Así conocí a la Princesa Yamal, en el Tren Regiomontano
Era residente de segundo año de Medicina interna en el IMSS y corría el mes de septiembre de 1977, por allí de la tercera semana como dicen Earth, Wind and Fire: "Do you remember", the 21th night of september....
Dos compañeros y un servidor fuimos seleccionados para asistir a un congreso de Hematología al salón de congresos del extinto Centro médico nacional, fallecido de muerte natural durante el temblor o la serie de temblores de 1985.
Ya no recuerdo el sistema de selección, debe haber sido por calificaciones, el asunto fue que al querer reservar vuelos a la ahora CDMX había huelga de personal del servicio de aviación por lo cual tuvimos que reservar viaje en el regiomontano.
Así es de que como el pago era por viáticos aportados por nuestra gloriosa institución a la cual le debemos del 70 al 80 % de los avances en salud y cuidados en la enfermedad de nuestro País, procedimos a reservar asientos que incluía cama para dormir durante el viaje.
Después de las despedidas de rigor en la antigua estación en la antigua colonia Garza Nieto, cerquita del Trébol (SIC) -mis contemporáneos han de saber a que me refiero- abordamos el tren e iniciamos el viaje, admirando el paisaje mientras hubo luz.
El viaje inició a las 18:00 Hrs., así es que de aquí a Saltillo algo veíamos.
Me encanta el paisaje agreste de nuestra tierra con tanta historia
En la independencia, el cura Hidalgo por ahí anduvo.
En la Reforma, Juárez atravesó varias veces por la Cuesta de los Muertos y todos los revolucionarios, incluido Porfirio Díaz, el llorón de Icamole, por allí se pasearon.
En el vagón comedor que incluía una barra como cantina, pululábamos personajes del más puro linaje empresarial y social de aquellos tiempos.
Platicamos con el dueño de Vidriera Monterrey. Nos presentó a otros personajes de alta alcurnia y cuando les platicábamos el motivo de nuestro viaje nos felicitaban afectuosamente.
A uno de mis camaradas la esposa le había puesto 5 tacos no comerciales de guisado de res con frijolitos en bola, los cuales nos presumió sugiriéndonos que después de la cena, en la madrugada podríamos disponer de ellos.
A las 20:00Hrs. procedimos a la cena con casa totalmente llena y a mitad de la misma que se aparece una muñeca de carne y hueso, grandota, frondosa, con su piel inmaculada, radiante y rebosante de estrógenos.
La mayoría de la parroquia era masculina y los suspirotes y quejidos de admiración y lujuria no se hicieron esperar.
La mujer reculó apenada y dijo: "más tarde regresamos".
Craso error, una hora después que regresaron se había terminado la cena y la cocina estaba cerrada.
De todos modos seguíamos impresionados por la belleza y la imagen de la artista, bueno, vedette o como se les diga.
Nos tenía con las pupilas superdilatadas y ella falleciendo de inanición.
Comenzamos una plática superficial en cuanto a motivos e inconvenientes del viaje y Don Marcelo Sada se retiró despidiéndose personalmente de todos nosotros y deseándonos mucha suerte y aprendizaje en nuestro viaje.
Así se fue yendo la gente y la princesa enfocó su atención en mí.
Y que me acuerdo de los tacos.
Ya era antes de media noche, el gruñidero de tripas estaba bueno y nos daba mucha risa.
Ignoro si haya un significado adicional en los sonidos de la movilidad intestinal provocada por el hambre entre los argentinos (la princesa es argentina).
El asunto es que a la mujer y a su guardaespaldas les daba mucha risa.
Le comenté de los tacos y dijo que sí aceptaba la propuesta, que a donde teníamos que ir, solo que no podía ir sola y que cuánto iban a costar.
Le respondí que era cortesía de la casa y procedí a despertar a mi compadre.
Me dijo que eran el almuerzo de la mañana.
Le contesté que el almuerzo estaba incluido y que la mujer se moría de hambre.
Me dio el visto bueno y calentamos los tacos que estaban deliciosos y la mujer encantada
La plática se hizo muy personal y la raza nos dejó solos, a excepción del guardaespaldas
Me preguntó por mis aficiones, que si me gustaba bailar, que era lo de ella.
Me dijo que yo era muy rígido y que debería aprender a relajarme.
Me puso pie y me enseñó varios pasos, cómo mover los tobillos, los pies, las rodillas, las caderas, la cintura, los hombros.
Ya para entonces dos o tres de la mañana, ya entrados en gastos...
En la mañana nos despedimos afectuosamente y quedamos de vernos por la noche en su lugar de trabajo.