El Oráculo de Quetzalcóatl

Carlos Chavarría DETONA: Hagamos las ofrendas a nuestro oráculo para que nos escuche y nos salve de la mediocridad, al fin Quetzalcóatl solo pide serpientes y flores.

Como se ve nuestra muy degradada política y la tan manipulada democracia electoral, deberíamos disponer de un Oráculo como el de Delfos, que podríamos llamarle de Quetzalcóatl, por aquello de su cualidad como un dios creador y benéfico, para que acuda su consejo en nuestra ayuda para no equivocarnos en la elección que haremos.

Yo pienso que los griegos ni siquiera imaginaron lo que habríamos de hacer con la democracia que nos heredaron como forma de gobierno y su núcleo central: las votaciones.

Muy lejos de la perfección, la democracia griega fue, como su sociedad, una de tipo sesgada y excluyente, pues solo podían votar los considerados ciudadanos, cuyos requisitos para serlo se podían modificar, según fuera, la circunstancia del poder de la compleja red de ciudades estado.

Los cargos podían asignarse por sorteo y elección abierta o decididos por la asamblea, a la que, a su vez, podía entrar el que quisiera y asistir cuando así le interesara.

Complicado, pero así fue y de ahí viene la democracia occidental.

Ahora que tanto refinamiento se le ha hecho a los procesos de votación, terminamos en un sistema como el mexicano, diseñado con base en la desconfianza, donde todo gira en torno a evitar que se tuerzan los números de votos.

Resulto así por el antecedente histórico  de un sistema político corrupto y cuya existencia, dependía de eso, de ser corrupto.

Es vergonzoso reconocerlo, pero existieron y seguro aún existen mexicanos que se confabulan para ganar el poder con las trampas que estén a la mano.

Muy lejos estamos del ideal democrático basado en el debate y la negociación para encontrar el justo equilibrio de todas las corrientes de pensamiento, preferencias y sueños de este gran país.

Todavía ahí están las fuerzas políticas buscando la manera de influir en la numérica electoral con una bola de mañas, como repartir dinero para ganar adeptos en ciertas zonas, el miedo, la violencia, moverle a las densidades geográficas de los afines para distorsionar la representación proporcional y los sondeos, más otras.

La ciencia de los modelos de selección discreta, donde se encuentran enclavados los procesos electorales, ocupan un área importante de la matemática y los economistas se han concentrado mucho en ellos, pues ahí está el centro del funcionamiento de todo nuestro sistema económico, por ejemplo. 

La teoría dice que uno elegirá de entre varias opciones aquella que reporte el mayor beneficio al menor costo; claro que todo eso dependerá de muchos factores como la experiencia del consumidor, el medioambiente en el campo de que se trate, los oferentes o competidores, y por supuesto de la información recibida para poder ponderar beneficios y costos.

En esto último es donde los procesos electorales en política están atorados.

  1. En primer lugar, no sabemos siquiera si la información sobre los resultados de la gestión pública es veraz y la manera en que afecta a cada persona que es la que debe votar (seleccionar su preferencia);
  2. Segundo la única información sobre los resultados futuros son las promesas y ofertas en la gestión futura, que no disponemos de ningún modo para asegurar que se cumplan, y tercero, todo es excusa cuando se trata de explicar las fallas y errores, de hecho traen todos en su bolsa los dos discursos, las promesas y la explicación de porque nada funciona.

La calidad de los procesos de selección de candidatos en los partidos políticos no se basa en su habilidad o experiencia para la gestión pública.

La mejor habilidad de los candidatos es para moverse y sobrevivir a la grilla versallesca y esa no sirve para trabajar, y la experiencia sin resultados confirmaría que no deben ser candidatos.

Hace mucho que las áreas críticas deberían ser operadas mediante exámenes de oposición, y no esos teatros de exposición ante comisiones de los congresos generalistas por definición. 

Por eso propongo el Oráculo de Quetzalcóatl.

Nosotros los electores acudiremos en busca de orientación, porque como que los creadores de opinión están igual de sesgados que un griego y todos ya agarraron partido.

Pero los candidatos también deberían respetar las máximas más importantes del Oráculo de Delfos, ahora el griego.

La primera es “Conócete a ti mismo”, hace referencia a que respete cada uno sus limitaciones.

Casi todos los candidatos violan esta máxima, pues en su cínica desfachatez creen que con una cara bonita, un semblante adusto, la herencia de un pariente de apellido ilustre, o un empleo anterior sin relevancia  los convierte en capaces de perseguir cualquier liana que se les parezca apetecible, al cabo ya vendrán otros para arreglar todo desajuste.

Aurea mediocritas y kakistocracia sin duda sobre eso elegiremos, por desgracia, para nuestros problemas.

La segunda, hace referencia a “nada en demasía”.

Caray, pero en cada nueva campaña asustan lis cifras de la inmundicia que se imputan a las felonías de cada uno de los candidatos y la frescura con la que se manejan ante sus públicos. Al final, todo se asume como “guerra sucia”.

Por último, la tercera máxima délfica: “Haz una promesa y la fatalidad estará cerca”, que nuestros cínicos candidatos la convierten, venciendo al Oráculo, en “prometer no empobrece el dar es lo que aniquila”, y como no cumplirán, su imagen no se verá afectada y terminarán sus gestiones como respetables mexicanos tocados por la varita mágica del poder.

Hagamos las ofrendas a nuestro oráculo para que nos escuche y nos salve de la mediocridad, al fin Quetzalcóatl solo pide serpientes y flores.
La mediocridad imperante no es producto de falta de inteligencia. Esta sobra en nuestros países. Lo que la genera es la improvisación y el empirismo. Quienes llegan al poder, creen que su experiencia y su sentido común, son suficientes
Carlos Chavarría

Ingeniero químico e ingeniero industrial, co-autor del libro "Transporte Metropolitano de Monterrey, Análisis y Solución de un Viejo Problema", con maestría en Ingeniería Industrial y diplomado en Administración de Medios de Transporte.