Calidad del aire: entre la previsión y la reacción
Hoy analizaremos dos modelos que ilustran caminos distintos: el de California y otros estados estadounidenses, y el de la Ciudad de México, que ha sido similar al que tradicionalmente se aplicaba en Nuevo León.
En las ciudades estadounidenses, las alertas son preventivas: se emiten basándose en pronósticos de calidad del aire, incluso antes de que se alcancen niveles peligrosos.
No existen 'fases' como tal; las autoridades informan al público utilizando el Índice de Calidad del Aire (AQI) de ese país, especificando claramente el tipo de contaminante, ya sean ozono, partículas finas, polvo o humo de incendios.
Desde el punto de vista de protección de la salud siempre será mucho mejor anticiparse.
En cambio, en nuestro país, el sistema ha sido reactivo:
Se activa cuando las concentraciones medidas de contaminantes superan ciertos umbrales, decretándose fases de contingencia que implican medidas obligatorias como en CDMX el reforzamiento del programa “Hoy No Circula” o la suspensión de actividades industriales.
Algo valioso del sistema mexicano es precisamente la obligatoriedad de las acciones una vez que se detecta un riesgo elevado lo que reduce de inmediato la generación de emisiones, protegiendo a la población.
Este componente no existe normalmente en el modelo estadounidense, que se basa más que todo en la voluntad ciudadana.
Anticiparse al riesgo siempre será más efectivo que enfrentarlo una vez que se ha materializado.
Actualmente, en Nuevo León estamos revisando el Programa de Respuesta a Contingencias Atmosféricas.
Esta revisión representa una oportunidad histórica: podemos combinar lo mejor de ambos enfoques.
Emitir alertas preventivas basadas en pronósticos (como ya lo estamos haciendo), y conservar medidas obligatorias de emergencia cuando el riesgo sea inminente o no se logre una respuesta ciudadana suficiente.