Ebrard: el Ezequiel Padilla de AMLO
La reciente aparición del libro de Mike Pompeo, Never give an inch (Nunca ceder en nada), puso en evidencia el modus operandi del precandidato presidencial:
La simulación y la mentira.
El ex secretario de Estado rompió el secreto sobre el acuerdo “Quédate en México”, pactado a petición del señor Ebrard el 15 de noviembre de 2018 en Houston, consistente en fingir que se trataba de una decisión unilateral a la que México públicamente se opondría, pero en los hechos gozaría de la colaboración efectiva del gobierno de López Obrador.
El oscuro entreguista trató de ocultar a los mexicanos la verdad: ceder soberanía sin pagar el costo político por aceptar las presiones de Estados Unidos, a cambio de nada (gratis, como diría Trump), degradando nuestro territorio a la calidad de patio trasero de la migra estadunidense y convirtiendo en un infierno la vida de los expulsados, al no existir las condiciones humanitarias para recibir a cientos de miles.
Y una vez que el perverso de Pompeo lo exhibió y lo elogió, Ebrard trató de desmentir el contubernio sin convencer, pues nunca negó haber pedido ocultar el vergonzoso acuerdo.
Decía el legendario director de Siempre!, José Pagés Llergo, quien trabajó en Estados Unidos como editor en La Opinión de Los Ángeles:
“El que se agacha ante los gringos una sola vez se lo chingan varias veces”.
Primero Pompeo le blandió el garrote a Ebrard con la amenaza del cierre de la frontera, después de que cedió lo elogió como colaborador a favor de los intereses norteamericanos y mexicanos, como si fueran iguales, luego le alzó la zanahoria con la promesa de aportar ayuda económica en la frontera, la cual nunca llegó, y finalmente como si fuera un tácito endoso le dio el “beso del diablo”:
Ebrard “bien podría ser el próximo Presidente de México”.
Un mes después de la “Ebrardcesión” secreta en Houston, el señor Ebrard anunció con triunfalismo:
“Estados Unidos estará enfocado en aumentar la inversión privada y pública en México totalizando 4.8 mil millones de dólares, incluyendo 2 mil millones para proyectos apropiados (sic) en el sur de México”.
A Ebrard los gringos le tomaron el pelo.
Nunca llegaron los miles de millones de dólares prometidos por Pompeo y en cambio México desplegó la Guardia Nacional en las fronteras mexicanas para frenar la migración hacia Estados Unidos.
En el gobierno de Manuel Ávila Camacho, el secretario de Relaciones Exteriores, Ezequiel Padilla, renunció al cargo para ser candidato a la Presidencia de la República por el Partido Democrático Mexicano, poco después que el PRI endosó a Miguel Alemán Valdés, secretario de Gobernación.
Pero como Padilla, uno de los tapados, no fue favorecido por el dedo presidencial se lanzó como candidato por otro partido distinto al PRI y perdió.
Padilla era identificado como proyanqui, entregado al poderoso vecino, alineado con Estados Unidos, país que siempre trataba de obtener ventajas a costa de México, lo cual le restó simpatizantes entre amplios sectores de la población.
Ahora el oscuro entreguista simula que es de izquierda progresista, exige piso parejo y al mismo tiempo teje en sigilo el plan B para recibir el apoyo del Partido Verde y de Movimiento Ciudadano, pues Ebrard lo sabe: la única encuesta de Morena que vale será la de AMLO y no cree que será el ungido.
DETONAMOS este artículo publicado en Milenio, con autorización de su autor.