Yasmín y las dos mentiras
La opinión pública y la publicada ya emitió su veredicto: Yasmín Esquivel es culpable de plagio, y la UNAM debe cancelarle su título de licenciada, que la obligaría a renunciar a la Suprema Corte de Justica, que lo exige como requisito para ser ministro.
Sería la evolución natural luego de la recisión de contrato de su directora de tesis, Martha Rodríguez Ortiz, por “su falta de probidad y honestidad”, quien desde que estalló el escándalo en diciembre, defendió la integridad y la palabra de Esquivel.
Sin embargo, a contracorriente del tsunami que está arrastrando la imagen de la ministra de una manera vertiginosa, no pueden ignorarse elementos que se desconocían públicamente, integrados en el expediente sobre la investigación del plagio realizada por la Facultad de Estudios Superiores de Aragón –el alma mater de Esquivel–, que arrojan una duda razonable sobre ese señalamiento cuya litis –quién escribió primero la tesis– no se ha resuelto con claridad.
La UNAM señaló que había más de 90% de contenido coincidente entre su tesis y la que presentó Édgar Ulises Báez Gutiérrez, sustentada únicamente en la fecha de presentación del trabajo.
Báez Gutiérrez la publicó en julio de 1986 y Esquivel lo hizo casi un año después.
Sin embargo, hay un peritaje de las autoridades de la Ciudad de México sobre la entrega del capitulado de la tesis de la ministra en diciembre de 1985. Báez Gutiérrez ha declarado en varias ocasiones al reportero de Eje Central, Juan Carlos Rodríguez, que la tesis original es la suya, subrayando la fecha de presentación del trabajo, aunque en diversas ocasiones, a la misma pregunta, ha eludido responder directamente que Esquivel cometió plagio.
Nueva documentación arroja también sospechas sobre la rectitud de Báez Gutiérrez, cuyas declaraciones contundentes sobre la originalidad de su trabajo colocaron clavos en el ataúd que encierra la reputación de la ministra.
Báez Gutiérrez ha hablado en cinco ocasiones con Rodríguez, y en cada una de ellas ha sostenido que ninguna autoridad universitaria, ni Rodríguez Ortiz, o notario alguno, han tenido contacto con él.
La penúltima entrevista fue el miércoles, a propósito de la declaración ministerial de la maestra que publicó El Universal, donde admite que había compartido el trabajo de Esquivel con otros pasantes.
El abogado lo negó y aseguró que hizo su tesis “en base a la idea que tuve en la mente”.
Afirmó que la hizo por su propia cuenta y a pregunta expresa de si habían tenido contacto con un notario, respondió con un lacónico “no”.
Este jueves Rodríguez volvió a hablar con él, para confrontar sus declaraciones con la fotografía donde aparece con el notario en su casa, pero volvió a decir que no vio a ningún notario y le cerró la puerta.
La fotografía es del 29 de diciembre, cuando el notario, Armando Mastachi Aguario, a través de uno de sus asistentes, levantó un acta de fe de hechos a petición de la maestra Rodríguez Ortiz, donde admite los hechos que negó posteriormente de manera reiterada, empezando el 30 de ese mes, cuando habló por primera vez con Rodríguez, y dijo que nadie lo había buscado y con nadie había hablado sobre este tema.
La documentación hasta ahora disponible incluye la hoja de una libreta forma italiana escrita a mano por Báez Gutiérrez el mismo 29, donde señala, a propósito de la preparación de su tesis:
Qué tanto se apropió de un trabajo intelectual ajeno, no está claro, pero lo que se desprende de su carta es que sí tomó ideas de lo que desarrolló Esquivel, y fragmentos “importantes” de su proyecto de tesis.
Es claro que Báez Gutiérrez mintió en sus declaraciones de manera reiterada.
La segunda gran mentira es que no había hablado con ningún notario.
El expediente de la FES Aragón contiene varias fotografías donde está junto al notario leyendo la transcripción de la carta que escribió a mano.
Esquivel siempre negó haber plagiado su tesis, pero la palabra de Báez Gutiérrez prevalecía sobre la de la ministra, que cargaba con el desgaste y descrédito creciente.
Al final, hasta que se demuestre lo contrario, se puede argumentar que Esquivel no estaba mintiendo y el abogado sí.
¿Esto resuelve de manera clara quién plagió a quién?
Eso parecería, y probablemente la conclusión objetiva sería que fue Báez Gutiérrez quien lo hizo.
Sin embargo, por su prominencia, sus relaciones personales, profesionales y políticas, no bastan estas evidencias para la ministra.
Es importante que las autoridades universitarias determinen con una investigación más profunda si, en efecto, Esquivel fue la primera en desarrollar su tesis.
El peritaje sobre su capitulado, entregado en diciembre de 1995, así lo apunta, pero tendría que ser validado por la UNAM.
Es posible que haya atribuciones en este proceso que excedan sus funciones, pero el caso lo amerita para evitar que sea la polarización y la politización las que se impongan a la búsqueda de la verdad.
Es importante para la salud pública del país, tan maltrecha en los últimos tiempos, y para la UNAM, para Esquivel y para el propio Báez Gutiérrez, para que no haya duda sobre las responsabilidades de cada uno.