ciudadanos en busca de nuevos liderazgos.
No hay mal que dure cien años, ni pueblo que los aguante.
Los gigantes y serpientes fantásticos no intimidaron jamás al Quijote, quien los acometió con valentía:
¿dejaremos que los modernos endriagos morenistas nos venzan?