Sala de ira como terapia contra la pandemia
Después de casi un año en aislamiento debido a la pandemia, algunas personas simplemente quieren agarrar un mazo y destrozarlo todo.
“Se sintió tan bien”, dijo el ejecutivo de seguros Josh Elohim, bañado en sudor después de reducir a añicos una impresora y otros objetos. Le recordó el ejercicio que hacía cortando leña cuando vivía en la región norte de Nueva York.
Elohim y su esposa Michelle han permanecido aislados en casa desde el invierno pasado junto a sus cuatro hijos, de entre 4 y 17 años. Necesitaban un escape, así que fueron a la oficina de la terapeuta matrimonial y familiar Yashica Budde, quien les dio guantes de uso rudo, equipo protector y caretas, similares a las de la esgrima.
Después, les permitió elegir sus “dispositivos destructores” y les dio renda suelta en una de sus dos “salas de ira”, que están recubiertas con letreros motivaciales como “¿Para qué estresarse cuando se puede destruir?" y “Nunca te rindas”.
“Somos creyentes, así que obviamente, usamos a Dios como nuestra base principal”, dijo Elohim. “Pero”, añadió entre carcajadas, “no estoy en contra de destruir cosas para aliviar la tensión”.
El negocio de Budde se encuentra en un lujoso parque comercial en Westlake Village, una localidad de clase alta en un extremo de Los Ángeles.
Con tarifas que van de los 50 a los 100 dólares ( tal vez un poco más si alguien quiere destruir algo más costoso, como una computadora ) los clientes pueden tomar un mazo, un bastón de golf, una barra o bate de béisbol y comenzar a romperlo todo.
Antes de la llegada del coronavirus, las salas de ira en las que las personas pagan para destruir objetos eran una curiosidad, un lugar a donde ir con los amigos o a relajarse después de romper con tu pareja. Pero Buddle, terapeuta con licencia desde hace 13 años, cree que sus salas son muy valiosas durante la pandemia.
“Como terapeuta, sé que le he recomendado a muchas personas terapias alternativas como yoga, terapias de vapor, meditación y esas cosas, y pensé que sería increíble ver una sala de ira”, comentó.
Espera que el concepto eventualmente sea aceptado por la comunidad de terapeutas en general, y añadió que algunos de sus colegas, y ella misma, ya han remitido a algunos de sus pacientes a sus salas, de nombre Smash RX.
Lo que comenzó a finales de 2019 como un simple método para aliviar la tensión de los problemas de la vida diaria realmente prosperó una vez que prácticamente todo comenzó a cerrar en marzo pasado.
Sin embargo, no todos los terapeutas creen que la terapia de destrucción sea el tratamiento del futuro.
“No conozco a ningún terapeuta que recomiende acudir a una sala de ira de manera terapéutica.
Si para empezar se tienen algunas tendencias agresivas, ir a una sala de ira podría parecer contraproducente", dijo Kevin Bennett, psicólogo y profesor de psicología en la Universidad Estatal de Pensilvania. Comparó el método con alentar a un adicto al juego a seguir apostando.
“Entiendo el enfoque terapéutico”, continuó. “El concepto en que se basa se remonta a la psicoterapia freudiana de hace casi 100 años, esta idea de catarsis, en la que liberas tus agresiones y tu enojo y te sientes mejor después de hacerlo”.
El problema, comentó, es que estudios más recientes a partir de la década de 1960 revelaron que en algunas personas los condiciona a reaccionar de manera violenta más adelante porque se les enseñó que era una liberación válida.
Así que aunque algunos defensores de Freud podrían apoyar este concepto, dijo, él y la mayoría de sus colegas creen que lo mejor es mantenerlo como una forma de entretenimiento.
Tom Daly, quien opera el Break Bar, en el centro de Manhattan, en la Ciudad de Nueva York, desde 2015, subrayó que a pesar de que las personas le dicen que romper cosas en su establecimiento es algo catártico, su fin simplemente es el de entretener.
“Estamos diseñados exclusivamente para la diversión”, declaró. Daly notó que un número constante de visitantes reservó salas de ira durante la pandemia, a pesar de que una de sus principales atracciones durante todos estos años, el bar y parrillada que opera en el establecimiento de al lado, ha permanecido cerrada durante buena parte de ese tiempo.
“Creo que todos en este país estamos estresados”, comentó.
John Rogers reportó desde Los Ángeles. El videoperiodista Eugene Garcia y el fotoperiodista Jae Hong contribuyeron a este despacho desde Westlake Village, California.